Categoría: GLADIO-Falsas banderas

La Escuela de idiomas Hyperion de París, la central eléctrica terrorista “roja” de la CIA y el Mossad para Europa (y 5)

 

 

 

El 30 de diciembre de 2008, los editores de «America Oggi» (periódico editado en New Jersey, EEUU, en lengua italiana) publicaron un artículo donde señalaban que «La administración estadounidense encabezada por el presidente Jimmy Carter tomó en consideración la hipótesis de realizar acciones secretas en territorio italiano para dividir al Partido Comunista y cortar definitivamente cualquier posibilidad del Compromiso histórico”. Esto es lo que surge de una serie de documentos con fecha de 1978 y hasta ahora guardados en los archivos secretos del Ministerio de Asuntos Exteriores británico. Las carpetas, que fueron consultadas exclusivamente por ANSA (Agenzia Nazionale Stampa Associata, una agencia de noticias italiana fundada en 1945), se hicieron públicas a través del Archivo Nacional, o archivo central británico, tan pronto como expiraron los sellos del secreto de estado, 30 años.

Dichos documentos relatan con precisión quirúrgica los acontecimientos que marcaron el horrible año de la democracia italiana: la crisis del gobierno de Andreotti, las consultas para formar un nuevo ejecutivo, el “desviacionismo” de Moro y, finalmente, el asentamiento de la escena política italiana que siguió al descubrimiento del cuerpo, en Via Caetani. Sobre todo, los documentos desclasificados explican las inquietudes y los antecedentes tanto de la administración estadounidense como de la administración británica.

Estados Unidos, en particular, se vio preso del pánico por el colapso del tercer gobierno de Andreotti. Y reaccionaron con tal determinación que incluso los británicos se sorprendieron. Lo que, como lo demuestra la correspondencia entre la embajada británica en Roma y la sede de la FCO (Oficina de Relaciones Exteriores y de la Commonwealth) en Londres, los británicos se mostraron menos obsesionados por el “peligro rojo” en Italia. En un comunicado codificado del 21 de enero de 1978, el embajador británico en Roma, Sir Alan Campbell, pide al primer ministro James Callaghan que escriba un telegrama alentador a Andreotti, quien recibió el mandato de formar un nuevo gobierno.

Al mismo tiempo, el presidente norteamericano Carter pronuncia en una conferencia de prensa el famoso edicto en el que advierte a los italianos que la entrada en el gobierno del Partido comunista tendría graves consecuencias. Los estadounidenses, conscientes del impacto que estas preocupaciones tendrán en Italia, piden a los británicos que los apoyen públicamente, emitiendo una declaración conjunta. Los británicos, sin embargo, con el embajador Campbell, desde Roma, aconsejan cautela. El 23 de enero, Londres se pone en contacto con su embajador en Washington, Peter Jay.

El renombrado escritor y director de cine italiano Pier Paolo Pasolini, uno de los referentes de la progresía española en aquel cine que se proyectaba en salas específicas de arte y ensayo, en los últimos coletazos del franquismo, escribió en el Corriere della Sera (lo cual ya de por sí era extraño, siendo el Corriere un medio vinculado a la Logia Masónica P2 y siendo Pasolini comunista), el 14 de noviembre de 1974, un perturbador testimonio donde dejaba entrever las claves ocultas de la estrategia de tensión italiana.

Pasolini amenazó entonces con destapar la caja de los truenos de Gladio: «Lo sé. Conozco los nombres de los responsables de lo que se llama un golpe (y eso en realidad es una serie de golpes establecidos como un sistema de protección del poder). Conozco los nombres de los responsables de la masacre en Milán el 12 de diciembre de 1969 (Piazza Fontana). Conozco los nombres de los responsables de las masacres en Brescia y Bolonia, de los primeros meses de 1974.

Conozco los nombres de los asistentes a la cumbre donde maniobraron los viejos fascistas creadores del golpe, conozco a los neofascistas autores materiales de las primeras masacres y de las masacres más recientes”. Posiblemente, Pasolini se refería, cuando habla de la «cumbre», a la reunión que organizaron las élites italianas en el Hotel Parco dei Principi de Roma, del 3 al 5 de mayo de 1965, bajo la dirección del Instituto Pollio, mientras que el golpe al que hacía referencia era probablemente el de 1970 que intentó llevar a cabo el neofascista Valerio Borghese, bajo la atenta mirada de EEUU.

“Conozco los nombres que han manejado las dos fases de tensión diferentes, de hecho, opuestas: una primera fase anticomunista (Milán 1969) y una segunda fase antifascista (Brescia y Bolonia 1974). Conozco los nombres del grupo de poderosos que, con la ayuda de la CIA crearon (después de todo, un miserable fracaso) una cruzada anticomunista para amortiguar el ’68.

“Conozco los nombres de aquellos que, entre una masa y otra, han otorgado las disposiciones y asegurado la protección política a los viejos generales (para mantenerse de pie, en reserva, en aras a organizar un posible golpe de Estado), a los jóvenes neofascistas, de hecho, neonazis (para crear una tensión anticomunista concreta) y, finalmente, criminales comunes (banda Della Magliana) hasta ahora, y quizás para siempre, sin nombre (para crear la próxima tensión antifascista)”.

Ahora pregúntate por qué Pasolini murió asesinado casi un año después, el 2 de noviembre de 1975, en circunstancias nunca aclaradas, sino es porque su crimen tuvo todas las trazas de haber sido cometido por encargo de Gladio, en el marco de ir silenciando a tiros las voces más críticas y disidentes con la estrategia de tensión. Y Pasolini era un conocedor de primera mano de todo ello.

El director italiano acabó sus días asesinado como aquel empresario incómodo llamado Enrico Mattei (víctima de un sabotaje en su avión privado en 1962) o el periodista de la Logia P2, Mino Pecorelli, en 1979, dos hombres que “sabían demasiado”. Y es que como dijo el juez del caso Moro, Ferdinando Imposimato (1936-2018): «Gladio es el secreto de la República (italiana). Es un material que debe manejarse con cuidado…una estructura oculta absolutamente inconstitucional que tiene las manos libres para realizar cualquier tipo de acción preventiva».

 

HYPERION, LA CÁMARA DE COMPENSACIÓN DE SERVICIOS SECRETOS ESTE-OESTE QUE NUNCA EXISTIÓ

 

Cuando la trama parisina de Hyperion se había demostrado que era un lugar de encuentro del terrorismo internacional, bajo el manto protector de agencias de inteligencia occidentales, pasadas décadas desde su descubrimiento, sotto voce todo hay que decirlo, se propuso por algunos lanzar una extravagante y absurda teoría de la desinformación sobre aquella Escuela de “idiomas” francesa: que el Este Socialista de Europa también habría intervenido en dicho centro mediante la hipótesis de que podría haberse tratado de «una cámara de compensación” de varios servicios secretos del Oeste y del Este de Europa (entre ellos el KGB), para mantener el equilibrio geopolítico en la era post-Yalta”. Entre los “teóricos” de esta solemne majadería, que no podía tener pies ni cabeza, estaban algunos jueces como Rosario Priore o el político pseudocomunista Giovanni Pellegrino, quien estuvo a cargo de la Comisión sobre las Masacres en los años de plomo en Italia.

Ni teórica ni en la práctica se sostenía esa creencia puesto que la única “cámara de compensación” demostrable con mil pruebas fue la que idearon dos países: EEUU e Israel, a través de la CIA y el Mossad, para gestionar el terrorismo roji-negro en Europa occidental. Las demás elucubraciones ni  demás no tienen base documental probatoria alguna ya que en las propias investigaciones judiciales italianas, no se encontró rastro alguno de nexos entre los miembros de Hyperion (Brigadas Rojas) y el KGB, la Stasi u otros servicios de espionaje del Este socialista, como el checoslovaco.

Únicamente, propagandistas de nuevo cuño como la Comisión Mitrokhin o el historiador de los servicios de inteligencia italianos, Gianluca Falanga, han intentado resucitar una conspiranoia antisoviética (a estas alturas) y, sobre todo, anti-RDA en el manejo del terrorismo de extrema izquierda. Falanga supuestamente aportó “nuevas” revelaciones en la Comisión Parlamentaria sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro, de 20 de junio de 2016. El italo-alemán Falanga, historiador advenedizo que montó su particular «show» en dicha Comisión a base de repetir un mantra conocido Stasi-Stasi-Stasi, es empleado-colaborador en el emblema más anticomunista y manipulador de la postguerra fría, el Museo de la Stasi de Berlín (por lo que podíamos ahorrarnos la catadura del personaje y su sectarismo).

Falanga utilizó como elemento de prueba en su comparecencia ante dicha Comisión evidencias sobre supuestos “papeles fragmentados de la Stasi” (aparentemente reconstruidos) que se encontraron en la sede del MfS, en Berlín Oriental, tras la apertura del Muro en 1989, además de exponer un buen repertorio de elucubraciones tratando infructuosamente de montar una película «Stasi-Brigadas Rojas» con un guión trucado de antemano. Falanga nunca hizo referencia a los servicios de espionaje occidentales (CIA-Mossad o los italianos) en la participación del terrorismo en Italia durante toda su perorata ante la Comisión Moro, lo que demostraba la vergonzante parcialidad de este elemento.

Papeles de la Stasi, troceados o no, que nunca dijeron apoyar al terrorismo sino que señalaban un “tratamiento preventivo” de aquél, pero Falanga ha hecho interpretaciones sesgadas de los mismos, citando testimonios de dudosa credibilidad por parte de algún ex brigadista,  que supuestamente implicarían a la KGB y la Stasi, para conspirar contra Italia, así como unas supuestas declaraciones de altos funcionarios soviéticos sobre que había que “tomar nota” del desviacionismo del PCI y de este modo (matando a Moro) se reorientaría la política “eurocomunista” del PC italiano hacia Moscú. Te tienes que reír ante una conspiranoia de libro.

Que un personaje como Steve Pieczenik, conspirador del Departamento de Estado de EEUU, dijera que fueron ellos (EEUU) los que decidieron el destino fatal de Moro, no le debe servir de mucho al tonto Falanga que ha persistido en sus trece, al igual que decir, ante la Comisión Moro antes mencionada, entre otros muchos disparates, que «la Stasi estaba interesada en las relaciones entre la RAF y las Brigadas Rojas» (cuando era el BND, el servicio secreto de Alemania Occidental, quien manejaba los hilos de la RAF) o bulos propagandísticos conocidos, desmontados por antiguos ex miembros del MfS, como que «más del 90 por ciento de sus esfuerzos (de la Stasi) se dirigieron a la vigilancia de sus ciudadanos».

Respecto de la RDA y el “terrorismo”. Gracias a su servicio de inteligencia exterior, el HVA, la RDA conocía tanto las operaciones como el nombre, direcciones y teléfonos de los miembros del Gladio “oficial” que operaban en la vecina Alemania Federal (es decir, el de los “reservistas” de ultraderecha de la red Stay Behind de la OTAN que también iban a ser utilizados para atentados de falsa bandera). La RDA también sabía que Occidente estaba instrumentalizando el terrorismo “rojo” para “evitar un giro a la izquierda en los países de la OTAN”, según afirmó en su día Klaus Fischer, ex agente de contrainteligencia del MfS-Stasi.

Respecto de los vínculos nunca demostrados de la RDA con el terrorismo Wolfgang Hartmann, ex agente del HVA, reiteró que tales nexos eran inexistentes y en sus archivos no constaban tales operaciones. El verdadero terrorismo que estaba en los archivos incautados de la sede de la Stasi, en 1989, era aquel donde constaban al detalle todas las operaciones de Gladio en Europa Occidental y el espionaje del NSA norteamericano sobre sus socios europeos. Muchos de esos archivos, los más sensibles, fueron llevados a EEUU y allí borradas sus huellas o simplemente destruidos.

En realidad, si diésemos por buena la fábula de la teoría “compensatoria” de Hyperion, como una amalgama Este-Oeste para el control del terrorismo, o que países como la URSS o la RDA hubiesen participado directamente en el asesinato del dirigente democristiano italiano Aldo Moro así como en el manejo del terrorismo europeo, lo que hubieran hecho los países habría sido beneficiar enormemente los intereses de EEUU y los sectores empresariales, políticos y financieros reaccionarios de Italia que querían impedir, a cualquier precio, el acceso del PCI al poder con el Compromiso Histórico y, por extensión, frenar el auge del comunismo en el resto de Europa.

El escritor comunista italiano Gianfranco Sanguinetti ya refutó magistralmente la patraña KGB-PCI-Brigadas Rojas en 1980 cuando se quiso involucrar a la Unión Soviética en el terrorismo «brigadista» y de Gladio. Y lo hizo de la siguiente manera:

«[Algunos] pensadores asalariados, desde Eugenio Scalfari hasta Giorgio Bocca, razonan (…) fraudulentamente que la estrategia de Brigadas Rojas persigue, entre otras cosas, prevenir la llegada del PCI (Partido Comunista Italiano) al poder. Pero no lo hacen desde la aversión del partido (comunista) a ciertos sectores del capitalismo italiano y los servicios secretos, sino desde la aversión que, dicen, tienen los estalinistas soviéticos a sus homólogos italianos del PCI. Nuestros pensadores concluyen que Moro fue secuestrado con el apoyo del KGB y el servicio secreto comunista checoslovaco”

Sanguinetti señalaba, a continuación, con sutil ironía que: “Los capitalistas italianos, los militares y los agentes de SISDE, SISMI, CESIS, DIGOS y UCIGOS [siglas de algunos servicios secretos oficiales de Italia], así como Jimmy Carter (presidente de EEUU), estarían felices de ver al PCI en el gobierno. en Italia, pero desafortunadamente esto no es posible porque los rusos y el KGB no lo quieren. ¡Qué bueno!. Esta curiosa y estúpida teoría, que el inoportuno Pertini [séptimo presidente de la República Italiana de 1978 a 1985] se apresuró a hacer suya, sirve claramente para tranquilizar la mala conciencia de todos aquellos que quieren creer que este Estado, que está en guerra con el terrorismo, no puede liderar dicha guerra”.

Como apunte final se pueden extraer también datos muy interesantes del papel desempeñado por Francia como núcleo de la inteligencia estadounidense y europea para el control y explotación de grupos terroristas en Europa.  Algunos apuntan el hecho de que durante los años en que el TT (Think Tank) e Hyperion estuvieron activos, Francia se salvó de la ola de euroterrorismo que sacudía Europa con los alemanes de la RAF, los italianos de las Brigadas Rojas, la ETA vasca, el IRA, etc.

Francia pasó por una década tranquila a diferencia de la anterior donde el conflicto argelino fue un capítulo oneroso para el país galo. No es ilógico pensar que las “autoridades supranacionales” de Gladio escogieran París y su tapadera-Escuela de Idiomas como centro de operaciones a cambio de garantizar a los franceses “tranquilidad terrorista”. Sólo tras el cierre de la Escuela en 1979 hubo cierta actividad armada con Action Directe, una organización francesa de Gladio que logró captar a activistas antinucleares y pacifistas para sus acciones.

A pesar de estar Francia salpicada de lleno por Gladio, sus medios-basurero franceses de desinformación, como el “ex progre” Liberation optan por ridiculizar y descalificar con la ya clásica muletilla “teorías de la conspiración” a todo aquello que suponga poner de relieve tramas criminales organizadas por los Estados. Y es que para Liberation, como para los pseudoescépticos del cientifismo barato, meter en el mismo morral “la tierra es plana” con “el asesinato de Kennedy”, el 11-s o Gladio ya es caricaturizable, a costa de ocultar verdades políticas incómodas.

Liberation está en manos del capital de un miembro de la familia de banqueros Rothschild (Edouard) desde 2005, quien no se “hizo de izquierdas” (porque Liberation no lo era), sino que compró la mayoría de acciones del periódico para salvarlo de la quiebra y nutrir dicho medio de columnistas reaccionarios próximos a las tesis liberal-sionistas, como su editor Laurent Joffrin o el falso filósofo ultraderechista de Bilderberg, Bernard Henry Lévy, otro mangante que se disfrazó de progre en el pucherazo del Mayo francés para luego vender neoliberalismo e injerencismo imperialista.

Lejos quedaban los tiempos en que su fundador, el filósofo neoizquierdista, Jean Paul Sartre, quiso darle un barniz progre-independiente a la política francesa al calor de las protestas estudiantiles de los años 60. No se puede esperar mucho del panorama “informativo” actual en Francia donde los medios hegemónicos que controlan la opinión pública francesa como es el caso del socialdemócrata Le Monde y el conservador Le Figaro, gozan del respaldo de grandes editoriales como Dassault y Hachette, vinculadas ambas con la industria militar y de inteligencia francesa.

Por tanto, olvídate (como en España) de que hagan en Francia periodismo de investigación sobre “su” Escuela de “idiomas” Hyperion, la red Gladio o la patraña de los atentados yihadistas en Europa, es decir, el renombrado como Gladio B. Con despachar el asunto como “teoría de la conspiración” ya cubren el expediente al terrorismo de Estado.

 

 

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FUENTES:

http://diquadila.splinder.com/post/21833945

La guerra secreta de Estados Unidos para subvertir la democracia italiana, Arthur E. Rowse

Puppetmasters: El uso político del terrorismo en Italia, Philip Willan.

Terrore Rosso, de Pietro Calogero, Carlo Fumian, Michele Sartori

http://diapason.typepad.com/diapason/brigate_rosse/

http://www.storiain.net/storia/hyperion-e-i-misteri-italiani-della-strategia-della-tensione/

https://comedonchisciotte.org/strane-alleanze-parte-prima/

http://tueriesdubrabant.winnerbb.com/t2114-organisation-hyperion

https://www.lettera43.it/it/articoli/politica/2015/10/13/sequestro-moro-lombra-di-mossad-e-cia/157207/

http://www.pmli.it/gallonimorosapevabrinfiltrate.htm

http://www.pangea.news/chi-ha-ucciso-davvero-aldo-moro-la-p2-le-brigate-rosse-i-servizi-segreti-israeliani-gli-americani-francesco-cossiga-indagine-sullomicidio-che-ha-cambiato-litalia-seconda-punta/

 

La Escuela de idiomas Hyperion de París, la central eléctrica terrorista “roja” de la CIA y el Mossad para Europa (4)

 

16 DE MARZO DE 1978: UN COMANDO DE GLADIO SECUESTRA AL DIRIGENTE DEMOCRISTIANO ALDO MORO Y ASESINA A SUS CINCO GUARDAESPALDAS. LA PROPAGANDA OFICIAL SEÑALÓ LA AUTORÍA DE LA ACCIÓN AL GRUPO TERRORISTA BRIGADAS ROJAS

 

 

LA INTELIGENCIA ISRAELÍ Y NORTEAMERICANA DETRÁS DEL SECUESTRO Y ASESINATO DE ALDO MORO (2)

 

Recordemos brevemente, de la mano de Paul L. Williams (ya citado en otra entrada sobre Gladio), cuatro puntos esenciales del secuestro de Aldo Moro en Via Fani el 16 de marzo de 1978 y su posterior asesinato (el cuerpo fue depositado en el maletero un vehículo R4 en Via Caetani el 9 de mayo de 1978):

(1) Los pistoleros que asesinaron a los guardaespaldas de Moro en Via Fani fueron asesinos altamente especializados, con habilidades que superaban con creces las de unos “brigadistas aficionados» que carecían de entrenamiento militar

(2) Los asesinos utilizaron uniformes de la compañía aérea Alitalia con el fin de identificarse unos a otros.

(3) Moro había estado cautivo en un complejo de apartamentos propiedad del SISMI, la agencia militar de inteligencia de Italia, que se detalla más adelante. 

(4) Las balas que acribillaron el cuerpo de Moro fueron tratadas con una pintura especial para preservar en el anonimato la munición que estaba utilizando la red terrorista Gladio de la OTAN.

Cuando las famosas cartas escritas por Moro en cautividad se encontraron más tarde en un refugio de las Brigadas Rojas en Milán, los investigadores esperaban que revelarían evidencias clave. Pero Francesco Biscioni, que estudió las respuestas de Moro a las preguntas de sus captores, concluyó que la práctica totalidad de las mismas habían sido mutiladas cuando se transcribieron. No obstante, en un pasaje sin censura, Moro se preocupó por cómo las fluidas relaciones de Andreotti con sus colegas de la CIA iban a afectar a su destino.

Las dos personas con más conocimiento de las cartas de Moro fueron asesinadas. Uno de ellos, el general de los Carabiniere a cargo de la lucha antiterrorista, Carlo Alberto Dalla Chiesa, fue trasladado oportunamente al feudo de la mafia, en Sicilia, en definitiva al matadero, donde fue asesinado por encargo en 1982, pocos meses después de haber investigado y reconocido las palabras que faltaban en las cartas de Moro. Otro, el gran periodista inconformista, Mino Pecorelli, fue asesinado en una calle de Roma en 1979, apenas un mes después de informar que había obtenido una lista de 56 fascistas en la policía que iban a ser traicionados por Licio Gelli, el jefe de la Logia P2. Tomaso Buscetta, un informante de la mafia bajo un programa de protección de testigos en los EEUU, acusó a Andreotti de ordenar ambos asesinatos por temor a ser descubierto.

Giovanni Spadolini fue otro personaje clave en el “affaire Moro”. Spadolini era un político del Partido Republicano Italiano que desempeñó los cargos de Presidente del Consejo de Ministros de Italia entre 1981 y 1982 y ocupó los ministerios de Defensa y Educación, además de la presidencia del Senado italiano. Es decir, Spadolini no era precisamente un “segundón” de la política italiana sino alguien con mucho poder.

Uno de los hallazgos relativos al caso Moro son unas notas atribuidas a Spadolini que fueron encontradas en la sede de la Fundación que lleva su nombre en Florencia. Dichos documentos inéditos se referían a la participación del Mossad y de la inteligencia norteamericana en el secuestro de Aldo Moro, en los cuales aparecían anotadas referencias en varios cuadernos escritos por el propio Spadolini en el curso de algunas conversaciones privadas que mantuvo con el ex Presidente de la República y ex Ministro del Interior, Francesco Cossiga.

Las notas, que datan de octubre de 1990, fueron descubiertas antes del verano por la magistrada Antonia Giammaria, asesora de la propia Comisión Fioroni, y contienen elementos importantes sobre el contexto en el que se produjo la tragedia de Aldo Moro y sobre la posible implicación de los servicios secretos israelíes y estadounidenses. El hecho de que los documentos en cuestión se guardaran en un armario blindado, y no en los archivos personales de Spadolini, sugiere que el contenido de dichos documentos estaba clasificado o sujeto a altas restricciones.

Las notas resumen la decepción de Spadolini por el nombramiento de Moro como jefe de gobierno. Spadolini también informa sobre la posición socialista que sugirió a raíz del descubrimiento de los documentos de Moro una iniciativa de los servicios estadounidenses o israelíes. «Hay muchos documentos secretos porque se refieren a aspectos delicados de la política. No recuerdos ni nada más que correspondencia o, como en este caso, informes de entrevistas grabadas», según explicó Cosimo Ceccuti, director de la Fundación Spadolini.

Ferdinando Imposimato Presidente honorario de la Corte Suprema de Casación y juez de instrucción del caso Moro, publicó un libro titulado La Repubblica delle stragi impunite (Newton Compton 2012), donde aborda la estrategia de tensión, el enigma de via Sicilia, las bombas de Piazza Fontana de 1969, las masacres de 1974 (tren Italicus y Piazza Della Loggia en Brescia), la masacre de Bolonia, el ataque del Addaura y la masacre de via Capacci.

Imposimato, a pesar de que deja entrever (en su libro 55 días que cambiaron Italia) la reiterada arma de distracción masiva de la participación soviética en el “caso Moro”, deja claro que hubo contactos entre las Brigadas Rojas y los servicios secretos israelíes y estadounidenses para desestabilizar Italia”. Entre 1971 y 1973, ambas agencias de inteligencia se pusieron en contacto con los brigadistas Mario Moretti y Alberto Franceschini, ofreciéndoles armas, financiamiento y cobertura de diverso tipo, pidiendo a cambio intensificar su compromiso de desestabilizar la situación política italiana. Este programa se implementaría a través de acciones políticas y militares más llamativas de las Brigadas Rojas.

Imposimato en la sección del libro titulada «Los días de Judá» especifica que el 7 de octubre de 2008 fueron a verle a su despacho en Roma, el teniente Mario Paganini, el brigadier Giovanni Ladu y otros miembros de la Guardia di Finanza (GdF, la militarizada Hacienda Pública italiana) de Novara. «Ladu había escrito un breve memorial en el que afirmaba haber estado con otros miembros de la GdF, del 24 de abril al 8 de mayo de 1978, en la víspera del asesinato de Aldo Moro y el descubrimiento de su cadáver en el Renault rojo estacionado en Via Caetani, Roma, para supervisar el apartamento de la prisión donde se encontraba el presidente de la Democracia Cristiana». Imposimato le preguntó a Ladu por qué había dejado pasar todos estos años sin haber hecho antes esta revelación sin que ello implicase “desestabilizar” el orden político.

Ladu respondió: «No he dado este paso antes por varias razones. En primer lugar, porque guardé, junto con otros funcionarios que saben mis propias cosas, silencio y secreto sobre lo que había sucedido y lo que habíamos visto y oído. En segundo lugar, en el momento de los acontecimientos yo era muy joven y temía las posibles consecuencias no solo sobre mi carrera, sino también sobre mi seguridad y la de mi esposa «.

En la entrevista entre Ferdinando Imposimato y Giovanni Ladu, se señala que algunos funcionarios de la GdF tenían deberes de observación. Llevaban camisetas y uniformes negros y se activó una cámara “a través de la cual vimos la fachada del apartamento de lo que entendimos que era la prisión de Aldo Moro». Varios guardias llegaron a Roma y estuvieron bajo las órdenes de siete oficiales uniformados. Algunos de ellos, incluido Ladu, entraron en un edificio cerca del edificio que debían revisar. El ex soldado indica que «En la tarde del 24 de abril, todos hicimos una inspección fuera del estudio en la calle número 8 de Via Montalcini para examinar el apartamento desde afuera y revisar los contenedores de basura como nos dijeron que hiciéramos «.

El brigadier de la Guardia di Finanza también reconstruye otro episodio: «La vigilancia se dirigió a otro edificio donde se instaló un monitor conectado a una videocámara dentro del vestíbulo de entrada a través de Via Montalcini 8. Se conectó un segundo monitor a la cámara instalada cerca de la iluminación de una farola. Había micrófonos de amplio rango colocados en el apartamento del lugar de detención del Honorable (Aldo Moro) conectados a las grabadoras. Recuerdo que dos de estas cintas las encontré dentro de uno de los dos contenedores de basura que vaciamos y personalmente se lo entregué al representante de carabinieri que estaba allí con nosotros «.

Ferdinando Imposimato recibió correos electrónicos de otro misterioso personaje que repite la misma versión de los hechos, llamado Oscar Puddu, un probable pseudónimo, quien relata que «La operación Moro estuvo prevista para que interviniera un comando de ocho personas pertenecientes a los GIS (Grupos de Intervención Especial) de los Carabinieri y se realizaría el 8 de mayo de 1978, pero se canceló el día anterior». Imposimato dice que tal vez se implementó un trabajo masivo de desorientación e intimidación sistemática hacia aquellos que sabían la verdad. La versión contenida en el libro de Imposimato está respaldada por una entrevista publicada el 19 de agosto de 2010 (firmada por Laia Vantaggiato), realizada a Franco Piperno, ex líder de Autonomia Obrera.

En un artículo en el Corriere della Sera del 1 de marzo de 2010, Paolo Brogi escribe: «Fue en Via Gradoli 96, interior 11, segundo piso, donde vivieron en la primavera de 1978, durante el secuestro de Moro, los brigadistas Mario Moretti y Barbara Balzerani. Lucia Mokbel, que era la inquilina de al lado, en el interior 9, convivía con Gianni Diana, quien trabajaba para un administrador de bienes raíces y empresas que estaban en manos de los servicios secretos. Los mismos servicios secretos que tenían apartamentos en Via Gradoli a nombre de una empresa fantasma. Mokbel contó que había escuchado a las tres de la mañana el tictac de una transmisión en Morse que venía del departamento adyacente, es decir, la guarida de las Brigadas Rojas”

Varios agentes de policía llamaron a varias puertas del edificio el 18 de marzo en una operación de control durante la cual identificaron a numerosos inquilinos, mientras que muchos apartamentos se encontraron sin personas viviendo en los mismos y, por lo tanto, al no tener la autorización para forzar las puertas, se limitaron a pedir información a los vecinos presentes. Pero Lucía Mokbel agregó que había entregado a los policías una nota en la que decía que había escuchado señales en Morse desde el apartamento adyacente la noche anterior. Pero esa nota, que debía entregarse al Comisionado Elio Cioppa (quien luego fue miembro de la Logia masónica P2), nunca se encontró.

Según el escritor comunista Sergio Flamigni «Moretti y los otros carceleros describieron la celda de la prisión de Moro como una madriguera (según Braghetti, una celda de noventa centímetros de ancho y dos metros de largo, según Maccari, de un metro de largo y dos metros de ochenta metros de largo), donde el prisionero no podía andar, a lo más levantarse y dar un par de pasos, porque en ese espacio tenía que haber una cama, una mesita de noche, un inodoro químico y un recipiente con agua.

Era una celda completamente insonorizada y sin aire por la cual un ventilador pasaba aire a través de un tubo de dos metros a través de un agujero en la puerta (pero el ventilador solo funcionaba unas pocas horas al día). Todo esto confirma que ese encarcelamiento podría haber servido para un secuestro a corto plazo, no para una detención de 55 días, y mucho menos para un cautiverio que durase de 6 o 9 meses como los brigadistas planearon inicialmente».

Steve Pieczenik, un experto “antiterrorista” negociador de rehenes del Departamento de Estado de EEUU, es decir, un alto funcionario de Washington, se reconoció asímismo como uno de los cerebros del crimen de Aldo Moro. En el libro de entrevistas Matamos a Moro. Después de 30 años, un protagonista emerge de la sombra, este siniestro y turbulento personaje de Gladio reconoció que “Yo puse en práctica la manipulación estratégica que condujo a la muerte de Aldo Moro para estabilizar la situación de Italia”.

Dice Pieczenik que “Los brigadistas podrían haber tratado de condicionarme diciendo que cumplirían con sus demandas. Pero mi estrategia fue que no debía de funcionar de esa manera, que iba a ser yo el que iba a decidir que había que matarlo a costa de ellos. Esperaba que se dieran cuenta del error que estaban cometiendo y que si hubieran liberado a Moro ese movimiento habría hecho fracasar mi plan. Hasta el final tuve miedo de que liberasen a Moro. Y esto habría sido una gran victoria para ellos».

Realmente habilidosa la estrategia de tensión formulada por Pieczenik, con medias verdades y otras trapacerías (la supuesta “victoria brigadista”) tratando de realzar el “status” de las Brigadas Rojas como grupo con objetivos político-militares propios cuando sólo era una maquinaria engrasada de violencia para ser utilizada a discreción por Gladio.

Con todo, esta “confesión” de Pieczenik es tremenda y ha sido sistemáticamente ignorada en la sociedad italiana y por parte de los teóricos de la inexistente “conspiración soviética” (por razones obvias). Pieczenik afirmó haber fingido iniciar una negociación con las Brigadas Rojas cuando ya se había decidido que la vida del estadista era el precio a pagar. Pieczenik no tiene problemas en decir que: «Mi receta para desviar la decisión de las Brigadas Rojas fue manejar una relación de fuerza creciente e ilusión de negociación. Para obtener nuestros resultados, tomé el control de todos los comités psicológicamente, y les dije a todos que yo era el único que no había traicionado a Moro por el simple hecho de no haberlo conocido «.

Pieczenik explica que «Moro, durante su cautiverio y en un momento de desesperación hizo revelaciones muy importantes para sus carceleros sobre políticos como Andreotti. Fue en ese preciso momento cuando Cossiga y yo dijimos que teníamos que empezar a activar la estrategia de tensión para las Brigadas Rojas. Abandonar a Moro y hacerlo morir con sus revelaciones. Además, los carabineros y los servicios de seguridad no lo encontraron o no quisieron encontrarlo «.

Las famosas cartas de Moro, descubiertas entre otros por el periodista Mino Pecorelli y el general de carabineros Alberto Dalla Chiesa. Durante la preparación del documental francés «Les derniers jours de Aldo Moro», el periodista Emmanuel Amara solicita a Pieczenik si quiere ser entrevistado, dando su aprobación el norteamericano. La entrevista se reporta en el libro mencionado. Uno de los relatos más inquietantes de Pieczenik es el que sigue: «Comprendí inmediatamente cuáles eran los deseos de los actores en el campo de juego. La derecha quería la muerte de Aldo Moro, las Brigadas Rojas lo querían con vida, mientras que el Partido Comunista, dada su posición de estabilidad política, se mantenía al margen”.

Esta afirmación, de un personaje tan relevante como Pieczenik, es decisiva para esclarecer y desmontar, una vez más, a los teóricos del complot soviético y el Este socialista (la RDA) en el asesinato de Aldo Moro, como es el caso del infame pseudohistoriador de la inteligencia italiana, Gianluca Falanga. Si realmente los servicios secretos de los países socialistas deseaban la muerte del líder democristiano utilizando supuestamente a un brazo terrorista de extrema izquierda afín a su credo…¿Cómo se casa con el hecho de que, como así se ha demostrado, las Brigadas Rojas (las que, obviamente, desconocían que estaban infiltradas) quisieran salvaguardar la vida de Moro?

A continuación, Pieczenik, afirma hechos (nada creíbles)  como que “Francesco Cossiga, por su parte, quería sano y salvo a Moro», lo cual es falso porque Cossiga, Ministro del Interior en 1978, como jefe de Gladio, sabía que la CIA había instrumentalizado a las Brigadas Rojas para decidir el destino fatal de Moro. Además, Cossiga afirmó lo siguiente a la BBC cuando Moro fue asesinado: «La muerte de Aldo Moro aún pesa mucho sobre los demócrata-cristianos, al igual que la decisión a la que llegué […] de sacrificar prácticamente a Moro para salvar a la República»

Dice Pieczenik, «muchas fuerzas dentro del país tenían programas claramente diferentes, lo que creó una perturbación, una interferencia muy fuerte en las decisiones tomadas en los niveles más altos. Mi primer objetivo fue ahorrar tiempo, mantener a Moro con vida el mayor tiempo posible. El tiempo necesario para que Cossiga recuperase el control de sus servicios de seguridad, calmara a los militares, impusiera firmeza a una clase política inquieta y restaurase un poco de confianza en la economía”.

Y aquí sí, Pieczenik dice una verdad insoslayable: “era necesario evitar que los comunistas de Berlinguer ingresaran en el gobierno, poner fin a la capacidad de dañar a las fuerzas reaccionarias y antidemocráticas de la derecha y era deseable que la familia Moro no iniciara una negociación paralela, evitando el riesgo de que Moro fuera liberado antes de la fecha de vencimiento. Pero me di cuenta de que, al llevar mi estrategia a sus últimas consecuencias, manteniendo a Moro con vida el mayor tiempo posible, no me quedaría más remedio que sacrificar al rehén por la estabilidad de Italia. Esperé treinta años para revelar esta historia. Espero que sea de utilidad. Lamento la muerte de Aldo Moro. Le pido perdón a su familia y siento pena por él, creo que nos habríamos llevado bien, pero tuvimos que utilizar a las Brigadas Rojas para matarlo «.

 

 

 

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FUENTES:

http://diquadila.splinder.com/post/21833945

La guerra secreta de Estados Unidos para subvertir la democracia italiana, Arthur E. Rowse

Puppetmasters: El uso político del terrorismo en Italia, Philip Willan.

Terrore Rosso, de Pietro Calogero, Carlo Fumian, Michele Sartori

http://diapason.typepad.com/diapason/brigate_rosse/

http://www.storiain.net/storia/hyperion-e-i-misteri-italiani-della-strategia-della-tensione/

https://comedonchisciotte.org/strane-alleanze-parte-prima/

http://tueriesdubrabant.winnerbb.com/t2114-organisation-hyperion

https://www.lettera43.it/it/articoli/politica/2015/10/13/sequestro-moro-lombra-di-mossad-e-cia/157207/

http://www.pmli.it/gallonimorosapevabrinfiltrate.htm

La Escuela de idiomas Hyperion de París, la central eléctrica terrorista “roja” de la CIA y el Mossad para Europa (3)

 

 

 

LA INTELIGENCIA ISRAELÍ Y NORTEAMERICANA DETRÁS DEL SECUESTRO Y ASESINATO DE ALDO MORO (1)

 

A pesar de las campañas de descrédito en Italia contra el juez Calogero y otros magistrados tratando de socavar la pista sobre la instrumentalización del terrorismo “rosso” por parte de la inteligencia norteamericana y el Mossad israelí, con la complicidad de gran parte de los aparatos de seguridad italianos, si hay una “verdad” que se acerca a lo que fue el entramado Gladio en Italia, es la señalada anteriormente; la que ha provocado que el “establishment” occidental tenga que echar mano de la maledicente frase de “teorías de la conspiración” o bien buscar pistas falsas provenientes del Este socialista (“enrevesados complots soviéticos, checos o de la RDA”), para reflotar de vez en cuando la “guerra fría”.

Las certezas que sugieren la participación de la inteligencia occidental e israelí en el manejo del terrorismo europeo y en el crimen del presidente de la Democracia Cristiana de Italia, Aldo Moro, ocurrido el 9 de mayo de 1978, han sido confirmadas reiteradamente por testigos de primera mano (desde brigadistas arrepentidos hasta hombres claves de la política italiana). Giovanni Galloni (ex vicepresidente de la Democracia Cristiana, ex Ministro de Educación y ex vicepresidente del Consejo Superior de la Magistratura, CSM) fue uno de los que reveló las sospechas sobre el trasfondo turbio del secuestro y posterior asesinato de Aldo Moro, confirmando la hipótesis de un papel activo de la CIA y el Mossad en ese crimen. Galloni, que era un hombre de plena confianza de Moro,  dijo:

«No puedo olvidar una charla con Moro unas semanas antes de su secuestro: discutimos sobre las Brigadas Rojas y las dificultades para encontrar sus guaridas. Y Moro me dijo: «Mi preocupación es esta: que conozco con seguridad la noticia de que tanto los servicios secretos estadounidenses como los israelíes se han infiltrado en las Brigadas Rojas, pero no hemos sido advertidos de esto, de lo contrario les habríamos detectado «.

Galloni, agregó, a propósito de su amigo personal, Aldo Moro, que “en los 55 días de cautividad de Moro tuvimos muchas dificultades para contactar con los servicios secretos estadounidenses, dificultades que no encontramos durante el secuestro del general Dozier». Recordar que el general estadounidense de la OTAN, James Lee Dozier, fue «secuestrado» en Verona por las “Brigadas Rojas» el 17 de diciembre de 1981 y liberado sin una herida de bala tras un asalto de las fuerzas especiales del NOCS (un grupo especial de la policía italiana) el 28 de enero de 1982.

El “secuestro” de Dozier recordaba y mucho al que cuatro años antes (1977), en España, habían “realizado” los GRAPO con el teniente general Emilio Villaescusa el mismo día (24 de enero) que, casualidad,  asesinaron a 5 abogados  comunistas en la calle Atocha, dentro de la estrategia de tensión de Gladio. La “acción” de los GRAPO, no está de más recordarlo, fue un “secuestro” de guante blanco (igual que el de Antonio María Oriol un mes antes) donde la policía española liberó a ambos sin disparar un sólo tiro mientras los “grapos” abrían educadamente la puerta al “comando policial” dirigido por el comisario cloaquero franquista Roberto Conesa.

La forma rápida y aparentemente «brillante» de la liberación de Dozier despertó fuertes sospechas sobre la posibilidad de que los secuestradores fueran infiltrados por los servicios secretos estadounidenses. Galloni confirma estas sospechas, revelando una especie de política de doble estándar por parte de los servicios secretos de EEUU: en el caso del “secuestro” de Dozier tuvieron una actitud colaborativa, mientras que en el caso del secuestro de Moro se negaron a colaborar en absoluto.

Las revelaciones de Galloni confirman plenamente lo que siempre se ha denunciado y apoyado desde los círculos críticos que explican el terrorismo italiano como una matriz creada en los bajos fondos de la inteligencia occidental, es decir, que el caso del secuestro, detención y asesinato de Aldo Moro fue planeado y ejecutado a través de la infiltración de la CIA y el Mossad en las llamadas «Brigadas Rojas», para evitar que se llevase a cabo el plan de Moro de pilotar un gobierno de coalición o “unidad nacional” de la Democracia Cristiana con el Partido Comunista. Y la Escuela Hyperion fue desde donde, probablemente, se organizó todo el complot ya que servía de fachada operativa-refugio clandestino a las Brigadas Rojas.

Galloni agrega a la entrevista otros detalles importantes, como la observación de que «todos los magistrados que trabajaron en la investigación sobre el secuestro de Moro dijeron que las declaraciones de las Brigadas Rojas no eran del todo convincentes. Los brigadistas interrogados nos dicen que nos contaron todo, pero sabemos que no es así…Algo les ha mantenido en silencio. Queda por saber qué es lo que querían encubrir y surge la pregunta también en relación con el papel desempeñado por los servicios secretos italianos, que respondieron primero ante los colegas estadounidenses de la CIA y sus superiores antes que a los jueces italianos»

El ex vicepresidente de la Democracia Cristiana y del CSM, en sus muchos viajes a los EEUU, entre 1978 y 1984, afirmó que «Escuché que la CIA estaba extremadamente preocupada por Italia, por el hecho de que si los comunistas llegaban al gobierno los EEUU no pudieran poner bases militares en Italia, una cuestión de vida o muerte para ellos (los americanos), de tal forma que para impedir ese ascenso al poder de los comunistas hubiera sido justificable.»

Galloni, también dijo que “el asesinato del periodista Mino Pecorelli, vinculado a los servicios italianos «ocultos» (el SID y la Logia P2) y a la CIA y editor de la revista “Observatore Politico”, pudo haber sido motivado por las cosas que el periodista pudo revelar». Pecorelli, como se ha dicho en las entradas anteriores, puso de manifiesto la estructura Think-tank-Hyperion de la CIA y el Mossad para el manejo del terrorismo rojo de las Brigadas Rojas (entre otras organizaciones terroristas) y sacó a la luz muchas turbiedades del asesinato de Aldo Moro.

Las revelaciones de Galloni sobre la participación de los servicios secretos estadounidenses en el secuestro de Moro también están respaldadas por un testimonio del periodista de L’Unitá Luigi Cancrini, quien en un artículo en el mencionado periódico de 7 de julio de 1990 informó sobre las confidencias que le hizo el criminólogo Franco Ferracuti, profesor de psicología jurídica en la Universidad de Sapienza, un hombre vinculado a los servicios secretos, la Logia masónica P2 y parte de la comisión del Ministerio del Interior de Francesco Cossiga que fue creada a raíz del secuestro de Moro. El profesor le reveló a Cancrini que las reuniones de la Comisión «no sólo fueron frecuentadas por los norteamericanos, sino que fueron dirigidas sustancialmente por dos funcionarios de la CIA».

A pesar de todo, las declaraciones de Galloni fueron, como era de prever, ignoradas tanto por la derecha neofascista berlusconiana y de la Democracia Cristiana como por una parte de la «izquierda» liquidacionista acomodaticiai italiana, la heredera del PCI, quiénes han convergido perfectamente para negar cualquier interpretación del secuestro y asesinato de Moro, que no sea atribuirlo exclusivamente en clave de una ideología «terrorista-revolucionaria» de las llamadas «Brigadas Rojas».

Representantes del “establishment” italiano, al más alto nivel, como el infausto ex ministro del Interior durante el secuestro de Moro, Francesco Cossiga, y otro de similar calaña, Paolo Guzzanti, intentaron blindar a toda costa la farsa oficial del caso Moro. El primero, mediante una larga carta que escribió al periódico “L’Unitá» en la que ridiculizó a Galloni hablando de «los recuerdos siniestros de Galloni», afirmando que en el momento del secuestro de Moro Galloni no le comentó nada acerca de las preocupaciones de Aldo Moro por la infiltración de CIA-Mossad en las “Brigate” por lo que no le resultaban fiables y las desautorizaba, a pesar de ser Galloni la mano derecha de Aldo Moro en la Democracia Cristiana.

El segundo, el neofascista de Forza Italia, Guzzanti, rusófobo y antisoviético militante, montó un circo en el Parlamento italiano llamado Comisión Mitrokhin (en honor al comediante-farsante ex espía ruso Vassily Mitrokhin, un personaje oscuro comprado por el servicio secreto británico en el exterior (el MI6) para fabricar fábulas antisoviéticas, y cuyos testimonios-falsedades (en realidad obra del historiador oficial del MI6, Christopher Andrew) se utilizaron  para acusar a la KGB de estar detrás del atentado contra el Papa Juan Pablo II (ocurrido en mayo de 1981) y prácticamente de toda la estrategia de tensión política ocurrida en Italia en los años de plomo, incluido el manejo del terrorismo de las Brigadas Rojas.

Guzzanti, que es editorialista en «Il Giornale», medio propiedad de la familia Berlusconi de la que también es director adjunto, rechazó las revelaciones de Galloni ya que decía eran el resultado de una tesis falsa difundida entonces por el servicio secreto soviético KGB, según él, el verdadero infiltrado en las “Brigadas Rojas» y el que ordenó y dirigió el secuestro y asesinato de Moro. Lo de Guzzanti fue un “show” propagandístico de la extrema derecha, para contrarrestar las fuertes evidencias sobre los nexos Gladio-aparatos del Estado italiano-Brigadas Rojas-CIA.

En cuanto a Cossiga, hay que decir que no era sorprendente que Galloni no le hubiera contado las preocupaciones de Moro, especialmente si Galloni era depositario de las confidencias del estadista asesinado ya que ambos, Moro y Galloni, conocían el papel de Francesco Cossiga como jefe de Gladio y, por lo tanto, el Ministro del Interior (Cossiga) era el primer enlace directo con los servicios secretos estadounidenses de la CIA.

Del neofascista Guzzanti y su tesis “kagebiana” sobre la muerte de Moro, interviniendo los soviéticos en el control y manejo de las Brigadas Rojas, hay que decir que no resiste un análisis mínimamente serio y se queda en una burda teoría de la conspiración que se lanzó muy seguramente desde las cloacas de inteligencia para ser publicitada por sus amanuenses político-mediáticos y pseudohistoriadores como Gianluca Falanga (el último en rescatar dicha tesis) con el único fin de oscurecer la trama Gladio de la CIA-Mossad.

Y, en cualquier caso, suponiendo que Moro hubiese sido secuestrado por un servicio secreto adversario de la CIA, ¿Cómo era posible que ésta, la CIA, y las innumerables agencias de seguridad italianas (SISDE, SID, SIFAR, SISMI, DIGOS, etc), no supieran nada al respecto y no pudieran encontrar el lugar de confinamiento del secuestrado tras 55 días?. No lo podían encontrar por una sencilla razón: porque Aldo Moro estuvo cautivo en un complejo de apartamentos propiedad del SISMI (la inteligencia militar de Italia).

Quizás lo más significativo en torno al crimen de Aldo Moro es que cuatro años antes de su muerte, durante una visita a los EEUU, cuando era ministro de Asuntos Exteriores, Moro, leyó el acto fundacional del Compromiso Histórico con el Partido Comunista ante el Secretario de Estado Henry Kissinger y un oficial de inteligencia desconocido. La viuda de Moro, años después, resumió las amenazantes palabras de Kissinger ante lo declarado por su marido: “Debe abandonar la política de unirse a las fuerzas comunistas del país o lo pagará muy caro”.  Advertencia que también le hizo el presidente de EEUU, Jimmy Carter.

Moro quedó tan conmocionado por las amenazas, según un asistente, que enfermó al día siguiente y acortó su visita a los EEUU diciendo que estaba acabado para la política. No obstante, Moro siguió adelante al igual que la presión de EEUU para “sugerirle” que abandonara toda pretensión de alianza con los comunistas, como sucedió en 1976, cuando el Senador estadounidense Henry Jackson emitió una advertencia similar durante una entrevista en Italia. Poco antes de su secuestro, Moro se decidió a escribir un artículo respondiendo a sus críticos de EEUU, pero finalmente no lo publicó.

Durante el cautiverio de Moro, la policía italiana se inventó lo ininventable afirmando haber interrogado a millones de personas y haber efectuado miles de registros en viviendas en toda Italia. Pero el juez inicial que investigaba el caso, Luciano Infelisi, dijo que no tenía policía a su disposición y que estaba realizando la investigación con un solo mecanógrafo y sin siquiera un teléfono en la sala. Agregó, además, que no recibió ninguna información útil de los servicios secretos durante el tiempo de la investigación.

Otros magistrados investigadores indicaron en 1985 que el motivo de la inacción de los aparatos de inteligencia italianos con el secuestro de Aldo Moro era que todos los oficiales policiales y de inteligencia involucrados en la investigación pertenecían a la poderosa Logia masónica P-2 (Gladio) y, por lo tanto, actuaban a las órdenes de Licio Gelli (el jefe de la P2) y la CIA. Gladio, la Mafia y Washington tenían el aparato perfecto para ejecutar la acción terrorista contra Aldo Moro con un grado de profesionalidad militar y el día después no dejar rastro.

De hecho, Alberto Franceschini, uno de los “líderes” brigadistas, se quedó sorprendido cuando el supuesto comando de las “Brigadas Rojas” secuestró a Aldo Moro y asesinó a sus cinco guardaespaldas (sin provocar un rasguño al dirigente democristiano), diciendo que “Nunca pensé que mis camaradas tuvieran la capacidad operativa de llevar a cabo una operación militar tan compleja. Siempre nos recordamos a nosotros mismos como una organización formada por jóvenes inexpertos”.

Alberto Franceschini es probablemente uno de los jefes de las Brigadas Rojas más confiables y que más verdades ha dicho del entramado terrorista. El único que acusó a Mario Moretti y Giovanni Senzani, otros “jefes” brigadistas, de ser agentes de la CIA y de captarle para la organización. Franceschini, en una entrevista realizada el cinco de septiembre del año pasado afirmó con contundencia que “Israel utilizó a las Brigadas Rojas para desestabilizar Italia y debilitarla a nivel geopolítico. Aldo Moro fue asesinado con el apoyo del Mossad israelí quien había contactado con miembros de las Brigadas Rojas como Renato Curcio y otros”. Lo que en cierta forma confirma la tesis del periodista Mino Pecorelli de la red secreta Think-tank pro-israelí en la que estaban implicados los brigadistas de la Escuela de idiomas Hyperion, de París. Y al mismo desmiente la teoría de que el Mossad contactó con los brigadistas “sin éxito”.

Franceschini, junto a Renato Curcio, Margherita Cagol y Roberto Ognibene fue miembro fundador de las Brigadas Rojas. Franceschini decidió a “abrir el dossier Mossad” hablando con el escritor y periodista Antonio Ferrari, que lo entrevistó para el «Corriere della Sera». El ex líder brigadista de 71 años pagó su factura con justicia y dice que entonces, en los «años de plomo», había «cosas que no se podían decir».

Franceschini, en la entrevista, habla abiertamente de las infiltraciones que tuvieron las Brigadas Rojas ¿Nombres? El omnipresente Mario Moretti, teóricamente el líder de las Brigadas Rojas durante el secuestro de Moro. «De él, de sus atrevidos giros, de sus continuos viajes por Francia, durante mucho tiempo casi nada se ha sabido». Franceschini lo retrata como «un hombre que se creía Lenin», un terrorista «víctima de un gran ego». Según Franceschini, probablemente Moretti sólo era «el cartero de las preguntas respondidas por otros”.

Tal vez, añade Ferrari, la sugerencia fue hecha por el profesor Giovanni Senzani, «autor de numerosas maldades terroristas», que la comisión Moro ha identificado como vinculadas a nuestros servicios secretos». Franceschini denuncia sin vacilar el papel de la escuela parisina «Hyperion» y de su anfitrión, Corrado Simioni. Luego ataca las maniobras francesas, las sospechas de los ingleses, y la certeza -estas son sus palabras- de que «las Brigadas Rojas mantenían relaciones con el Mossad, el servicio secreto israelí».

El Mossad se puede decir que llegó silenciosamente a las Brigadas Rojas en todas las fases de sus incursiones terroristas. Patrizio Peci, el más conocido arrepentido brigadista, habló largo y tendido de ello con el general de carabineros Carlo Alberto Dalla Chiesa, luego asesinado por la mafia en Palermo. Franceschini lo confirma y añade: «No nos pidieron que matáramos, sino que hiciéramos lo que quisiéramos. Ofrecieron armas y asistencia. Su objetivo declarado era desestabilizar Italia». La función del Mossad sería no dirigirles sino controlarles a distancia.

Como dice el historiador Sergio Flamigni, «La verdad de la masacre de Vía Fani (el asesinato profesional de los cinco guardaespaldas de Aldo Moro) y el secuestro y el asesinato del líder democristiano, cuyo cuerpo apareció en Vía Caetani, constituyeron una operación internacional en la que el secreto de estado en varios países continúa en vigor. En otras palabras, la participación de poderes aliados entre sí se mantiene oculta. Este no es un crimen doméstico, sino un complot internacional. Los tiradores que realizaron 49 de los 90 disparos sobre los guardaespaldas de Moro nunca han sido identificados».

Y es interesante resaltar lo de “poderes aliados” puesto que ello desmonta el bulo de la participación soviética o de la RDA en dicho complot. Con lo de aliados Flamigni se refiere, obviamente, a potencias occidentales con intereses de inteligencia comunes, no a la ridícula teoría de la “cámara compensatoria” que algunos han pretendido ver como una extraña alianza entre potencias de ideología opuesta para “garantizar el equilibrio geopolitico post-Yalta”.

¡Cómo la URSS a través de su KGB se iba a “conchabar” con la CIA para asesinar a Moro, mientras la agencia americana intentaba socavar a la Unión Soviética y al Este socialista y trataba de impedir con su red Gladio el auge del comunismo en Europa Occidental!. Que los soviéticos participasen junto a la CIA en el crimen, o bien en solitario o en asociación con la Stasi (como han propagado algunos personajes delirantes como Gianluca Falanga) para “liquidar” a Moro, es simplemente esperpéntico.

Los brigadistas, en definitiva, no eran nada más que marionetas de muy bajo perfil, aficionados cuyos hilos los movían otros. Dos días después del crimen de Aldo Moro, un oficial del servicio secreto le dijo a la prensa que los perpetradores parecían que tenían todas las habilidades de haber sido entrenados como un comando especial, claramente de origen militar.

 

 

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FUENTES:

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La guerra secreta de Estados Unidos para subvertir la democracia italiana, Arthur E. Rowse

Puppetmasters: El uso político del terrorismo en Italia, Philip Willan.

Terrore Rosso, de Pietro Calogero, Carlo Fumian, Michele Sartori

http://diapason.typepad.com/diapason/brigate_rosse/

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https://comedonchisciotte.org/strane-alleanze-parte-prima/

http://tueriesdubrabant.winnerbb.com/t2114-organisation-hyperion

 

La Escuela de idiomas Hyperion de París, la central eléctrica terrorista “roja” de la CIA y el Mossad para Europa (2)

 

JUECES ITALIANOS CONTRA GLADIO

 

 

LA JUSTICIA EN ITALIA EN LOS “ANNI DI PIOMBO” («AÑOS DE PLOMO»): PROFESIÓN DE ALTO RIESGO

 

De Italia se podrán decir muchas cosas, casi ninguna positiva en lo que se refiere a su sistema político y a los probados nexos de la alta clase política italiana con las cloacas de inteligencia, internas y externas (EEUU-Israel), el Vaticano, la masonería y el crimen organizado. Pero si queda (o quedaba) algo respetable en el país transalpino es un puñado (exiguo pero determinante) de jueces que se han atrevido a indagar en las pocilgas terroristas del Estado, con resultados a veces dramáticos (para ellos mismos).

Se podrían citar jueces como Carlo Mastelloni, Rosario Priore, Pietro Calogero o Felice Casson. Este último, fue quién sacó a la luz parte del conglomerado Gladio mediante el acceso, previa autorización del que era entonces primer ministro (de Gladio) Giulio Andreotti, a los archivos del servicio secreto SISMI (inteligencia militar italiana) de Fort Braschi en Roma, aunque su investigación nunca llegó, como era previsible, hasta el final ya que se encontró con muchos documentos, al igual que testigos clave, que habían “desaparecido” y, por otra parte, él mismo confesó que su integridad estaba en juego tras comprobar el alcance de la conspiración de Gladio.

Otros jueces, sin embargo, sucumbieron al crimen organizado, pagándolo con su vida, como fueron los casos de los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados en emboscadas tendidas por los aparatos del Estado italiano quienes contrataron a miembros de la mafia para llevar a cabo su asesinato. Borsellino, y esto es sumamente revelador, no sólo investigaba las conexiones de la mafia con el Estado, sino que también estuvo tras la pista de la red Gladio de la OTAN, muy seguramente la causa principal de su asesinato.

Años antes, jueces como Vittorio Occorsio habían sido asesinados a tiros a manos de pistoleros de ultraderecha-Gladio (Ordine Nuovo) vinculados estrechamente con los aparatos del Estado. Occorsio fue asesinado en julio de 1976 e investigaba a la Logia P2 de Licio Gelli (una rama de la CIA-Gladio) y a la propia organización Ordine Nuovo. Uno de los autores materiales del crimen contra Occorsio fue el sanguinario fascista Pier Luigi Concutelli que en el momento de su detención, 13 de febrero de 1977, se le incautó una metralleta Marietta Ingram con la que había asesinado a Occorsio.

La metralleta de Concutelli había sido “comprada” en España, en concreto, había sido adquirida en EEUU por el comisario franquista Roberto Conesa (experto en manejar los hilos terroristas desde las cloacas) a nombre de la Comisaría General de Información de Madrid. Concutelli, no lo olvidemos, había “actuado” en España como un activo terrorista del Gladio español, junto a otros neofascistas italianos (como Stefano delle Chiaie) y españoles, fundamentalmente en atentados realizados durante la “transición” (Montejurra, abogados de Atocha, el secuestro del dirigente de ETApm, Pertur. y otros sin determinar).

Por ejemplo, la autoría de Gladio en el atentado contra los abogados laboralistas de Atocha, en enero de 1977, aquí ignorada totalmente, fue confirmada por un informe confidencial del Comité Ejecutivo de Servicios de Inteligencia y Seguridad (CESIS), una agencia bajo la Presidencia del Consejo de Ministros de Italia. A pesar de ello, sobre el atentado de 1977 sigue predominando la impermeable versión oficial de que tres terroristas españoles de extrema derecha actuaron de forma individual, aunque es evidente que lo hicieron con la cobertura de la policía y los servicios secretos españoles (el CESID).

Precisamente, de este último atentado, los jueces Pier Luigi Vigna, de Florencia, y Alberto Macchia, de Roma, dedicados durante años a investigar la subversión fascista italiana y sus conexiones en el extranjero, declararon al diario Il Messaggero que, a partir de las declaraciones de un terrorista italiano arrepentido, que estaba colaborando con la justicia, llegaron a la conclusión de que un neofascista italiano había participado en el ametrallamiento del grupo de abogados de la calle Atocha el 24 de enero de 1977”. Y recuerdan que las autoridades españolas nunca respondieron a los magistrados italianos cuando éstos formularon requerimientos sobre dicha cuestión. Algo que tiene su explicación cuando la ultraderecha italiana de Gladio (al igual que la española) gozó en la “transición” de la protección del Ministerio del Interior, el servicio secreto CESID y la policía.

 

EL CERCO JUDICIAL  A HYPERION

 

El magistrado de instrucción Rosario Priore y el asistente del fiscal Nicola Amato, llegaron a las siguientes conclusiones respecto al papel de la “Escuela de idiomas” Hyperion:

a. La Escuela Hyperion es un centro de suministro de armas a las Brigadas Rojas. Estas armas se recogen en Oriente Medio y se distribuyen a grupos terroristas europeos. Utilizando el mismo modus operandi, armas más sofisticadas provienen de Suiza, España y Alemania Federal.

b. Hyperion envía «pequeñas columnas» de terroristas al Líbano y otros países para someterse a entrenamiento militar y aprender a utilizar “la guerra de guerrillas urbana”. Cuarenta franceses e italianos fueron arrestados en un campo de entrenamiento palestino durante la invasión de Israel en el Líbano.

c. Hyperion «administra» una red de refugios en territorio francés donde los terroristas se resguardan después de cometer los atentados. Hyperion es un punto de encuentro entre terroristas europeos de varias organizaciones.  

 

Por otra parte, se descubrió que:

 

– Las actividades de la tripulación de una barcaza llamada Justine amarrada en el río Sena (la escuela Hyperion se encontraba a escasa distancia del emblemático río parisino) alquilada por un armenio, recibió a miembros de la escuela y poseía una “selva” de antenas de radio en lo que era un «escondite» de escuchas telefónicas, confirmando que Justine era, de hecho, uno de los refugios de los brigadistas en Francia.

– La otra rama importante de la red Hyperion se encuentra en Londres, con una cobertura socioprofesional idéntica a la de París, mientras que otro centro radicado en Bruselas no es menos importante. El centro de de Bruselas está camuflado bajo la razón social de una escuela de idiomas llamada Eurologos. Su fundador y director, es Franco Troiano (brigadista de la CIA), milanés, tiene un pasado muy similar al de sus colegas parisinos Berio y Simioni.

– Troiano viene de la izquierda «extraparlamentaria», más precisamente del grupo Sinistra Proletaria y fue, a finales de los 60, miembro del grupo terrorista GAP (Grupo armado proletario). Se “amalgamó ideológicamente” a principios de los años 70 pero esto no le impidió encontrarse con el brigadista Mulinaris varias veces. Su último contacto fue en el aeropuerto de Zaventem (Bruselas), donde Troiano subió a bordo de un vehículo con placa diplomática.

 

El armazón terrorista de Hyperión estaba empezando a ser desmantelado por unos cuantos magistrados italianos (Priore, Mastelloni y el juez de Padua Pietro Calogero) y ya se sabía con certeza que la Escuela era una encrucijada de terroristas alemanes, palestinos, vascos, irlandeses, franceses, belgas y, obviamente, los italianos de las Brigadas Rojas. En su sede parisina de la calle Tournelle, 27, se celebraban encuentros internacionales en los que participaban jefes de las Brigadas como Mario Moretti, Anna Laura Braghetti, Vincenzo Guagliardo o Giovanni Senzani.

En París, pero también en Rouen, localidad francesa ya mencionada en la entrada anterior, en un castillo de Normandía (vigilado por sensores y sofisticadas alarmas sólo disponibles por los servicios mililtares y de inteligencia occidentales), se reunían dirigentes de la RAF (Fracción del Ejército Rojo alemán), ETA, IRA (Ejército Republicano Irlándés) y Brigadas Rojas junto a representantes palestinos, libios y sudamericanos con los que se ponían de acuerdo sobre el tráfico de armas, los ataques a realizar y quizás llevar a cabo las masacres.

¿Pero quién coordinaba verdaderamente las actividades de todos esos grupos armados? ¿Alguien se puede creer que tal organización logística y militar era indetectable para los servicios secretos franceses, italianos o de la propia CIA? Por muy “intelectuales” que fueran ni eran tan listos ni organizar tal infraestructura estaba a su alcance. Los investigadores italianos estaban convencidos de la peligrosidad de la «estructura» Hyperion y comenzaron a investigar la misteriosa escuela.

Pero las altas esferas del poder judicial italiano y los servicios secretos franceses, en lugar de colaborar, obstruyeron las investigaciones con todos los medios y ordenaron su paralización. Esto sólo podía ser posible si Hyperion estaba bajo la tutela de una organización poderosa cuyos hilos provenían del Estado profundo.

Entonces, un manto de silencio cae sobre las actividades del Hyperion y cuando el brigadista Vanni Mulinaris es arrestado en Italia, desde París llega una fuerte presión para su liberación. El hecho es que, a pesar de la insistencia de los magistrados italianos, en las confesiones de los arrepentidos y en los documentos encontrados en los distintos escondites, las instituciones francesas persistieron en su actitud y desalentaron toda petición para seguir investigando el Instituto.

Que la Escuela Hyperion era «un centro de información vinculado a la inteligencia norteamericana» cada vez era más evidente. Fue precisamente el juez italiano de Padua, Pietro Calogero, quien a finales de 1978 pidió a la policía de Roma que se pusiera en contacto con la policía francesa para llevar a cabo una investigación confidencial sobre el grupo armado italiano de las Brigadas Rojas. Según el magistrado Calogero, fue el entonces director del Servicio Inteligencia Civil de Italia, SISDE, Giulio Grassini, quien solicitó a los servicios franceses información sobre una oficina de Rouen, dependiente de la escuela de idiomas Hyperion, porque investigadores italianos la consideraban «un servicio de información vinculado a la CIA».

Pero el 24 de abril de 1979 el diario Corriere della Sera publicó un extenso y detallado artículo titulado «Según los servicios secretos, el cuartel general de las Brigadas Rojas está en París». Esa misma tarde, durante el programa Notturno dall’Italia de la RAI, se retomó la noticia, se habló de conexiones también en otras ciudades europeas y, al mismo tiempo, se dio el nombre del filósofo Toni Negri, además de los de los brigadistas Simioni, Mulinaris y Berio.

Esta inoportuna y, todo hay que decirlo, sospechosa filtración de información de un medio vinculado a la Logia masónica P2 (Gladio) como el Corriere, provocó que a los pocos días se interrumpiera la investigación. De hecho, la policía francesa informó a los funcionarios romanos de que la filtración de la información los había puesto en una situación muy embarazosa, por lo que interrumpieron toda colaboración. ¿Fue o no fue deliberada la publicación del Corriere sobre Hyperion para detener las investigaciones?

Hasta ese momento, los franceses habían confirmado que Hyperion era una sede central encabezada por la inteligencia de los Estados Unidos pero las investigaciones, al margen del “inoportuno chivatazo” del Corriere, se iban a detener de todos modos ya que lo obtenido de las indagaciones de la Escuela francesa resultó ser «información vital relacionada con la inteligencia estadounidense y comprometía todo lo referido al control de la expansión comunista en países clave de Europa».

No es de extrañar que la propia Escuela cerrara “oficialmente” sus “actividades” en ese mismo año (1979), independientemente de que fuera una noticia “pactada”, ya que podía airearse el pastel Hyperion más de la cuenta  y así se evitaban males mayores. De todos modos, es difícil de creer que se hubieran cancelado las actividades clandestinas de la CIA con grupos terroristas en 1979, que hasta entonces se realizaban en la calle Tournelle 27, sin reubicarse a otra sede ultrasecreta dentro de la misma Francia, ya que la actividad armada de los grupos que allí se reunían continuó hasta bien entrados los años 90 (a excepción de las Brigadas y en el caso de ETA hasta la década de 2000). Pero esto es un misterio.

El juez Pietro Calogero escribió años más tarde (2010) un libro llamado “Terrore Rosso” (Terror rojo) en el que afirmaba que los terroristas que secuestraron a Moro en realidad estaban conectados con la CIA a través de un centro cultural francés (Hyperion). El libro «Terrore Rosso», entre otras revelaciones importantes, contiene una fundamental e inquietante: que sus investigaciones sobre el centro Hyperion en París fueron deliberadamente bloqueadas. Ese lugar, Hyperion, según Calogero, era una estructura superprotegida por un servicio de información de carácter internacional, con tareas de supervisión y control sobre los grupos que practicaban la lucha armada: «muy probablemente» se trataba de la CIA.

Pietro Calogero, como fiscal adjunto de Padua, emitió 22 órdenes de arresto el 7 de abril de 1979, contra 15 miembros de la organización de extrema izquierda Autonomia Operaia, incluyendo al filósofo Toni Negri y a otro intelectual, Oreste Scalzone, mientras que otros izquierdistas como el profesor de física de la Universidad de Calabria, Franco Piperno, y Pietro Despali “escaparon” de la redada huyendo a París (¿a Hyperion?).

Francia rechazó extraditar, en 1979, a Italia a Piperno por el “caso Moro”, tal vez porque Piperno era un importante activo de la CIA. Cabe destacar que todos los detenidos en la operación de Calogero eran notorios intelectuales, periodistas o profesores universitarios. Los detenidos fueron absueltos años después de los cargos de “insurrección” y sus penas minoradas sustancialmente.

Una de las grandes preguntas que se plantean sobre la escuela de idiomas de Corrado Simioni (Hyperion), es si estuvo protegida durante mucho tiempo, además de por la CIA y el Mossad, por un destacado personaje (hoy se diría mediático) como fue el fundador de la obra social Emaús, el sacerdote católico francés Abbé Pierre, al que muchos consideraban el «cerebro político» de las Brigadas Rojas, del que ya se habló en la anterior entrada y que tenía la excelente cubierta de una organización de caridad implantada y reconocida en medio mundo.

En este sentido, el juez Mastelloni hablaba de la complejidad de la trama  «Lo que no ha surgido a nivel judicial es el nivel de los instigadores, los mecanismos superiores que han alimentado el fenómeno del terrorismo. Hyperion era una estructura muy «intelectualizada». Y no sólo intelectualizada sino parapetada en una organización de inteligencia diseñada y perfeccionada al más alto nivel.

 

 

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FUENTES:

http://diquadila.splinder.com/post/21833945

La guerra secreta de Estados Unidos para subvertir la democracia italiana, Arthur E. Rowse

Puppetmasters: El uso político del terrorismo en Italia, Philip Willan.

Terrore Rosso, de Pietro Calogero, Carlo Fumian, Michele Sartori

http://diapason.typepad.com/diapason/brigate_rosse/

http://www.storiain.net/storia/hyperion-e-i-misteri-italiani-della-strategia-della-tensione/

https://comedonchisciotte.org/strane-alleanze-parte-prima/

http://tueriesdubrabant.winnerbb.com/t2114-organisation-hyperion

Escuela de idiomas Hyperion de París, la central eléctrica terrorista “roja” de la CIA y el Mossad para Europa (1)

 

Número 27 de la calle de la Tournelle, de París, donde estaba ubicada la Escuela de Idiomas Hyperion

 

En 1970, los “militantes de la izquierda radical” de las Brigadas Rojas (en realidad agentes del servicio secreto italiano SISMI y la CIA) Corrado Simioni, Duccio Berio, Prospero Gallinari, Innocente Salvoni y Giovanni Mulinaris, junto con el «histórico» Mario Moretti, decidieron fundar el llamado «Superclan» (abreviatura de superclandestino), una nueva estructura supersecreta con voluntad hegemónica de coordinar a diferentes organizaciones terroristas internacionales, algo que fue confirmado por Antonio Savasta, un brigadista arrepentido, quien afirmó que Simioni, Berio y Mulinaris coordinaron una estructura de enlace internacional de todas las organizaciones armadas conocidas, fundamentalmente nacidas en Europa. ¿Pero qué era el Superclan realmente? ¿El germen de organizaciones supuestamente «revolucionarias» o una tapadera terrorista de los servicios secretos occidentales?

La estructura de «Superclan» y sus coordinadores encubiertos se encontraba en París, ciudad que el brigadista Moretti visitaba a menudo y donde mantenía contacto directo con el «superclan” italiano y con dos franceses: Jean-Louis Baudet y François de Grossouvre. Baudet era miembro de un servicio de inteligencia privado, «Le Groupe», protegido por los servicios secretos franceses, el cual estaba en contacto con todas las realidades de la clandestinidad y la inteligencia en Europa y fuera de ella, mientras que De Grossouvre era integrante de la Rosa dei Venti, organización ultraderechista que tenía un pasado colaboracionista con el régimen nazi de Vichy. De Grossouvre sería luego asesor del presidente socialista francés François Mitterrand (desde 1981). Otros brigadistas como Mauro Del Prete y Giovanni Codini también fueron miembros activos en Hyperion.

La “escuela de idiomas” Hyperion, inicialmente llamada Agora, sirvió como pretexto efectivo para dar forma a la institución “superclandestina” creada originalmente por los “brigadistas” a principios de 1970. De este modo, Hyperion fue fundada “oficialmente” en octubre de 1976 por tres “pseudorevolucionarios” italianos de las Brigadas Rojas que habían participado en la creación del “superclan”: Corrado Simioni, Giovanni Mulinaris y Duccio Berio. Junto a ellos, completaron el equipo como co-fundadores Giulia Archer, Innocente Salvoni, Franco Troiano y Françoise Marie Tuscher (ésta, era una ciudadana suiza que actuaba como secretaria de la “Escuela” y estaba casada con el brigadista Innocente Salvoni). El 24 de agosto de 1977 la “academia” cambió su nombre a Hyperion debido a que Agora ya estaba registrada por otra sociedad. Se cree que sus «actividades» finalizaron «oficialmente» en 1979. La sede de Hyperion estaba situada en la calle de la Tournelle, 27, en París.

El objetivo fundacional de la escuela Hyperion, que serviría de tapadera para sus actividades clandestinas, era promover la difusión de la cultura, especialmente a través del estudio de idiomas, pero también a través de la organización de conferencias, representaciones teatrales y clases de todo tipo. Los magistrados italianos que realizaron, sin éxito, investigaciones sobre Hyperion, no lograron entender la facilidad con que el trío Simioni-Berio-Mulinaris, aparentemente sin recursos financieros, pudo recaudar fondos para una escuela de esa envergadura, sino fuera porque detrás estaban los servicios secretos de EEUU (CIA), Israel (Mossad) y el propio SDECE francés (Servicio de Documentación Exterior y Contraespionaje).

Detrás de toda esa cubierta “cultural” la realidad que Hyperion escondía era muy diferente y servía para otros fines menos “didácticos”: se trataba de un centro logístico creado por la CIA (en cooperación con el Mossad israelí) para la distribución de armas y explosivos a bandas armadas como las Brigadas Rojas, el IRA, ETA, RAF o la OLP palestina y un refugio para militantes de esas organizaciones después de llevar a cabo sus acciones terroristas. Brigadistas arrepentidos como Michele Galati, dijeron que el Instituto fue creado  con el fin de dar protección a muchos fugitivos (un “santuario”, en definitiva), así como establecer vínculos con las organizaciones antes mencionadas.

De este modo, muchos integrantes de esos grupos armados trabajaron en estrecho contacto con la “escuela” Hyperion sin darse cuenta de que tenía vínculos con la CIA (y el Mossad). Se cree que Hyperion fue un centro clave desde donde se organizó el operativo del secuestro y asesinato del líder democristiano italiano Aldo Moro, en 1978. La revista italiana L’Europeo (ya desaparecida) ofreció una abundante documentación sobre Hyperion en su edición de 29 de marzo de 1982, con el convencimiento de que esta red-escuela estaba siendo gestionada por algún servicio secreto”.

Hyperion fue en realidad la fachada «legal» del Think Tank, ya explicado ampliamente en la entrada anterior, o una de ellas junto a otras operaciones de la CIA y el Mossad (Chaos-Demagnetize, Cointelpro). Respecto de sus integrantes, no sorprende que algunos brigadistas del “superclan”-Hyperion trabajasen para la CIA y menos es difícil no pensar que los integrantes de Hyperion no tuvieran relaciones con el el espionaje francés del SDECE u otros cuerpos de seguridad franceses. En particular, dados los antecedentes que poseían algunos de ellos. Por ejemplo, uno de los fundadores de la “Escuela”, el prominente “brigadista” Corrado Simioni (según la Wikimierdia filósofo y crítico de arte italiano –sic-) había trabajado para la CIA en la conocida emisora anticomunista Radio Free Europa, creada por la Agencia Central de Inteligencia para operaciones subversivas contra el Este socialista de Europa.

Al comienzo de su carrera política, Simioni militó en las filas del PSI [Partido Socialista Italiano] del turbio Bettino Craxi, pero en 1965 fue excluido del partido por un impreciso y extraño, según el partido, “comportamiento inmoral”. Poco después, Simioni comenzó su colaboración con el Servicio de Información de los Estados Unidos (USIS), uno de los innumerables servicios secretos de ese país. Más tarde, Simioni, se especializó en Luigi Pirandello y se mudó a Munich, en Baviera, Alemania Federal, para estudiar latín y religión y reaparecer en Italia en las vísperas del Mayo del 68 francés, otra operación Gladio-Chaos de la CIA.

Del brigadista Simioni sospechó desde el principio Alberto Franceschini, uno de los fundadores de las Brigadas Rojas, quien afirmó repetidamente que Simioni era un agente de la CIA al igual que otros miembros de las Brigadas como Giovanni Senzani y Mario Moretti, estos últimos encargados de captarle para la organización. Senzani, por ejemplo, estuvo en estrecho contacto con Luciano Bellucci, agente de SISMI, y con el siniestro Francesco Pazienza, también agente ultraderechista de SISMI e implicado en la organización de la guerra sucia de Gladio en Italia.

Otro miembro de las “Brigate Rosse” de Hyperion, Duccio Berio, de origen judío y posiblemente asociado con el Mossad, admitió haber transmitido al Servicio secreto militar de Defensa (SID), información sobre grupos izquierdistas italianos. Mientras tanto, el agente de la CIA y dirigente de las Brigadas Rojas, Mario Moretti, era el que se encargaba de obtener armas y contactos en París.

Todos los profesores de la escuela Hyperion eran miembros de la organización radical infiltrada Sinistra Proletaria (Izquierda proletaria) una especie de rama política de las Brigadas Rojas. La “extraña” escuela de idiomas Hyperion tenía, por otra parte, una fachada académica irreprochable: impartía cursos a los cuadros directivos de grandes empresas establecidas en París (como Fiat, IBM, etc.), lo que constituía una manera extraordinaria de penetrar en las principales esferas de las grandes sociedades capitalistas. Incluso el acreditado Centro Beaubourg (más conocido como Centro Pompidou) tenía un concierto económico con Hyperion.

Es una evidencia considerable que la Escuela Hyperion tenía que tener vínculos con la OTAN (es decir, con la red Gladio “stay-behind”) mientras que otras informaciones sugieren que Hyperion estaba enlazada también al USIS norteamericano (el Servicio de información de EEUU), al Círculo atlántico del influyente político y diplomático italiano Edgardo Sogno y que dicha escuela estaba financiada por la Fundación Rockfeller (Trilateral). Si esta última información fuera confirmada, se podría concluir con seguridad que los «trilateralistas» neoliberales y los neoconservadores, después del fin del empuje de los movimientos juveniles de mayo del 68, intentaron, no se sabe hasta qué punto, hacer proselitismo entre intelectuales y militantes de la izquierda extraparlamentaria.

El brigadista-agente de la CIA Corrado Simioni, cofundador de Hyperion, era el encargado de “coordinar” la realización de seminarios en una villa cercana a la ciudad de Rouen (al norte de Francia), que era propiedad de la escuela. Pero, en realidad, estos seminarios tenían otro fín “pedagógico”: se trataba de reuniones donde se congregaban miembros de ETA, IRA y Acción Directa (organización terrorista francesa). Se desconoce si sólo asistían las cúpulas, las cuáles tenían que estar formadas, necesariamente, por agentes o estrechos colaboradores de los servicios de inteligencia, o también asistían los miembros “no ocultos” de esas organizaciones, es decir, los que desconocían el origen secreto de Hyperion. Es probable que ambas hipótesis sean las correctas aunque este lado de Hyperion (los grupos terroristas “no italianos”) sigue siendo desconocido.

El caso de la villa de Rouen fue particularmente significativo. Lo que más llamó la atención de los investigadores italianos acerca de dicha villa, utilizada por los “brigadistas” de Hyperion para sus “cursos”, es que estuviera protegida por un triple anillo de sensores, lo que de hecho dificultaba el acercamiento de forma clandestina e interceptaba cualquier alteración ambiental. De ahí que se planteasen dos cuestiones:

la PRIMERA, trataba del hecho de que ese sofisticado dispositivo de seguridad sólo podía estar a disposición de unas pocas potencias extranjeras y manejado a través de sus servicios militares o de inteligencia,

la SEGUNDA, se preguntaba por qué se iba otorgar una hiperprotección de esa envergadura a una villa que oficialmente servía sólo como lugar de descanso e impartición de «clases».

Así pues, Hyperion tenía toda la fachada de ser un caballo de Troya de la CIA y otros servicios secretos de Europa Occidental que estaba siendo utilizada en el contexto de la estrategia de tensión de Gladio para dirigir y ejecutar el “terrorismo de izquierda”. Después de todo, la sede de Hyperion fue descrita en un informe de la jefatura de policía italiana de DIGOS (División de Investigaciones Generales y Operaciones Especiales), en Roma, como “una de las antenas de la CIA más importantes de Europa” y habría estado protegida por los servicios secretos franceses.

Por otro lado, también se sabe que la “Academia” Hyperion recibió el apoyo de un conocido hombre clave de Gladio, el sacerdote dominico belga Félix Andrew Morlion, ferviente ultraderechista, agente de la CIA y fundador del servicio secreto del Vaticano Pro Deo en Lisboa. Morlion había tenido, años atrás, a un joven Giulio Andreotti como secretario. Otro miembro de Hyperion y de las Brigadas Rojas como Innocente Salvoni, co-fundador de la “Escuela”, afirmó que incluso contaba con la protección del mismísimo presidente francés Valery Giscard d’Estaing, mientras que el brigadista Giovanni Codini, que también formaba parte del grupo Hyperion, interrogado por el juez italiano Carlo Mastelloni, dijo a su vez que “Hyperion contó con amistades políticas como las del alcalde de Burdeos, el gaullista Jacques Chaban-Delmas, quien fue también presidente de la Asamblea Nacional francesa y ex Primer Ministro o el presidente francés François Mitterrand”

Un año antes del secuestro y asesinato del dirigente democristiano Aldo Moro, (ocurrido en mayo de 1978), Hyperion había abierto cuatro sedes comerciales en Italia que actuaban como cubiertas de la agencia de inteligencia militar italiana SISMI, incluyendo una oficina en la vía romana de Nicotera 26, otra en Viale Angelico 38 (que daba “alojamiento” al brigadista Simioni) y una tercera en Milan, en Via Albani, 33. Después del asesinato de Moro, dichas oficinas fueron, “extrañamente”, cerradas al mes siguiente (junio de 1978). También, durante el secuestro de Moro, Hyperion estuvo conectada a una cuarta “oficina”, un instituto de idioma francés cuya sede estaba en Piazza Campitelli, a ciento cincuenta metros de Via Caetani, la calle donde se encontró el cadáver de Moro.

En 1979, se encontraron los números de teléfono de Felix Morlion y del arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, apodado “el Gorila” (entonces presidente del IOR, el Instituto para las Obras de la Religión del Vaticano y “guardaespaldas” del Papa), entre el material incautado en el arresto de los miembros de las Brigadas Rojas, Valerio Morucci y Adriana Faranda, quienes estuvieron involucrados en el secuestro de Aldo Moro. Por otra parte, los “brigadistas”-agentes de la CIA Simioni, Berio, Mulinaris y Mario Moretti se habrían encargado del transporte internacional de armas (desde Oriente Medio) hacia otras organizaciones como el IRA, la OLP, ETA y RAF. Mulinaris, que sería encarcelado más tarde en relación con el tráfico de armas con la OLP, fue una de tantas piezas sacrificables que manejaron los servicios de inteligencia.

El juez veneciano Carlo Mastelloni llegó a la conclusión, en 1984, de que las Brigadas Rojas habían recibido armas de la OLP durante años. Pero este no era un flujo de operaciones en las que “la inteligencia occidental o los servicios de información policiales no se enteraban de nada”, aunque haya tontos que sigan creyendo que armas y explosivos (incluidos militares como el C4 que se utilizaron durante los atentados de Gladio y luego en el Gladio B) se obtenían por esas aleccionadas organizaciones terroristas por arte de magia o en clandestinas y hábiles operaciones de contrabando entre terroristas y traficantes de armas.

Recién llegados al abordaje de Gladio para oscurecerlo y desvirtualizarlo,  están propagandistas de nuevo cuño como el historiador italo-alemán Gianluca Falanga, colaborador en la revista Gnosis, vinculada a las agencias de inteligencia italianas y empleado en el Museo contra la Stasi de Berlín, autor del libelo anti RDA, otro más, llamado El Ministerio de la Paranoia: historia de la Stasi, publicado en 2012. Con estos mimbres ya es suficiente para adivinar qué clase de sujeto podría uno esperar. Este personaje afirma que el MfS-Stasi estuvo detrás de las Brigadas Rojas y la OLP, así como de diversos actos terroristas acontecidos en Alemania Federal y en el Tirol Sur (cuya mano negra era precisamente el otro servicio secreto alemán, el de la RFA, el BND). Para ello, Falanga se basa en supuestos documentos troceados (sic) encontrados en la sede de la Stasi, en Berlín Oriental en 1989, que supuestamente refuerzan la idea de que la inteligencia alemana oriental tuvo algo que ver en el terrorismo “rojo”, aunque no disponga de una mísera prueba convincente. La Stasi  detrás del terrorismo europeo. Un viejo adagio que siempre vuelve. De este pájaro Falanga ya daré cuenta en otra entrada reservada para él.

Pero para refutar a este último indocumentado está el periodista y escritor británico independiente Philip Willan, quien cita al propio juez italiano Mastelloni, para quien el comercio de armas entre la OLP y las Brigadas Rojas formaba parte de un tratado secreto de los Estados Unidos con los servicios de inteligencia italianos (el SISMI), mediante un encuentro, igualmente confidencial, que se llevó a cabo entre una delegación de la OLP y la CIA”. Su investigación indica que el acuerdo se produjo en 1976. Desde Hyperion se habrían enviado, igualmente, unidades de terroristas franceses e italianos para realizar entrenamiento paramilitar en campos situados en el Líbano, entre otros países árabes.

Aunque no sólo el Líbano fue el destino de militantes de organizaciones terroristas europeas. En 1976, sobre la base de las revelaciones de un funcionario anónimo del Servicio italiano de Defensa, SID, se publicó una primicia sobre la existencia de una base de entrenamienteo terrorista, con estructura militar (una base de la OTAN), en Capo Marrargiu, Cerdeña, donde fueron entrenados en el uso de armas y explosivos tanto terroristas de izquierda, de ultraderecha y palestinos.

Al investigar los jueces italianos a Hyperion y sus miembros se encontró que también estaba en su organización un personaje carismático: Abbé Pierre, de nombre real Henri Antoine Grouès, sacerdote católico francés, fundador de la conocida Organización Emaús (dedicada a las obras de caridad con los pobres y refugiados). Abbé Pierre era tío de la secretaria de la Escuela Hyperion, Françoise Tuscher (la mujer del “brigadista” Salvoni) y tenía a Simioni como secretario y vicepresidente de la Fondation Abbé Pierre.

Cuando Corrado Simioni, Duccio Berio y Vanni Mulinaris, después de las revelaciones de dos arrepentidos (Michele Galati y Antonio Savasta), fueron investigados por tráfico de armas, Abbé Pierre se apresuró a ir a Italia para defender la causa de sus protegidos. Coincidencia o no, el hecho es que el trío de brigadistas fue absuelto por cargos de terrorismo y tráfico de armas. El brigadista Simioni era tan influyente que Abbé Pierre inclusó lo llevó a una audiencia ante el Papa Juan Pablo II. En 2004, el ex «líder» de Superclan, Abbé Pierre, fue nombrado caballero de la Legión de Honor Francesa por su actividad de treinta años de asistencia a personas sin hogar (incluidos los brigadistas, pensaría uno con cierta sorna).

 

 

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FUENTES:

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La guerra secreta de Estados Unidos para subvertir la democracia italiana, Arthur E. Rowse

Puppetmasters: El uso político del terrorismo en Italia, Philip Willan.

http://diapason.typepad.com/diapason/brigate_rosse/

http://www.storiain.net/storia/hyperion-e-i-misteri-italiani-della-strategia-della-tensione/

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Mino Pecorelli, el titán que desenmascaró la Operación Gladio en Italia y la red secreta Think-tank (y 2)

 

El cadáver de Mino Pecorelli, recién asesinado, en el interior de su vehículo, marzo de 1979

 

En los años sesenta, la división entre los sujetos políticos, económicos y militares de inteligencia implicados en la «estrategia de la tensión» se produjo entre los que aspiraban a un golpe de Estado a la «griega» con militares y fascistas en el poder, los que se llamaban a sí mismos gaullistas que apoyaban una revisión decidida de la Constitución en sus países, haciéndola más reaccionaria y, por otro lado, los que, en cambio, pretendían simplemente “mover” las elecciones a la «derecha».

Donde no hubo división en Gladio fue en la línea estratégica a seguir a la hora de contener el avance electoral de los partidos comunistas y de izquierda mediante la manipulación de los grupos más radicales de la extrema izquierda, para ser infiltrados con agentes provocadores y militantes de la extrema derecha. El “mayo del 68” fue una zona de pruebas antagónica que se utilizó para operaciones de provocación emprendida por la CIA en Europa, en particular, para provocar la caída del presidente Charles De Gaulle por haber seguido adelante con su programa nuclear y negarse a permitir que la OTAN mantuviera sus bases militares en Francia. El Partido Comunista de Francia, que en el mayo del 68 era prosoviético, afirmó cuarenta años después que nunca tuvo nada que ver con la organización de la pantomima del mayo francés.

La intención era, por tanto, la de explotar a los grupos más extremistas y violentos de la extrema izquierda para provocar el caos, cuya responsabilidad recaería en los partidos políticos de izquierda, y, por tanto, se procedería a la represión de la misma, tanto institucional como extraparlamentaria, como de hecho así sucedió en buena parte de Europa, pero particularmente en Italia.

Con todo, hubo divisiones entre los gestores de la estrategia de tensión de Gladio para hacer frente al comunismo en Europa occidental, por diversas razones:

En primer lugar, dictaduras militares y fascistas como la de los coroneles en Grecia eran impopulares incluso a nivel internacional y habían sido condenadas por el Consejo de Europa. Y tenía su lógica ya que Europa no era Sudamérica y un régimen como el de los coroneles griegos no podía resistir al mismo nivel que el régimen chileno de Pinochet.

En segundo lugar, la «derecha» económica, neoliberal y tecnocrática no podía aceptar el estatismo y el dirigismo fascistas.

En tercer lugar, gran parte de la extrema derecha seguía siendo antisionista y pro-árabe y, aunque dicha ideología gozaba de las simpatías de los israelíes, el mencionado carácter pro-árabe de la misma no era precisamente apreciado por la facción más sionista de los servicios secretos israelíes. Es por ello que golpes fallidos como el de Borghese en Italia, en 1970, no tuvo éxito, al margen de que el presidente del país, el democristiano Giuseppe Saragat, sabía del plan e iba a declarar la ley marcial. Hay indicios de que el golpe de 1970 de Borghese en Italia fracasó porque faltaba el apoyo del influyente Giulio Andreotti. Esquemáticamente, se podría decir que la parte «moderada» que primero había dado su apoyo al golpe luego, preocupada por la participación de los neofascistas, retrocedió.

En definitiva, se generaron tres facciones estancas dentro de Gladio que, a pesar de compartir el anticomunismo, estaban cada vez más enfrentadas entre sí. Veamos:

En la primera facción estaban los representantes de una vieja derecha que era fiel a los postulados fascistas.

En la segunda facción, había nacido una Nueva Derecha más sofisticada, tecnocrática y hegemonizada por los neoliberales de la Trilateral que pretendía absorber, al menos en parte, a la Nueva Izquierda.

La tercera facción era la del «golpe blanco» o presidencialista que pretendía una revisión en el sentido presidencial de la Constitución a través de un golpe de Estado, pero con el apoyo de los partidos de centro y del Partido Socialista Italiano para reducir la influencia del PCI (Partido Comunista italiano) y eliminar a las alas extremas.

No es casualidad que todos los regímenes fascistas de Europa (España, Portugal y Grecia) y con ellos la Aginter Press, que estaba protegida por ellos, así como por la CIA y otras estructuras de la OTAN, cayeran en un corto período de tiempo. Poner fuera de órbita (nunca mejor dicho) a Carrero Blanco, desactivar desde dentro la dictadura griega y controlar la revolución blanda de los claveles en Portugal fue el paso necesario para darle rostro “cordial” a Gladio mientras éste, paradójicamente, implementaba una brutalidad terrorista sin límites por toda Europa. Y como se pudo advertir, en el mismo período de tiempo, la Think-tank o «internacional roja» y la Escuela de idiomas Hyperion se constituyeron con el probable apoyo de la Nueva Derecha. El panorama de la «estrategia de la tensión», por lo tanto, una vez liquidados los regímenes potencialmente molestos para Gladio, se volvió más amplio, complejo y dentado.

Pecorelli, además, reveló correctamente cómo los soviéticos del KGB intentaron desenmascarar los complots del golpe de Estado en Italia. La preocupación, de hecho, surgió tras el golpe de Estado de los coroneles griegos en 1967, donde se había proscrito al Partido Comunista y, en general, a los partidos de izquierda. También en el mismo año, y precisamente unos días después del golpe griego, los periodistas Eugenio Scalfari y Raffaele Iannuzzi revelaron, con una auténtica primicia, el plan del general de los Carabinieri, Giovanni De Lorenzo, para un golpe de estado que debería haber sido ejecutado en el verano de 1964. Años más tarde, Iannuzzi había confesado que la información le fue transmitida por el KGB.

En este punto hay que advertir que algunos (en Italia) vuelven con la retorcida teoría conspiranoica del KGB con su supuesta y nunca probada participación en la estrategia de tensión en Italia y en el resto de Europa durante los años de plomo. Aunque algunos de esos teóricos limiten la contribución de los soviéticos a una estrategia más “modesta” (en contraposición a los propagandistas de la guerra fría anticomunista), no deja de ser una táctica de camuflaje para encubrir las onerosas realidades del Gladio de la CIA y la OTAN. La línea política soviética era, como mucho, privilegiar la relación con el Partido Comunista Italiano favorececiendo a la facción pro-soviética pero, en ningún caso, implicándose en la creación y planificación de terrorismo…¡para encima perjudicar a los suyos!, sabiendo, además, que la CIA y la inteligencia italiana lo utilizaban precisamente para desprestigiar y demonizar al comunismo occidental.

Pecorelli, basándose en informes de inteligencia (la francesa del SDECE) ya había dado una interpretación completamente acertada de los hechos de la «estrategia de tensión» en Italia (pero extensible a otros países de Europa como Alemania, Bélgica o España), que hacían referencia exclusivamente  a una organización matriz americano-atlantista y a una «ramificación» paralela israelí, mientras que Pecorelli excluía del radio de acción de Gladio a los soviéticos a los que se daba un tratamiento únicamente preventivo y de desenmascaramiento de la red clandestina.

Después de la caída de los regímenes fascistas de Europa y de varios intentos de golpes de Estado, se propuso por Gladio abrir un frente político con operaciones quirúrgicas menos invasivas tales como la penetración en instituciones y partidos para cambiarlos radicalmente, seleccionar políticos, consolidar un bipartidismo de tipo angloamericano (EEUU-Reino Unido), reducir del papel de los sindicatos, impulsar el control del poder ejecutivo sobre el poder judicial, dar vía libre a las fuerzas del orden contra la disidencia (tolerancia cero), marginar a las alas políticas extremas (del PCI) controlar los medios de comunicación, revisar la Constitución, etc….

Era el llamado Plan de Renacimiento Democrático, una especie de programa de la Nueva Derecha Italiana para una «renovación» del país. Pero paralelamente al Plan de Renacimiento, también se renovó la «estrategia de tensión mientras se liquidaba la Aginter Press «negra» y se fundaba la Hyperion «roja» con el objetivo de controlar y manipular a los grupos armados marxistas leninistas y autonomistas europeos (ETA, RAF, Brigadas Rojas, IRA, Action Directé…).

El propósito de la nueva fase de Gladio que señaló Pecorelli, que habría comenzado en enero de 1973 y terminado en 1976, era crear un área más amplia disponible para el trotskismo, que en adelante sería utilizada como arma de chantaje e intimidación contra el propio Partido Comunista italiano. En resumen, Pecorelli dejaba claro que el terrorismo de estos movimientos armados, ya fuesen de extrema izquierda o extrema derecha, era el de ser simples piezas de ajedrez manipulables al servicio de esta o aquella parte política o militar, según sus intereses. De hecho que existiera un grupo terrorista que reclamase una acción a menudo para lo que servía era para ocultar otras matrices. Este es un concepto a tener en cuenta con respecto a las operaciones terroristas de cierto nivel que se produjeron en aquellos años, como fue el secuestro y asesinato de Aldo Moro.

 

La revista de Pecorelli, L’Observatore Politico, criticaba duramente al Vaticano

 

Precisamente, el desencadenante del asesinato del líder democristiano Aldo Moro fue la oposición interna en Italia y externa (EEUU) al acuerdo entre el Partido Comunista de Italia y la Democracia Cristiana para un gobierno de cohabitación en el país. Los grandes sectores económicos, financieros, multinacionales, servicios secretos, masonería, militares, políticos con conexiones en la OTAN, parte de la Trilateral y el CSIS (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales) prepararon el destino final de Moro. Toda esta oposición se puede decir que estuvo reunida en torno a la Logia Masónica P2 de Licio Gelli, centro de referencia anticomunista donde se instalaron jefes del Ejército, los servicios secretos, fuerzas de seguridad o miembros prominentes de la mafia italo-americana como Michele Sindona.

Pecorelli ya había señalado con el dedo acusador a los responsables directos de la muerte de Aldo Moro: esos sectores del establishment «masónico», militar, político, diplomático y económico de los Estados Unidos, Italia y también de la OTAN, cuya preocupación nunca fue una violencia terrorista que controlaban adecuadamente para sus fines sino el abrazo entre Moro y el comunista Berlinguer. Lo que temían era el Gran consenso electoral.

Por lo tanto, era necesario hacer algo. Y, de hecho, el incansable Mino Pecorelli advirtió que «estas son las razones que han llevado a los EEUU a ponerse a trabajar activamente en la Embajada de Roma. Operando en Italia un núcleo de 50 marines expertos en guerrilla urbana y antiterrorismo. Podrán colaborar con nuestros servicios de seguridad, que evidentemente no recopilan suficiente confiabilidad más allá de los suyos «.

Es necesario recordar que el increíble Mino Pecorelli, el pertinaz cazador de noticias más allá de la noticia, no era un periodista cualquiera. En su revista L’Observatore Politico se solía publicar el contenido del corrupto «andamiaje» de los servicios secretos. Pecorelli, como miembro de la Logia P2, conocía perfectamente a su jefe masón, Licio Gelli, agente de la CIA y una de las principales, sino la que más, cabezas operativas del terrorismo de Gladio en Italia. Por lo tanto, era presumible que hubiera una relación entre las palabras anteriores de Pecorelli y la famosa copia del Manual de campo anticomunista 30-31 B que fue hallada en el doble fondo de la maleta de la hija de Gelli en el aeropuerto italiano de Fiumicino, en junio de 1982.

Pecorelli, acostumbrado a los mensajes e insinuaciones «transversales», dejó unas claves cuanto menos curiosas, a modo de oxímoron, con un artículo titulado “Las Brigadas Rojas han sido decapitadas y, sin embargo, días calurosos esperan al país”. Una profecía envuelta bajo un halo de misterio que anticipaba el crimen de Aldo Moro. El mismo dirigente democristiano asesinado lo tenía bien claro ya que según Giovanni Galloni, ex vicepresidente del CSM (Consejo Superior de la Magistratura), luego Ministro de Educación, amigo y colaborador de Moro, éste era perfectamente consciente del hecho de que la CIA y el MOSSAD israelí se habían infiltrado en las Brigadas Rojas.

Pecorelli sabía muchas cosas….demasiadas, en un momento donde la “guerra caliente del terrorismo de Estado” estaba en su punto álgido y nadie se atrevía, como era lógico, a abrir la caja terrorista de Pandora. Entre otras, Pecorelli, como buen «piduista» (miembro de la Logia P2) estaba al tanto de las actividades menos edificantes del democristiano Giulio Andreotti y ya no digamos de otros muchos asuntos turbios, como fue la revelación de las complicidades del caso Moro (EEUU, la CIA, la inteligencia italiana, la Logia P2 y la mafia) y la creación de una central eléctrica para el manejo del terrorismo izquierdista europeo controlada por el Mossad israelí.

Pecorelli fue asesinado el 20 de marzo de 1979, casi un año exacto de la emboscada de Gladio en Via Fani contra Aldo Moro, El crimen contra Pecorelli fue una acción probablemente ejecutada por la mafia siciliana o la Banda della Magliana, en un claro trabajo por encargo ordenado “desde arriba” (Andreotti fue juzgado y absuelto años después por ordenar dicho crimen). La “Magliana” era un grupo criminal compuesto por delincuentes comunes, neofascistas del terrorista NAR (Núcleos Armados Revolucionarios) y la mafia, integrado dentro de la estructura criminal superior de Gladio, con el objetivo de hacer los “trabajos” más sucios de la organización secreta. A Pecorelli le dispararon con el cañón de un revólver introducido en la boca, de acuerdo con un ritual de la mafia, reservado para aquellos que saben demasiado y se atreven a revelarlo. Es un tratamiento que también se puede aplicar a los «traidores».

Pero la muerte del formidable Pecorelli lo único que hizo fue reforzar su sólido e inmenso trabajo de desentrañar la Operación Gladio de la CIA y sus conexiones con Hyperion-Think-Tank y la propia Logia P2. Pecorelli fue un titán insobornable del periodismo de investigación que no dudó en denunciar abiertamente el crimen organizado desde el Estado.

 

 

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FUENTES:

 

http://diquadila.splinder.com/post/21833945
La guerra secreta de Estados Unidos para subvertir la democracia italiana Arthur E. Rowse
Puppetmasters: El uso político del terrorismo en Italia por Philip Willan.
http://diapason.typepad.com/diapason/brigate_rosse/
http://www.storiain.net/storia/hyperion-e-i-misteri-italiani-della-strategia-della-tensione/
 https://comedonchisciotte.org/strane-alleanze-parte-prima/
 http://www.cogitoergo.it/niente-di-nuovo-sotto-lo-stesso-sole/

Mino Pecorelli, el titán que desenmascaró la Operación Gladio en Italia y la red secreta Think-tank (1)

Carmine «Mino» Pecorelli

Los primeros en mencionar la existencia de una “central subversiva” llamada Hyperion, cuyo nombre en clave era Think-tank, bajo la que se escondía la fachada de una “Escuela de Idiomas” en París (de la que se hablará en siguientes entradas más a fondo junto a sus protagonistas políticos) fueron, en 1974, nada menos que el “célebre” ex Primer Ministro italiano, Giulio Andreotti, quien destapó la red Gladio, y otro personaje igualmente sórdido, Guido Giannettini, periodista, agente de los servicios de inteligencia militares italianos del SID (Servicio de Información de Defensa) y militante neofascista que estuvo implicado en el atentado de Piazza Fontana de 1969, en Milan.

Giannettini, habló ampliamente sobre este centro parisino en un memorándum de cuarenta páginas manuscritas que escribió durante un vuelo a Italia, en las que afirmó, entre otras cosas, que en los primeros meses de 1973 se iba a establecer en París un centro terrorista de extrema izquierda controlado por los servicios secretos israelíes. Su nombre en clave, era T.T. (Think-Tank).

Para Giannettini, los actos de terrorismo organizados por esta “central eléctrica” (sic) habrían respondido a la necesidad del Mossad y del gobierno israelí de prevenir las tendencias proárabes y antiisraelíes en distintos países. Los instrumentos manejables del Mossad en el extranjero habrían o, según Giannettini, los partidos socialistas y las formaciones revolucionarias de la izquierda extraparlamentaria. Giannettini atribuyó la «estrategia de tensión» de los años 70-80 fundamentalmente al Mossad y a las facciones pro israelíes que existían dentro de los servicios secretos de la OTAN, incluida la CIA.

La inteligencia israelí, de hecho, se habría intentado poner en contacto, repetidamente, con miembros de las Brigadas Rojas como Francesco Marra, Marco Pisetta y Silvano Girotto, puesto que, en paralelo con los servicios norteamericanos y los afines a la OTAN (BND, MI6, SISMI, etc), el Mossad se relacionó tanto con el terrorismo «negro» de Ordine Nuovo como con terroristas de las Brigadas Rojas.

También la información de Giannettini fue corroborada por el gran periodista italiano CarmineMino” Pecorelli (basándose en un informe del servicio de inteligencia francés, el SDECE -Servicio de Documentación Exterior y Contraespionaje-). Pecorelli trabajaba en un medio relativamente “modesto”, L’Observatore Politico, pero muy influyente, y hacía un periodismo de investigacióni que no estaba dispuesto a pasar por el filtro de la automordaza. Pecorelli no era un periodista cualquiera ya que era miembro de la todopoderosa Logia Masónica P2 de su jefe, el agente de la CIA Licio Gelli, y disponía de estrechos vínculos con políticos al más alto nivel como era el caso del democristiano Giulio Andreotti (ambos, Gelli y Andreotti, pilares centrales de la red Gladio).

También Pecorelli tenía contactos, además del SDECE francés, con los servicios de inteligencia de Italia, en concreto a través de la amistad que tenía con el que había sido ex director del SID (Servicio de Información de Defensa), Vito Miceli, miembro del parlamento italiano por el neofascista MSI que estaba siendo investigado por el golpe de Estado de Valerio Borghese (1970) y por pertenencia a la organización ultraderechista Rosa dei Venti.

Según la información de inteligencia de que disponía Pecorelli, en la estructura “think-tank”, “trotskistas pro-americanos y el Mossad, el servicio ultrasecreto de Israel, trabajan juntos para evitar que el componente pro-árabe prevalezca dentro de los movimientos extraparlamentarios europeos». Aunque Pecorelli se centró en la importante contribución del Mossad a la estructura antes descrita, es evidente que la CIA u otros servicios de inteligencia estadounidenses y de los países de la OTAN, incluidos los de España (aunque no pertenecía entonces a dicha organización militar) también participaron en ella.

Un punto importante a resaltar es que la IV Internacional o Think Tank troskista tendría su sede en Bruselas, es decir, nada menos que en la ciudad donde está ubicado el Cuartel General de la OTAN lo que no era precisamente la mejor opción para crear una organización presuntamente «revolucionaria» y que iba a basarse en posiciones antiamericanas y anti-OTAN. Esto significaba básicamente dos cosas:

PRIMERO: que la T.T (Think Tank) no era, como es lógico, realmente «revolucionaria», sino una estructura al servicio de la estrategia de una matriz americano-israelí de inteligencia

SEGUNDO: que los otros servicios secretos de la OTAN podrían haber tenido fácilmente relaciones con la T.T. En definitiva, lo que se pretendía era insertar un caballo de Troya en una izquierda occidental cada vez más antisoviética, hostil a los partidos comunistas occidentales y en una línea progresivamente «desmarxistizada», así como impulsar la creación de un reservorio útil para ejecutar operaciones terroristas de falsa bandera.

Entre los servicios secretos estadounidenses e israelíes se pensó que podían crear una zona de influencia utilitarista de la extrema izquierda (la trotskista) porque, en su mayor parte, estaba en contra de la URSS y del Pacto de Varsovia (como demostró abiertamente esa “izquierda” en la “primavera de Praga” de 1968 y en 1989 con la caída en dominó de los países socialistas). En este sentido fue posible influir en un sentido pro-americano y «reclutar» a elementos izquierdistas. Mientras tanto, por el lado israelí pretendían llevar a esos militantes de extrema izquierda a posiciones pro-israelíes y alejarlos de las pro-árabes y pro-palestinas que, ciertamente, estaban muy extendidas. No hay que olvidar que buena parte de los principales líderes juveniles del «mayo francés» eran de origen judío.

El uso de Pecorelli del término “trotskistas” tenía su lógica. Durante la Guerra Fría muchos trotskistas que conspiraron contra la URSS de Stalin se refugiaron en los EEUU, país donde, en cierto modo, el propio Trotsky había echado raíces y el Partido Comunista estadounidense, tras la campaña maccarthista de los años 40, fue encauzando su ideología hacia el “trotskismo” y la “Nueva izquierda”, influida por intelectuales como Herbert Marcuse.

Alrededor de 1968, se podría afirmar que el «reclutamiento» de trotskistas por parte de la inteligencia americana y judía había sido masivo. A principios de los años setenta la difusión del llamado «neoconservadurismo» en los Estados Unidos aumentó, en respuesta a la ola de movimientos izquierdistas de los años 60. No sorprende, por ello, descubrir que el fundador del neoconservadurismo fue Leo Strauss, un antiguo trotskista que sustituyó el concepto de «revolución permanente» por el de «guerra permanente».

Muchos neoconservadores de hecho eran veteranos de las luchas de los años 60, ex trotskistas con raíces judías. Comenzaron a oponerse precisamente a esas luchas con las que se habían comprometido anteriormente y, sobre todo, a abandonar la posición pro-árabe de gran parte de la izquierda radical. ¿Fueron ellos los que llevaron a las facciones trotskistas mencionadas anteriormente a posiciones pro-americanas y pro-israelíes? Ciertamente, no es insólito sostener que la T.T. pudiera constituir la fase de transición de los “sesentayochoyistas” trotskistas, anarquistas y libertarios a los neoconservadores y neoliberales, en definitiva, a la transición de la Nueva Izquierda a la Nueva Derecha.

Otro hecho de singular importancia, en ese mismo año de 1973, fue la creación de la llamada Trilateral, un organismo que reunía a políticos, diplomáticos, industriales, financieros, militares y periodistas, unidos por un credo común tecnócrata, neoliberal y pro-occidental. El promotor de la organización fue David Rockfeller, de la poderosa familia de magnates petroleros y financieros, vinculado al ala «liberal» del Partido Republicano estadounidense. La Trilateral presentó un documento que denunciaba el «exceso de democracia» que trajo consigo el “mayo de 1968” y que, por lo que se refería al control de los medios de comunicación, fue sin duda la inspiración del Plan de Renacimiento Democrático para Italia con la cubierta de la Logia Masónica P2 de Licio Gelli, mediante la que se blindaban las posiciones extremistas pro-americanas y atlantistas. Los propios servicios secretos probablemente sólo eran instrumentos que seguían las directivas de la Trilateral-Rockefeller.

Parece que, en esos mismos años, algunos militantes e intelectuales de extrema izquierda se habían beneficiado de becas de la Fundación Rockfeller (como en EEUU lo fue Herbert Marcuse, el padre de la Nueva Izquierda). Entre ellos, estaría el reconocido profesor izquierdista Toni Negri, admirado entre otros (en su momento) por el filósofo español Gabriel Albiac, personaje que estuvo en la luchas antifranquistas y hoy milita en el neoconservadurismo. Negri era líder de la organización Autonomía Obrera vinculada al llamado Movimiento de los 77, que también se convirtió en un reservorio del terrorismo rojo en Italia. El propio Pecorelli, en un artículo, insinuó que el profesor Negri seguía un guión escrito por los servicios secretos italianos.

Según la tesis de Pecorelli (y de los agentes del SDECE, el espionaje francés), la T.T.-Hyperion pro-americana y pro-israelí era una verdadera “central eléctrica” terrorista. donde la CIA y el Mossad habrían manipulado el terrorismo rojo. De esta manera, la estructura “think-tank” se habría traducido en operaciones de desestabilización de alto voltaje llevadas a cabo por Washington y Tel-Aviv. En particular, sobresalieron dos de ellas y en el mismo año (1973):

OPERACIÓN VOLAR A CARRERO BLANCO. La primera víctima de renombre del Think-Tank habría sido el almirante Luis Carrero Blanco, presidente del gobierno español con Franco y anteriormente enlace de la CIA en el servicio de espionaje que él había fundado, el SECED. Carrero se había opuesto a que las bases militares de EEUU en territorio español se utilizaran para apoyar la guerra de Israel (Yom Kipur) contra sus vecinos árabes (guerra que se produjo unos meses antes de llevarse a cabo su asesinato) y tampoco Carrero estaba dispuesto a ser un vasallo dócil de EEUU en política exterior. Según Pecorelli, el atentado contra Carrero fue un “trabajo” planificado por la inteligencia israelí (con la segura colaboración de la CIA), que habría utilizado a ETA para la realización del atentado.

La narrativa semioficial propagada durante largo tiempo en determinados círculos de un Carrero Blanco como supuesta “garantía de continuidad” del régimen, que suponía un estorbo para poner en marcha el proceso de una “transición democrática” en España, es el cuento de navidad que muchos se han tragado con un embudo. Carrero era un estorbo, sí, pero para EEUU e Israel y sus planes de otanizar y «sionizar» España, respectivamente. La aproximación más correcta para entender la “voladura” de Carrero en diciembre de 1973 sería, precisamente, la operación señalada por Pecorelli (“Think-Tank”), esto es, la de una ETA instrumentalizada que fue contactada por agentes externos para ejecutar un plan con el que quitar de en medio un personaje opuesto a los intereses de Gladio (EEUU e Israel).

A todo lo anterior habría que señalar un matiz muy importante que fue revelado desde dentro de la organización terrorista vasca y que corrobora, en buena medida, lo dicho por Pecorelli. Eva Forest (la mujer del dramaturgo Alfonso Sastre), entonces integrante de ETA-militar y del comando que “voló” a Carrero dijo que “la idea de matar a Carrero Blanco fue sugerida a ETA por personas ajenas a la organización. Algunas de ellas eran extranjeras”. Este testimonio, creíble, ha quedado oscurecido en el tiempo, pero es muy significativo. La “Operación Ogro” fue una entretenida película de aventuras de Gillo Pontecorvo.

OPERACIÓN CUARTEL DE LA POLICÍA DE MILÁN. La otra operación terrorista de importancia, primera en su ejecución, de “Think-Tank” se llevó a cabo en Italia, mediante un ataque contra el cuartel general de la policía de Milán, ocurrido en mayo de 1973, atentado que se atribuyó a la extrema izquierda pro-israelí y que ocasionó 4 muertos y 52 heridos. Uno de los implicados en aquel atentado, Gianfranco Bertoli profesaba ser anarquista y frecuentaba la consulta de un autodenominado médico anarquista milanés, agente de un servicio secreto israelí. Bertoli había visitado Israel, se había alojado en un kibutz (comuna agrícola israelí) y estaba en posesión de una granada de mano fabricada por Israel.

Sin embargo, la matriz «roja» de Pecorelli, en este caso, era menos convincente ya que la misma figura de Bertoli, primero informador del SIFAR (Servicio de Información de las Fuerzas Armadas) y luego del SID (el de Defensa), era equívoca. Su nombre figuraba en una lista de «gladiadores» de la organización paramilitar “stay-behind” de la OTAN y frecuentaba también los círculos de terroristas neofascistas de Ordine Nuovo en el Véneto.

Tal como se desprende de las investigaciones sobre la masacre de Piazza Fontana (1969) y la del Cuartel General de la Policía de Milán, los neofascistas venecianos fueron infiltrados en gran medida por los servicios de inteligencia militar de los Estados Unidos. Además, entre estos elementos de Ordine Nuovo, a pesar de profesar ideología neonazi, también había posiciones pro-israelíes. Parece que un grupo de militantes de la organización neofascista había sido entrenado en campos libaneses bajo el control de los israelíes y las milicias cristianas maronitas

Las objeciones a Pecorelli, meramente «técnicas», surgen del hecho de que el periodista supuso que la CIA, el Mossad y la Oficina de Asuntos Reservados de Italia de Viminale (Ministerio del Interior)  necesitaban crear organizaciones de extrema derecha para llevar a cabo ataques que se atribuyeran a la extrema izquierda. Pero aquéllas, ya existían y se remontaban al clandestinismo neofascista mussoliniano, organizaciones que se sabía estaban dispuestas a emprender acciones terroristas como la que realizaron en Portella Della Ginestra, en 1947 asesinando a 11 personas e hiriendo a una treintena dentro de una campaña de intimidación contra el Partido comunista italiano. Para ello, los neofascistas y la mafia (Salvatore Giuliano) contaron con el apoyo de la CIA, la Iglesia Católica y la Democracia Cristiana de Italia.

Los norteamericanos, tras el fín de la Segunda Guerra Mundial, utilizaron a los neofascistas en una función anticomunista y buscaron el apoyo de las altas esferas del ejército en las que se privilegiaba a los que estaban en posiciones estrictamente derechistas o con un pasado fascista.

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FUENTES:

http://diquadila.splinder.com/post/21833945
La guerra secreta de Estados Unidos para subvertir la democracia italiana Arthur E. Rowse
Puppetmasters: El uso político del terrorismo en Italia por Philip Willan.
http://diapason.typepad.com/diapason/brigate_rosse/
http://www.storiain.net/storia/hyperion-e-i-misteri-italiani-della-strategia-della-tensione/
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Las operaciones paralelas de Gladio: Desmagnetizar, COINTELPRO y CHAOS para neutralizar a la izquierda occidental (y 2)

 

Atentado del neofascista Ordine Nuovo en la Piazza della Loggia, 28 de mayo de 1974, Brescia, Italia, durante una protesta sindical y antifascista. El ataque terrorista mató a ocho personas e hirió a 102. La bomba se colocó dentro de un cubo de basura en el extremo este de la plaza. Ejemplo de la estrategia de tensión de la Operación CHAOS-Gladio

 

Como parte de la operación CHAOS se desarrolló el llamado «Proyecto 2», que consistía en el uso de agentes para fortalecer y desarrollar la «Izquierda Maoísta», proyecto donde, específicamente, los agentes de la CIA se encargaron de alentar la propagación de esa ideología (maoísmo). Algo muy lógico, si tenemos en cuenta que en aquel momento había un conflicto dentro del campo comunista entre la URSS y China, que asumió las características de conflicto armado (entre Vietnam y Camboya, por ejemplo). El objetivo principal era, por lo tanto, insertarse como una cuña en el choque entre pro-soviéticos y maoistas para profundizar en la fractura comunista, apoyando, obviamente, a estos últimos. Así pues, los estrategas occidentales de la “tensión”, en el contexto de la operación CHAOS, sugirieron que agentes infiltrados se involucraran en la Nueva Izquierda estudiantil para desarrollar una izquierda, sobre todo maoísta, en oposición al comunismo pro-soviético

En Italia, la Operación CHAOS para activar el “maoísmo” fue llevada a cabo por la Oficina de Asuntos Confidenciales de Viminale (el Ministerio del Interior), que era la competidora del Servicio Secreto de Defensa (el SID). Se utilizó para ello al movimiento fascista Avanguardia Nazionale, la organización de los terroristas Stefano delle Chiaie y Mario Merlino. Los neofascistas de Avanguardia se “disfrazaron” de “maoístas” promoviendo el uso de propaganda maoista con carteles por toda Italia. Por supuesto, no se puede olvidar el papel decisivo jugado por la Logia Masónica P2 en la Operación CHAOS de Italia, quién desplegó su poder durante todo el período que abarcó la «estrategia de tensión», es decir, cuando ocurrieron las masacres impunes en los años de plomo

Todo ello se hizo bajo la dirección de Federico Umberto D’Amato, hombre fuerte de la CIA en Italia y estrecho colaborador de Angleton. D’Amato, que se enorgullecía de ser agente de la CIA, ocupó el cargo de superintendente en la Secretaría Especial para el Pacto Atlántico y en la Oficina de Seguridad del mismo nombre, siendo miembro igualmente de la Logia Masónica P2 de Licio Gelli. D’Amato fue acusado de ser el verdadero director de la estrategia de tensión en Italia y hábil maniobrador de los grupos de extrema izquierda y extrema derecha en los años de plomo.

Otros personajes como Robert Leroy (Francia) y Jean Thiriart (Bélgica), ambos ex miembros de las Waffen SS de Hitler, estuvieron inmersos en la Operación CHAOS utilizando la fachada maoísta. El primero estableció relaciones con la Embajada de China en Berna, se apropió de la “licencia maoísta” y junto a Gerard Bulliard (un colaborador del SID, la inteligencia de defensa de Italia) participó en una reunión del llamado Frente Marxista Clandestino Revolucionario Leninista, en octubre de 1967.

El segundo (Thiriart) fundó el movimiento Jeune Europe que primero respaldó a la organización terrorista francesa OAS en su guerra contra el anti-colonialismo y luego se unió al «tercermundismo», buscando una extraña alianza entre la vieja Europa y los jóvenes países no alineados que emergían de la descolonización. En realidad, Jeune Europe era una organización de extrema derecha que, aparentemente, luchaba por crear una tercera fuerza entre EEUU y la URSS, cuando lo que verdaderamente pretendía era debilitar las posiciones pro-soviéticas con nuevos arreglos semánticos como el uso del esperpéntico término de “nazimaoísmo”, que llegó a tener cierto predicamento entre algunos movimientos estudiantiles de los 60.

El “nazimaoísmo”, donde se elogiaba indistintamente a Hitler y Mao, provenía básicamente de algunos transfugas neofascistas de Ordine Nuovo, Avanguardia nazionale y del movimiento juvenil del pacciardismo (idea tomada de Randolfo Pacciardi un ex combatiente en la guerra civil española con las Brigadas internacionales que luego fue firme partidario de la entrada de Italia en la OTAN y creador de un movimiento ultraderechista). Uno de los representantes del nazimaoísmo fue Enzo Maria Dantini, de los muchos neofascistas que fueron «reclutados» en la red Gladio. Los nazimaoístas fundaron la organización Lotta di Popolo que fue bien aceptada en el Movimiento Estudiantil. Este grupo de extrema derecha se apropió de símbolos y consignas de la izquierda radical.

En 1965, en la Rumania de Nicolae Ceausescu, Thiriart se reunió con Chou En Lai, la mano derecha del presidente chino Mao. El resultado de las reuniones se desconoce, pero lo cierto es que en Italia muchos jóvenes convergieron desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda. Rumanía, en aquel momento, quería dar la sensación de ser el Estado socialista más “autónomo” del Pacto de Varsovia y no depender “tanto” de Moscú ya que mantenía excelentes relaciones con la República Popular China. Sin embargo, años después se descubrió que el hermano de Ceaucescu estaba dirigiendo una especie de diplomacia paralela con norteamericanos e ingleses.

Según el magistrado italiano Carlo Palermo, el movimiento “maoista” de Thiriat mantuvo relaciones con hombres de la organización terrorista francesa OAS y, como es sabido, estos también fueron importantes aliados de la CIA. Incluso, militantes de la Jeune Europe como el luego jefe de las Brigadas Rojas, Renato Curcio, intentaron promover la orientación maoísta en el Partido Comunista de Italia.

De este modo, la Operación CHAOS se constituyó como un elemento de propagación de todo tipo de alianzas “antisistema” entre rocambolescas y extrañas, como era la fusión entre la extrema derecha, la extrema izquierda e incluso el nacionalismo árabe. En Italia, algunos personajes que se encontraban a la extrema derecha como Claudio Orsi y el Conde Loredan intentaron amalgamar todo ese cóctel ideológico y fundaron dos asociaciones «culturales»: la Asociación Italia-Libia para promover las relaciones con la Libia de Gadafi y La Asociación Italia-China para el contacto con los grupos maoístas. De algún modo, las directrices de la organización de Thiriart coincidían con las desarrolladas por las estructuras de la CIA y la OTAN, al menos con respecto a las relaciones con el maoísmo.

 

EL GOBIERNO EN LA SOMBRA IMPULSA LA ESTRATEGIA DE TENSIÓN EN LOS AÑOS SETENTA Y OCHENTA

 

Algunos de los más prominentes halcones neoconservadores del CSIS (Centro de Estudios Estratégicos Internacionales), el think tank diseñado para controlar férreamente la política exterior de EEUU y garantizar la hegemonía política global del imperio mediante golpes de Estado y el control y manejo de organizaciones y atentados terroristas. De izda a dcha: Henry Kissinger, Alexander Haig, William Colby y Clare Boothe Luce

 

Durante los años setenta y ochenta, kissingerianos, neoconservadores y los «halcones» más o menos republicanos de EEUU se reunieron principalmente en torno al CSIS (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales), un grupo de expertos belicistas capaz de influir profundamente en las orientaciones de la política exterior de los Estados Unidos. Los fundamentos de estos «expertos» en estrategia militar y la geopolítica eran: la hegemonía mundial de los Estados Unidos, el predominio del elemento «angloparlante» y, por lo tanto, el eje EEUU-GB y la alianza militar con Israel (por lo tanto, pro sionista). El CSIS no es (era) una institución cultural o universitaria inocua y, desde su seno, nacen las cumbres de la DIA (la agencia militar de inteligencia del Pentágono), la CIA y la OTAN.

Entre las personalidades más eminentes e influyentes de esta «reserva de cerebros» se distingue naturalmente el «maestro de la diplomacia» Henry Kissinger, miembro y fundador de Bilderberg y la Comisión Trilateral, el Almirante Alexander Haig, ex Asesor de Seguridad Nacional en el la primera administración de Nixon y, después en la posición militar más alta de la OTAN entre 1974 y 1979, el director de la CIA William Colby o la ex embajadora en Roma Clare Boothe Luce, una visceral anticomunista que cultivó excelentes relaciones con el ex ministro de Defensa de Italia, Randolfo Pacciardi, y con el embajador Edgardo Sogno, viejos conocidos del jefe de la Logia Masónica P2 Licio Gelli.

En 1969, los halcones Kissinger y Haig, en nombre de la Administración Nixon, instaron al Gran Maestro masón Licio Gelli para que “seleccionara” a 400 oficiales de alto rango de las Fuerzas Armadas italianas con el fín de formar parte de un ejército de reserva de cara a ejecutar un posible golpe de estado en Italia (en 1970 y que finalmente no se llevó a cabo). De hecho, la posición geográfica de Italia en medio del mar Mediterráneo, lo convirtió en un punto clave para los «estrategas del CSIS».

Uno de los episodios más inquietantes y siniestros que salió a la luz, pero del que apenas se ha hablado, es un documento militar de alto secreto, el Manual de Campo 30-31 B. Una copia de dicho documento fue encontrada en 1980 en el doble fondo de una maleta de la hija de Licio Gelli, jefe de la Logia masónica P2, Maria Grazia Gelli. En él se mostraban la pautas a seguir para la realización de todas las operaciones secretas antes descritas (Gladio, Chaos, terrorismo «rojo», etc).

El Manual de Campo 30-31 B consistía en la capacitación e instrucción de miembros de fuerzas especiales militares y de cuerpos de élite enmarcados en los servicios de inteligencia militar de los Estados Unidos para operaciones secretas. Dichas operaciones habían sido firmadas por el general William Westmoreland, ex Jefe del Estado Mayor del Ejército durante la Guerra de Vietnam quien junto con el director de contraespionaje de la CIA James J Angleton, Director de la Operación CHAOS, elaboró nuevas directrices de inteligencia de EEUU tanto para su propio país como para Europa occidental. En Turquía, España e Italia este documento circuló durante algunos años o se sabía que existía.

Citemos un extracto muy significativo del contenido del Manual de campo 30 – 31 B:

«Podría ocurrir que los gobiernos de países amigos (de EEUU) demuestren cierta pasividad o indecisión con respecto al derrocamiento de un potencial gobierno comunista o de de inspiración comunista, y que reaccionen con un vigor inadecuado a las propuestas transmitidas por las Agencias de los Estados Unidos. Tales situaciones ocurren especialmente cuando la insurgencia intenta adquirir una ventaja táctica al abstenerse temporalmente de acciones violentas, cultivando así un falso sentido de seguridad dentro de la autoridad del país amigo. En estos casos, los Servicios del Ejército de los EEUU. Deben utilizar los medios para lanzar operaciones particulares destinadas a convencer a los gobiernos de los países amigos y a la opinión pública de la realidad del peligro de la insurgencia y de la necesidad de acciones para oponerse.

Con este fin, los Servicios del Ejército de los EEUU deben intentar penetrar en la insurgencia a través de agentes en particular y misiones especiales en general, con la tarea de formar grupos de acción entre los elementos más radicales. Cuando ocurre el tipo de situación presentada anteriormente, dichos grupos insurgentes, que operan bajo el control de los Servicios del Ejército de los EEUU, deben utilizarse para lanzar acciones violentas o no violentas, según las circunstancias (…).

«En los casos en que la infiltración de estos agentes en el grupo de orientación de insurgencia no se haya implementado de manera efectiva, los efectos anteriores se pueden lograr creando y manipulando a organizaciones de extrema izquierda».

Sin lugar a dudas, nos encontramos ante un manual preparado para las llamadas operaciones de falsa bandera («operaciones bajo falsa bandera»), de «desestabilización para estabilización» que hoy día sigue plenamente vigente y encuentra similitudes extraordinarias con otros actores de matiz ideológico diferente e igualmente manipulable: los llamados “yihadistas” islámicos.

Existe, pues, en ese Manual de Campo una referencia clara y cristalina a la implementación de la estrategia de tensión en los países aliados, a fin de difundir un clima de terror, desorden y violencia que convenza a los gobiernos y a la opinión pública sobre la necesidad de una respuesta adecuada, en definitiva, dar un giro derechista a sus políticas y crear un clima favorable a las guerras imperiales.

Entonces resulta muy obvio que los «grupos de acción» mencionados en el Manual de Campo son muy similares a los «grupos paralelos» de extrema derecha de los que habló Cavallaro. Sólo que en el primer caso se hace referencia a la formación o germinación de «grupos de acción» de «izquierda» o «comunistas», pero controlados por agentes del Servicio Militar de los EEUU quiénes se infiltrarán en la cabeza de estos “grupos de insurgencia”, pudiendo así dirigir operaciones bajo «falsa bandera».

Sin embargo, la «penetración» en grupos no creados por la inteligencia no siempre se logra con éxito, por lo que no se excluye que se explote a estos grupos. De acuerdo con esta otra opción, los servicios especiales del ejército podrían «negociar» con los «rojos» para poder usarlos en su beneficio. De este modo hay una superposición casi perfecta de las modalidades operativas entre las fuerzas militares especiales de los Estados Unidos, bajo la dirección de los servicios del Pentágono, y las de grupos paramilitares como GLADIO, insertada en la red “stay-behind” de la OTAN,

En definitiva, operaciones como CHAOS de la CIA, COINTELPRO del FBI, las directivas Westmoreland y el Manual de Campo 30-31 B de las fuerzas militares especiales estadounidenses sirvieron como fuente y alimento de una amplia gama de procedimientos terroristas para ser utilizados en contra de la izquierda. Los servicios secretos estadounidenses, también con la colaboración de los servicios secretos de la zona euro de la OTAN (Italia, Francia, Bélgica, Reino Unido, Alemania, España), se comprometieron, a su vez, a infiltrarse en la extrema izquierda con el fin de provocar su descrédito y golpearla hasta atomizarla.

Como reconoció William Colby, jefe de la Estación de la CIA en Roma y luego en Saigón (Vietnam) y director de la Agencia entre 1973 y 1976: “Italia fue el laboratorio más grande jamás creado para operaciones clandestinas de la CIA”

 

 

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FUENTES:

http://diquadila.splinder.com/post/21833945
La guerra secreta de Estados Unidos para subvertir la democracia italiana Arthur E. Rowse
Puppetmasters: El uso político del terrorismo en Italia por Philip Willan.
Operation CHAOS. Matthew Sweet

Las operaciones paralelas de Gladio: Desmagnetizar, COINTELPRO y CHAOS para neutralizar a la izquierda occidental (1)

 

 

Para entender el manejo e instrumentalización de organizaciones terroristas de extrema izquierda por la CIA y el Mossad israelí en los años setenta, que se expondrá en siguientes entradas, hay que remontarse años antes a lo que fueron las operaciones paralelas al Gladio original, es decir, a la época de los primeros años 50 del siglo XX donde se empezó a gestar un “plan de choque” de Occidente para luchar contra el comunismo bajo la falsa premisa de una hipotética “invasión” del Pacto de Varsovia que nunca se iba a producir. Ello condujo a otros procedimientos clandestinos que fueron utilizados para socavar tanto la influencia izquierdista como a personajes políticos que eran demasiado comprensivos con la anterior ideología.

Durante décadas, a partir principalmente de los años 50, se gastaron millones de dólares para financiar las llamadas operaciones encubiertas de la CIA, el FBI, la DIA (el servicio secreto del Pentágono) la NSA y docenas de agencias de inteligencia, quiénes se involucraron a fondo en la manipulación, provocación y penetración en las organizaciones de izquierda en todo el mundo (terroristas o no). De este modo, se fue construyendo y procesando el concepto de enemigo de una manera tan simple que este mecanismo de coerción psicológica iba a funcionar como un reloj suizo entre el ciudadano medio de las “democracias occidentales”. ¿Quién no iba a temer al «terrorista» o al «extremista»?

En primer lugar, la CIA lanzó el plan Demagnetize, en 1952, que consistía en “desmagnetizar” (o desactivar) a los principales partidos comunistas de los países occidentales, en particular, al más potente de todos ellos (el italiano) pero también a otras organizaciones izquierdistas del resto de Europa, con el fín de reducirlos a meros comparsas en un sistema político derechizado y pro atlantista.  Los métodos a utilizar fueron los clásicos que se solían emplear en toda operación subversiva clandestina de los servicios de inteligencia: operaciones terroristas de tipo paramilitar, guerra psicológica, infiltración en partidos políticos y organizaciones sindicales, propaganda anticomunista, etc.

El objetivo con el plan Demagnetize era conseguir que el ala prosoviética de los partidos comunistas fuera redimensionada y aislada. Para ello se utilizaron cláusulas secretas en la Alianza Atlántica (OTAN), para limitar la soberanía de los países integrantes de la misma y crear las condiciones para la ejecución de dichas operaciones, que en la práctica significaban la presencia de agentes encubiertos de la CIA o de los servicios secretos de países de Europa occidental organizando operaciones clandestinas. El contenido de las cláusulas de la OTAN es desconocido pero se sabe que algunas de las claves utilizadas fueron las ya conocidas redes paramilitares “stay-behind” de Gladio financiadas por EEUU y el Reino Unido, cuyas unidades fueron entrenadas por instructores militares de los marines y boinas verdes de EEUU y también por fuerzas especiales del SAS británico.

Al igual que Demagnetize, el llamado COINTELPRO (Contrainteligencia) del FBI, fue un operativo de matriz “interna”, implementado en los años 50 para buscar espías soviéticos en EEUU, aunque en realidad su objetivo principal fue aniquilar a movimientos radicales y pacifistas de Norteamérica a través de la infiltración, el camuflaje y la provocación. Dicho programa aunque se remonta al siglo pasado puede decirse que sigue presente hoy día. El COINTELPRO consistió, básicamente, en una gran variedad de ilegalidades muy graves cometidas por el FBI y que están ampliamente documentadas. Desde las lejanas operaciones directas contra los Black Panthers y movimientos pacifistas en los años sesenta, hasta el más que importante papel jugado por el FBI en los asesinatos de los dos hermanos Kennedy o en los de Martin Luther King Jr y Malcolm X.

En episodios más cercanos en el tiempo el FBI se ha involucrado en el asesinato de líderes independentistas (Filiberto Ojeda Ríos en Puerto Rico), en la organización de actos terroristas como el de las Torres Gemelas en 1993, en el atentado contra el edificio federal de Oklahoma en 1995, en el secuestro de las cámaras de seguridad del Pentágono durante el 11-s, en encerronas y redadas masivas contra ciudadanos musulmanes de EEUU a los que incitaba a radicalizarse (todo ello con ocasión de la implantación de la Patriot Act) e incluso se sabe de la participación del FBI en el exterior con el asesoramiento al régimen ucronazi para luchar contra la resistencia del Donbass.

Un ejemplo de infiltración a gran escala de los servicios federales de EEUU en este país fue la Convención “hippie” de Chicago, de 1968, que degeneró en una “guerra de guerrillas” y violencia donde un buen número de los “alborotadores” estaba compuesto por infiltrados de agencias federales. Todo lo que pareciera subversivo (desde hippies hasta neoizquierdistas) era terreno abonado para operaciones de sabotaje y minado de todos esos grupos “antisistema”.

La otra operación relacionada con Gladio, la más importante, que la CIA activó en 1967 fue la llamada Operación CHAOS, que se convirtió en una colosal máquina de provocación e infiltración dirigida a encender la mecha del caos, el desorden y la violencia en los momentos que se creyeran propicios. Si a ello unimos que el imperio estadounidense se iba a embarcar en guerras “impopulares” como la de Vietnam era la hora de obtener apoyo patriótico convirtiendo las protestas pacíficas en violentas. De este modo, alimentaron el complejo militar-industrial que el presidente republicano Dwight Eisenhower había denunciado en 1959.

Por otra parte, para la Casa Blanca, el Pentágono y Langley (la sede de la CIA) no se podía considerar como “razonable” que hubiera personajes demasiado nacionalistas o proclives a tender puentes con el Este socialista, Cuba o con formaciones comunistas. Ejemplos los tenemos en el presidente francés Charles De Gaulle y sus pocas simpatías por la OTAN cuando decidió salir de la estructura militar integrada en 1967, Willy Brandt, Canciller socialdemócrata de Alemania, que se deslizaba peligrosamente hacia la Ostpolitik (o concordia con el Este Socialista de Europa), los arriesgados “saltos al vacío” de líderes como el democristiano Aldo Moro demasiado dialogante con el Partido Comunista de Italia y la izquierda en general (la apertura al llamado Compromiso Histórico) o el Primer ministro sueco, Olof Palme, que se mostraba muy fraternal con Cuba, la URSS y los palestinos.

De este modo, agentes «especiales» y encubiertos penetraron en los movimientos clandestinos, estudiantiles y juveniles con la intención declarada de descarrilar el pacifismo original de esos movimientos y provocar una espiral de radicalismo violento que aterrorizase y mediatizase a la opinión pública. Pero CHAOS no se limitó al territorio de los Estados Unidos, ni mucho menos, ya que se extendió a los aliados más importantes de la OTAN, como Gran Bretaña, Alemania Federal, Francia e Italia. España, a pesar de que no pertenecía a la Alianza Atlántica, también formó parte del entramado CHAOS.

El dato significativo es que CHAOS se mantuvo en vigor exactamente en el período correspondiente a la «estrategia de tensión», a excepción de EEUU donde “oficialmente” se cerró en 1975. ¿Simple coincidencia? Presumiblemente, la CIA y otras importantes agencias de inteligencia de EEUU exportaron el modelo “CHAOS” a Europa y otros países, beneficiándose de la colaboración de los «colegas» de inteligencia de los países aliados, que, para este fin, se «sumergieron» en el verdadero entorno de la Nueva Izquierda. Hoy dicho programa guarda enormes similitudes con un nuevo modus operandi de las agencias de inteligencia: la infiltración y “radicalización” expréss de musulmanes en Europa para cometer atentados terroristas, como el reciente ocurrido en Estrasburgo.

 

LOS ORÍGENES DEL CAOS Y SUS CONSECUENCIAS 

 

El 7 de diciembre de 1963, en el tercer piso del pabellón principal de la sede de la CIA de Langley (Virginia), se reunieron el Jefe de Estado Mayor del Ejército, William Westmoreland, el jefe ejecutivo de los servicios especiales militares, el jefe de contrainteligencia de la CIA, James Jesus Angleton y su superior directo y director de la Agencia John McCone, el secretario de Estado Dean Rusk y el secretario de Defensa Robert McNamara. Los presentes coincidieron en la necesidad de «responder» a la amenaza comunista y definieron las líneas de lo que luego se conocerá como la Operación CHAOS.

El director de operaciones de CHAOS en la CIA para Europa fue James Jesus Angleton, ex agente de la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos, antecesora de la CIA) durante la II Guerra Mundial. Angleton, un anticomunista paranoico que incluso llegó a tildar de “izquierdista” a Kissinger, fue uno de los primeros en utilizar a neofascistas como arma de choque en contra de los comunistas y el que liberó, “in extremis” al príncipe fascista de Mussolini, Valerio Borghese, quien había sido comandante de la unidad submarinista X MAS, antes de que los partisanos italianos le ejecutaran, ya con la II Guerra Mundial casi terminada.

Borghese, figura inquietante y envuelta en un misterio, fue mencionado entre los responsables de la masacre de Portella della Ginestra de 1947 (que terminó en el asesinato de varios sindicalistas y niños), en el asesinato del presidente Kennedy y en el intento de golpe de Estado en Italia, en 1970. Borghese, al igual que Angleton, fue uno de los fundadores del servicio secreto israelí Mossad. Muchos de los hombres de Borghese fueron reclutados en la organización Gladio de la OTAN.

En relación con los regímenes fascistas europeos, la agencia fantasma portuguesa Aginter Press, se convirtió en un verdadero centro de reclutamiento del terrorismo negro. Esta “agencia de colocación” de terroristas de ultraderecha, de la que ya se habló en otra entrada anterior, fue casi con certeza el instrumento de la CIA, o uno de ellos, para poner en práctica la operación CHAOS de infiltración en los grupos de la “nueva izquierda” (maoístas, troskistas, anarquistas) con el fín de radicalizarlos y llevarlos al terreno de la violencia terrorista.

Por recordar brevemente a Aginter, ésta agencia demostró ser un instrumento esencial de la «estrategia de tensión» como central eléctrica «negra» y había sido fundada por antiguos militantes de la organización terrorista colonialista francesa OAS en Lisboa, capital de un país entonces gobernado por un régimen fascista (Salazar). Esta central terrorista estuvo bajo la cubierta de la OTAN y fue un instrumento para orientar a la extrema derecha internacional en un sentido pro-israelí.

 

THEODORE G. SHACKLEY, EL «DIABLO RUBIO», AGENTE DE LA CIA Y ACÉRRIMO ANTICOMUNISTA. CRIMINAL, TERRORISTA, TRAFICANTE DE ARMAS Y DROGAS

 

Una idea precisa de lo que fue la Operación CHAOS la proporciona uno de los más siniestros agentes de la CIA, el siniestro Theodore G. Shackley, apodado “el diablo o el fantasma rubio”, con su «Tercera opción». ¿Qué era la «tercera opción» según Shackley? Pues que entre la guerra y la paz debe haber un estado de tensión creado artificialmente gracias a operaciones especiales. Shackley era un veterano de CIC, el Cuerpo de Contra Inteligencia del servicio secreto del ejército estadounidense. A principios de la década de 1960, le fue asignado el primer puesto importante en Miami por la Agencia, donde dirigió la estación local y organizó un grupo de fanáticos cubanos anticastristas sin escrúpulos contratados para derrocar al gobierno de Fidel Castro.

El grupo de «operaciones especiales» creado por Shackley estuvo involucrado en la invasión fallida de la Bahía de Cochinos y en la operación Mangosta. Shackley se destacó siempre como un probado anticomunista. Según el investigador estadounidense Paul L. Williams, Shackley fue uno de los más infames agentes de la CIA que ayudó a establecer el tráfico de heroína en el Sudeste de Asia durante la guerra de Vietnam y supervisó la Operación Fénix, que supuso poner en marcha un genocidio computerizado de cerca de 40.000 sudvietnamitas civiles “sospechosos” de colaborar con el VietCong. En América del Sur, Shackley tomó parte activa en la Operación Cóndor, organizando escuadrones de la muerte para exterminar a la izquierda latinoamericana. En Chile, por ejemplo, se asoció con el conocido terrorista de Gladio Stefano Delle Chiaie para intentar el asesinato del presidente chileno Salvador Allende.

Shackley además formó parte del llamado Safari Club, una alianza de inteligencia impulsada por el ex Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, cuya función primordial era la creación de grupos terroristas en todo el mundo: desde la RENAMO en Mozambique, hasta UNITA en Angola, pasando por los Contras en Nicaragua o los “mujaidines” de Bin Laden en Afganistán. También el «fantasma rubio» estuvo implicado en el atentado contra el Papa Juan Pablo II. Shackley junto a Giuseppe Santovito, jefe de la inteligencia militar italiana (SISMI) y Francesco Pazienza, el segundo que estaba al mando en el SISMI, más el Padre Félix Morlion, fraile dominico, espía de la CIA y fundador del servicio secreto vaticano Pro Deo, diseñaron la falsa «pista búlgara» para incriminar a los soviéticos. En definitiva, las actividades del “diablo o fantasma rubio” no eran muy diferentes a las de una asociación criminal: relaciones con la mafia italoamericana, terrorismo a gran escala, tráfico de armas y drogas, etc.

Mientras tanto. ¿Qué estaba ocurriendo en Europa?. A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, los “amigos de los americanos” organizaron varias conferencias sobre la guerra «no ortodoxa» o «de baja intensidad». Eventos como el realizado  en el Hotel Parco dei Principi de Roma (3 al 5 de mayo de 1965) organizado por el Instituto Pollio, fue una emanación directa del Estado Mayor del Ejército y de los servicios secretos italianos. En dicha conferencia, que trazará los inicios de la «estrategia de tensión» en Italia, participaron académicos e intelectuales de extracción tradicionalista y conservadora, políticos y diplomáticos con convicciones «atlantistas», agentes secretos y extremistas de derecha. Incluso aparecieron nombres que luego fueron objeto de investigación por su implicación en atentados como la masacre de Piazza Fontana de Milan, en 1967. Entre ellos, el famoso agente de inteligencia «Zeta» de la Oficina D del SID (Servicio de Información de Defensa) Guido Giannettini, un neofascista convencido.

La “profesionalización” de la guerra “no ortodoxa” se llevó a cabo por agentes de la OAS, los terroristas coloniales franceses y elementos ultraderechistas de Aginter Press (la falsa agencia de noticias portuguesa que servía de reclutamiento para el terrorismo negro). Roberto Cavallaro, integrante de una misteriosa organización paramilitar y paragolpista de matriz «Atlántica” (es decir, de la OTAN), llamada Rosa dei Venti, declaró que en 1972, en Francia, terroristas de la OAS y Aginter Press fueron los responsables de la capacitación para ejecutar otra operación, BLUE MOON, impulsada por los estadounidenses de la CIA, probablemente dentro del programa CHAOS.

¿Y en qué consistió BLUE MOON?. En la distribución planificada de alucinógenos y drogas entre los círculos contestatarios juveniles que empezaron con las protestas sesentayochoyistas contra la guerra de Vietnam y el Mayo francés con el fín de «desintegrarlos» ideológicamente y convertirles en zombies adictos de las drogas. Los narcóticos abrieron otro capítulo de Gladio en el que empezaron a aparecer nombres conocidos como el gurú psicodélico de la contracultura Timothy Leary o el extraño y más misterioso Ronald Stark, traficante de drogas, criminal de alto perfil y presunto agente de una estructura de inteligencia estadounidense con mil identidades y mil relaciones.

Stark era una figura de referencia de la «mafia hippie» de la Hermandad Eterna, una especie de interfaz y «fachada» entre los servicios secretos estadounidenses y la Cosa Nostra. BLUE MOON fue, con toda seguridad, el manual exportable de la CIA hacia Europa para desactivar los movimientos de protesta juveniles contra el poder capitalista y sus guerras imperiales. Sin olvidarnos de que en zonas específicas de España (País Vasco o Galicia) se utilizó para desideologizar y eliminar el auge secesionista entre la juventud.

Lo que reveló Cavallaro confirmaría que la implementación de operaciones encubiertas tipo Gladio, Chaos o Blue Moon tenían como objetivo la «desestabilización» para llegar a la «estabilización» del marco político interno. En resumen, el desorden creado artificialmente como una premisa para la restauración de un orden social, institucional y económico.

 

 

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FUENTES:
Operation Gladio: the unholy alliance between the Vatican, the CIA and the Mafia, Paul L. Williams
La guerra secreta de Estados Unidos para subvertir la democracia italiana Arthur E. Rowse
Puppetmasters: El uso político del terrorismo en Italia por Philip Willan
Operation Chaos. Matthew Sweet

Carl Armfelt: agente de la CIA, traficante de armas y conspirador de la red Gladio

 

Una de las escasas fotografías que se conocen de Carl Armfelt

 

Carl Magnus Torsten Armfelt (1918-2005) es, probablemente, uno de los personajes más desconocidos y turbios que operaron dentro de la estructura terrorista Gladio en Europa durante la “guerra fría” que Occidente puso en marcha contra los países del Este socialista y la izquierda occidental. Nacido en Nueva York, de padres sueco-finlandeses y orígenes aristocráticos, el también llamado Conde Carl Armfelt trabajó como agente de la CIA y traficó con armas, teniendo como destinatarios de su contrabando tanto grupos terroristas de extrema derecha en Suecia y Bélgica, como organizaciones terroristas de extrema izquierda o los contrarrevolucionarios húngaros que intentaron, sin éxito, un golpe de Estado en Hungría, en 1956. En definitiva, Armfelt fue una pieza central de Gladio para tejer una red de intrigas anticomunista a nivel no sólo europeo, sino mundial.

Armfelt, junto al estadounidense William Colby (agente de la CIA y luego director de la Agencia), se trasladó desde EEUU a Europa con el objetivo de establecer organizaciones “stay behind” (retaguardia) de Gladio. A Colby la CIA le encomendó organizar Gladio en Escandinavia y con Armfelt fundó en Suecia la organización neonazi Sveaborg, compuesta por ex soldados de las Waffen SS suecas. Una vez que Colby regresa a Estados Unidos le ordena a Armfelt que continúe construyendo organizaciones “stay behind” en el resto de Europa, en concreto en Bélgica donde Armfelt, junto al conocido agente anticomunista de los servicios secretos de este país, André Moyen, reorganizó el Gladio belga y mantuvo contactos secretos en el país vecino, Holanda, con el Ministro de Defensa del país, Henk Vredeling (laborista) del gabinete del Primer Ministro Joop Den Uyl.

La tarea de Armfelt en Europa Occidental incluyó también la creación de departamentos de la Liga Anticomunista Mundial (WACL). Esta organización había sido ideada a raíz de la fundación de la Liga Anticomunista del Pacífico, nacida en 1954, en la que Corea del Sur, Filipinas, Taiwán y Japón, a instancias de la CIA, hicieron un frente común contra el comunismo en el sudeste asiático. Ambas organizaciones fueron financiadas en gran parte por el pseudoestado cliente de EEUU, Taiwán, que generó importantes ingresos para operaciones anticomunistas secretas procedentes del comercio de heroína.

Carl Armfelt, además, fue consejero militar especial de Chiang Kai Chek, lider del Kuomintang que luchaba contra las fuerzas comunistas de Mao Tse Tung. Kai Chek fue precisamente quien alentó a Armfelt para crear a nivel mundial una versión de la Liga anticomunista del Pacífico. Fue en Alemania Federal y Bélgica donde Armfelt encontró apoyos para la creación de la WACL. En Alemania Occidental, Armfelt contactó con el líder ultraconservador del CSU bávaro, Franz-Josef Strauss, político de tendencias pro-nazis, y el archiduque Otto von Habsburg.

Mientras, en Bélgica, la iniciativa anticomunista de Armfelt fue favorablemente acogida por el rey Balduino, el influyente banquero e industrial Marcel de Roover y el político neofascista Paul Vankerkhoven, quien además de fundar en Bélgica la Liga Internacional de la Libertad (una filial de la WACL) fue editor jefe de la revista ultracatólica «Chantiers-Occident» y miembro activo del «Centro Europeo de Documentación e Información» (CEDI), una conocida organización de extrema derecha. El anticomunismo de Armfelt se hizo patente sobre todo en la contrarrevolución húngara de 1956 donde envió armas a los golpistas que pretendían deponer al gobierno comunista del país.

 

Carl Armfelt (derecha), junto a dos contrarrevolucionarios húngaros, a los que suministró armas, durante las revueltas anticomunistas de Hungría (1956)

 

Además de las actividades de propaganda, la WACL fue un importante proveedor de armas para movimientos paramilitares fascistas y estuvo vinculada a muchos escuadrones de la muerte, sobre todo en Sudamérica. La WACL incluyó entre sus miembros a muchos ex nazis, neofascistas o criminales de guerra como el japonés Ryōichi Sasakawa (1899-1995), que se presentó asímismo como «el fascista más rico del mundo».

Altos funcionarios de la CIA, como Ray S. Cline, jugaron un papel importante en la organización de la WACL. Cline y el anticomunista ucraniano Yaroslav Stetsko estuvieron a cargo del entrenamiento militar en la Academia de Guerra Política de Taiwán, equivalente a la Escuela norteamericana de terrorismo, contrainsurgencia y torturas de Fort Bragg, y se especializaron en entrenamiento sobre «guerra psicológica».

La sede de la WACL en Taipei estaba cedida por el gobierno taiwanés y disponía de instalaciones en la localidad de Peitou que eran utilizadas para el entrenamiento de paramilitares. La Liga Anticomunista era propietaria del bloque de oficinas Freedom Center en Seúl y estaba estrechamente vinculada a la Agencia Central de Inteligencia de Corea (KCIA), cuya actividad conjunta fue especialmente intensa bajo el régimen dictatorial (1963-1979) del surcoreano Park Chung-hee.

La Liga anticomunista mundial WACL también recibió el apoyo de la CIA, especial e intensamente durante el mandato del presidente de EEUU, Ronald Reagan, y obtuvo fondos de personajes privados de Arabia Saudita, así como de la poderosa y multimillonaria secta religiosa Moon, cuyo reverendo, Sun Myung Moon, era amigo personal del miembro de la WACL el anticomunista Sasakawa,.

Como un esfuerzo multinacional añadido para coordinar más ampliamente una ofensiva anticomunista en toda Europa del  Oeste se creó por los servicios de inteligencia occidentales, en octubre de 1961, Interdoc, una oficina que proporcionaba información sobre supuestas operaciones del KGB y partidos de izquierda de Europa a agencias de prensa fantasma como la portuguesa Aginter Press.

Interdoc fue otra pieza de agitación fascista donde intervino activamente el aristócrata Armfelt y se constituyó, en la práctica, como una agencia de desinformación de Gladio, siendo su jefe, en 1962, el ultraderechista holandés Kees Van den Heuvel. No sólo los servicios secretos disponían de la información de Interdoc, sino también cualquier otra organización de extrema derecha para la que el “peligro rojo” fuera de suma importancia. Por ejemplo, la organización neofascista VMO (Vlaamse Militanten Orde u Orden de Militantes Flamencos) de Bélgica estaba afiliada a Interdoc.

Respecto a Aginter Press, que actuaba como enlace de Interdoc, no era ninguna sucursal de noticias sino un centro de entrenamiento para terroristas de ultraderecha y una oficina de reservistas mercenarios. O lo que es lo mismo, una “internacional del terrorismo negro”. Entre otras actividades, dada la mentalidad colonialista de sus miembros (habían pertenecido a la organización terrorista francesa OAS, como oposición a la descolonización de Argelia), Aginter Press proporcionó mercenarios para luchar en países africanos como el Congo, con motivo de la secesión de la provincia de Katanga, y también en Angola.

En la estrategia de tensión de Gladio y en un intento de empujar a los grupos de extrema izquierda a radicalizarse y crear disturbios, los militantes de la extrema derecha, debido a su disponibilidad, fueron un recurso útil para la infiltración en grupos de ideología izquierdista. Existe una amplia documentación que permite afirmar que hubo participación de neofascistas italianos de las organizaciones terroristas Ordine Nuovo y Avanguardia Nazionale dentro de la estructura de Aginter Press. Se podría decir, incluso, que alrededor de Aginter Press también gravitó un área de la extrema derecha que miraba a Israel con simpatía. Según documentos encontrados en la sede de Aginter Press en Lisboa, Israel debía ser considerado un baluarte en la defensa de Occidente contra el comunismo.

El fundador de Aginter Press Yves Guerin Serac era un católico tradicional que había luchado como partisano junto a los angloamericanos contra los nazis, ganándose la Estrella de Bronce. Convencido colonialista, pro-occidental y pro-estadounidense Guerin Serac, como oficial había luchado en Corea, Indochina y en la guerra por el Canal de Suez, donde Israel, Gran Bretaña y Francia atacaron el Egipto de Nasser. Se cree que Guerin Serac desarrolló una admiración por Israel, desde una posición ultraderechista.

Guerin Serac puso su experiencia a disposición de la cruzada contra el comunismo y se convirtió en un teórico de la «guerra poco ortodoxa» o guerra revolucionaria». Los puntos principales que sostenían su ideario fascista eran los siguientes:

1) El comunismo era una consecuencia de una conspiración internacional que se había desarrollado principalmente en las guerras de liberación de la colonización en el Tercer Mundo.

2) Era necesario oponerse a esta expansión internacional del comunismo adoptando métodos terroristas.

3) Fue necesario utilizar técnicas de infiltración en grupúsculos de izquierda para crear situaciones de caos, desorden y violencia.

4) Dada la urgencia de la guerra contra el comunismo, era necesario abandonar los prejuicios contra los fascistas y convertirlos en aliados orgánicos.

 

El vínculo principal de Interdoc con los estadounidenses fue el agente de la CIA Carl Armfelt, que en ese momento (años 60) operaba con dos cubiertas comerciales: una desde la localidad holandesa de Knokke, vendiendo baratijas procedentes del Sudeste asiático, mientras que en la otra tapadera Armfelt actuaba como representante de una empresa de equipos aeroportuarios en Washington.

Pero, en realidad, Armfelt, a través de sus amigos de la Liga Anticomunista Mundial (WACL), estaba participando en operaciones secretas de entrega de armas. En unión de otro contrabandista, el falso reportero saudí Faez Al Ajjaz, Armfelt, siempre bajo supervisión de la CIA, suministró armas y otros artilugios militares como gafas de visión nocturna y equipos de precisión a países como Irak, Libia e Israel, a organizaciones terroristas como el IRA, ETA o la OLP y a grupos terroristas de extrema derecha que operaban en Bélgica y Suecia, material militar que a menudo provenía de los depósitos de la OTAN.

El recorrido de Armfelt en Gladio llegó hasta los preparativos para organizar, bajo instrucciones de la CIA, el conocido golpe de Estado de los Coroneles en Grecia, de 1967, el «golpe de los sargentos» de diciembre de 1980, en Surinam (antigua colonia holandesa) y promovió, también, una tentativa de golpe de Estado en Bélgica, años antes. En Grecia la CIA urdió un plan para liquidar cualquier vestigio de ascenso de la izquierda (comunista y socialista) en el país (imponiendo una dictadura militar que provocó la muerte de miles de opositores de izquierda). Armfelt y Kees van den Heuvel, el jefe ultraderechista de Interdoc, se involucraron activamente en el golpe militar griego como una parte operativa del Gladio holandés, el “Dutch Gladio”, desde donde ambos crearon un nuevo servicio de inteligencia (The Service).

Sin embargo, la planificación del otro golpe de Estado, el de Bélgica, supuso un revés para Armfelt y Gladio. Los planes para un golpe de largo alcance en Bélgica, en 1973, no se llevaron a cabo porque uno de los supuestos conspiradores, el primer ministro belga, Paul Van Den Boeynants, no se atrevió a dar el paso y cedió en el último momento. Se cree que la monarquía belga, en concreto el que era entonces príncipe Alberto y penúltimo rey de Bélgica, jugaron un importante papel en el intento de golpe de Estado.

 

El periódico holandés De Telegraaf mostró los nexos entre Carl Armfelt, la CIA y el asesinato del primer ministro sueco Olof Palme

 

El rastro de Carl Armfelt se perdió el 22 de diciembre de 1985, cuando huyó apresuradamente de la localidad holandesa de Knokke donde tenía uno de sus negocios tapadera, desconociéndose los motivos, aunque muchos apuntaron algunas hipótesis. En un artículo de 1990, el periódico holandés De Telegraaf, a raíz de la salida precipitada de Armfelt de Holanda, sugirió que pudo haber una conexión entre la partida de Armfelt y el inminente asesinato del primer ministro sueco Olof Palme (ocurrido el 28 febrero de 1986), que fue ejecutado, con toda seguridad, por Gladio. Recordemos que Carl Armfelt había sido encargado por la CIA para crear una red “stay-behind”-Gladio en Suecia

Para apoyar la tesis anterior (asesinato de Olof Palme por Gladio), dos autores, el periodista alemán Patrik Baab y el ex asesor del Pentágono Robert Harkavy escribieron un libro titulado “En la tela de araña de los servicios secretos: ¿por qué fueron asesinados Olof Palme, Uwe Barschel y William Colby?” donde afirman que “en diciembre de 1985 fue presentado un protocolo de actuación en una reunión secreta de Gladio, en la que estuvieron presentes la CIA y el servicio secreto exterior británico MI6, donde se decidió poner fuera de la circulación al primer ministro sueco (Olof Palme), utilizando a un subagente iraní, ya que Palme se estaba “equivocando” demasiado y abogaba por mejorar las relaciones con la Unión Soviética”

 

Fuente (parcial): http://tueriesdubrabant.winnerbb.com/

 

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