Mino Pecorelli, el titán que desenmascaró la Operación Gladio en Italia y la red secreta Think-tank (y 2)

El cadáver de Mino Pecorelli, recién asesinado, en el interior de su vehículo, marzo de 1979
En los años sesenta, la división entre los sujetos políticos, económicos y militares de inteligencia implicados en la «estrategia de la tensión» se produjo entre los que aspiraban a un golpe de Estado a la «griega» con militares y fascistas en el poder, los que se llamaban a sí mismos gaullistas que apoyaban una revisión decidida de la Constitución en sus países, haciéndola más reaccionaria y, por otro lado, los que, en cambio, pretendían simplemente “mover” las elecciones a la «derecha».
Donde no hubo división en Gladio fue en la línea estratégica a seguir a la hora de contener el avance electoral de los partidos comunistas y de izquierda mediante la manipulación de los grupos más radicales de la extrema izquierda, para ser infiltrados con agentes provocadores y militantes de la extrema derecha. El “mayo del 68” fue una zona de pruebas antagónica que se utilizó para operaciones de provocación emprendida por la CIA en Europa, en particular, para provocar la caída del presidente Charles De Gaulle por haber seguido adelante con su programa nuclear y negarse a permitir que la OTAN mantuviera sus bases militares en Francia. El Partido Comunista de Francia, que en el mayo del 68 era prosoviético, afirmó cuarenta años después que nunca tuvo nada que ver con la organización de la pantomima del mayo francés.
La intención era, por tanto, la de explotar a los grupos más extremistas y violentos de la extrema izquierda para provocar el caos, cuya responsabilidad recaería en los partidos políticos de izquierda, y, por tanto, se procedería a la represión de la misma, tanto institucional como extraparlamentaria, como de hecho así sucedió en buena parte de Europa, pero particularmente en Italia.
Con todo, hubo divisiones entre los gestores de la estrategia de tensión de Gladio para hacer frente al comunismo en Europa occidental, por diversas razones:
En primer lugar, dictaduras militares y fascistas como la de los coroneles en Grecia eran impopulares incluso a nivel internacional y habían sido condenadas por el Consejo de Europa. Y tenía su lógica ya que Europa no era Sudamérica y un régimen como el de los coroneles griegos no podía resistir al mismo nivel que el régimen chileno de Pinochet.
En segundo lugar, la «derecha» económica, neoliberal y tecnocrática no podía aceptar el estatismo y el dirigismo fascistas.
En tercer lugar, gran parte de la extrema derecha seguía siendo antisionista y pro-árabe y, aunque dicha ideología gozaba de las simpatías de los israelíes, el mencionado carácter pro-árabe de la misma no era precisamente apreciado por la facción más sionista de los servicios secretos israelíes. Es por ello que golpes fallidos como el de Borghese en Italia, en 1970, no tuvo éxito, al margen de que el presidente del país, el democristiano Giuseppe Saragat, sabía del plan e iba a declarar la ley marcial. Hay indicios de que el golpe de 1970 de Borghese en Italia fracasó porque faltaba el apoyo del influyente Giulio Andreotti. Esquemáticamente, se podría decir que la parte «moderada» que primero había dado su apoyo al golpe luego, preocupada por la participación de los neofascistas, retrocedió.
En definitiva, se generaron tres facciones estancas dentro de Gladio que, a pesar de compartir el anticomunismo, estaban cada vez más enfrentadas entre sí. Veamos:
En la primera facción estaban los representantes de una vieja derecha que era fiel a los postulados fascistas.
En la segunda facción, había nacido una Nueva Derecha más sofisticada, tecnocrática y hegemonizada por los neoliberales de la Trilateral que pretendía absorber, al menos en parte, a la Nueva Izquierda.
La tercera facción era la del «golpe blanco» o presidencialista que pretendía una revisión en el sentido presidencial de la Constitución a través de un golpe de Estado, pero con el apoyo de los partidos de centro y del Partido Socialista Italiano para reducir la influencia del PCI (Partido Comunista italiano) y eliminar a las alas extremas.
No es casualidad que todos los regímenes fascistas de Europa (España, Portugal y Grecia) y con ellos la Aginter Press, que estaba protegida por ellos, así como por la CIA y otras estructuras de la OTAN, cayeran en un corto período de tiempo. Poner fuera de órbita (nunca mejor dicho) a Carrero Blanco, desactivar desde dentro la dictadura griega y controlar la revolución blanda de los claveles en Portugal fue el paso necesario para darle rostro “cordial” a Gladio mientras éste, paradójicamente, implementaba una brutalidad terrorista sin límites por toda Europa. Y como se pudo advertir, en el mismo período de tiempo, la Think-tank o «internacional roja» y la Escuela de idiomas Hyperion se constituyeron con el probable apoyo de la Nueva Derecha. El panorama de la «estrategia de la tensión», por lo tanto, una vez liquidados los regímenes potencialmente molestos para Gladio, se volvió más amplio, complejo y dentado.
Pecorelli, además, reveló correctamente cómo los soviéticos del KGB intentaron desenmascarar los complots del golpe de Estado en Italia. La preocupación, de hecho, surgió tras el golpe de Estado de los coroneles griegos en 1967, donde se había proscrito al Partido Comunista y, en general, a los partidos de izquierda. También en el mismo año, y precisamente unos días después del golpe griego, los periodistas Eugenio Scalfari y Raffaele Iannuzzi revelaron, con una auténtica primicia, el plan del general de los Carabinieri, Giovanni De Lorenzo, para un golpe de estado que debería haber sido ejecutado en el verano de 1964. Años más tarde, Iannuzzi había confesado que la información le fue transmitida por el KGB.
En este punto hay que advertir que algunos (en Italia) vuelven con la retorcida teoría conspiranoica del KGB con su supuesta y nunca probada participación en la estrategia de tensión en Italia y en el resto de Europa durante los años de plomo. Aunque algunos de esos teóricos limiten la contribución de los soviéticos a una estrategia más “modesta” (en contraposición a los propagandistas de la guerra fría anticomunista), no deja de ser una táctica de camuflaje para encubrir las onerosas realidades del Gladio de la CIA y la OTAN. La línea política soviética era, como mucho, privilegiar la relación con el Partido Comunista Italiano favorececiendo a la facción pro-soviética pero, en ningún caso, implicándose en la creación y planificación de terrorismo…¡para encima perjudicar a los suyos!, sabiendo, además, que la CIA y la inteligencia italiana lo utilizaban precisamente para desprestigiar y demonizar al comunismo occidental.
Pecorelli, basándose en informes de inteligencia (la francesa del SDECE) ya había dado una interpretación completamente acertada de los hechos de la «estrategia de tensión» en Italia (pero extensible a otros países de Europa como Alemania, Bélgica o España), que hacían referencia exclusivamente a una organización matriz americano-atlantista y a una «ramificación» paralela israelí, mientras que Pecorelli excluía del radio de acción de Gladio a los soviéticos a los que se daba un tratamiento únicamente preventivo y de desenmascaramiento de la red clandestina.
Después de la caída de los regímenes fascistas de Europa y de varios intentos de golpes de Estado, se propuso por Gladio abrir un frente político con operaciones quirúrgicas menos invasivas tales como la penetración en instituciones y partidos para cambiarlos radicalmente, seleccionar políticos, consolidar un bipartidismo de tipo angloamericano (EEUU-Reino Unido), reducir del papel de los sindicatos, impulsar el control del poder ejecutivo sobre el poder judicial, dar vía libre a las fuerzas del orden contra la disidencia (tolerancia cero), marginar a las alas políticas extremas (del PCI) controlar los medios de comunicación, revisar la Constitución, etc….
Era el llamado Plan de Renacimiento Democrático, una especie de programa de la Nueva Derecha Italiana para una «renovación» del país. Pero paralelamente al Plan de Renacimiento, también se renovó la «estrategia de tensión mientras se liquidaba la Aginter Press «negra» y se fundaba la Hyperion «roja» con el objetivo de controlar y manipular a los grupos armados marxistas leninistas y autonomistas europeos (ETA, RAF, Brigadas Rojas, IRA, Action Directé…).
El propósito de la nueva fase de Gladio que señaló Pecorelli, que habría comenzado en enero de 1973 y terminado en 1976, era crear un área más amplia disponible para el trotskismo, que en adelante sería utilizada como arma de chantaje e intimidación contra el propio Partido Comunista italiano. En resumen, Pecorelli dejaba claro que el terrorismo de estos movimientos armados, ya fuesen de extrema izquierda o extrema derecha, era el de ser simples piezas de ajedrez manipulables al servicio de esta o aquella parte política o militar, según sus intereses. De hecho que existiera un grupo terrorista que reclamase una acción a menudo para lo que servía era para ocultar otras matrices. Este es un concepto a tener en cuenta con respecto a las operaciones terroristas de cierto nivel que se produjeron en aquellos años, como fue el secuestro y asesinato de Aldo Moro.

La revista de Pecorelli, L’Observatore Politico, criticaba duramente al Vaticano
Precisamente, el desencadenante del asesinato del líder democristiano Aldo Moro fue la oposición interna en Italia y externa (EEUU) al acuerdo entre el Partido Comunista de Italia y la Democracia Cristiana para un gobierno de cohabitación en el país. Los grandes sectores económicos, financieros, multinacionales, servicios secretos, masonería, militares, políticos con conexiones en la OTAN, parte de la Trilateral y el CSIS (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales) prepararon el destino final de Moro. Toda esta oposición se puede decir que estuvo reunida en torno a la Logia Masónica P2 de Licio Gelli, centro de referencia anticomunista donde se instalaron jefes del Ejército, los servicios secretos, fuerzas de seguridad o miembros prominentes de la mafia italo-americana como Michele Sindona.
Pecorelli ya había señalado con el dedo acusador a los responsables directos de la muerte de Aldo Moro: esos sectores del establishment «masónico», militar, político, diplomático y económico de los Estados Unidos, Italia y también de la OTAN, cuya preocupación nunca fue una violencia terrorista que controlaban adecuadamente para sus fines sino el abrazo entre Moro y el comunista Berlinguer. Lo que temían era el Gran consenso electoral.
Por lo tanto, era necesario hacer algo. Y, de hecho, el incansable Mino Pecorelli advirtió que «estas son las razones que han llevado a los EEUU a ponerse a trabajar activamente en la Embajada de Roma. Operando en Italia un núcleo de 50 marines expertos en guerrilla urbana y antiterrorismo. Podrán colaborar con nuestros servicios de seguridad, que evidentemente no recopilan suficiente confiabilidad más allá de los suyos «.
Es necesario recordar que el increíble Mino Pecorelli, el pertinaz cazador de noticias más allá de la noticia, no era un periodista cualquiera. En su revista L’Observatore Politico se solía publicar el contenido del corrupto «andamiaje» de los servicios secretos. Pecorelli, como miembro de la Logia P2, conocía perfectamente a su jefe masón, Licio Gelli, agente de la CIA y una de las principales, sino la que más, cabezas operativas del terrorismo de Gladio en Italia. Por lo tanto, era presumible que hubiera una relación entre las palabras anteriores de Pecorelli y la famosa copia del Manual de campo anticomunista 30-31 B que fue hallada en el doble fondo de la maleta de la hija de Gelli en el aeropuerto italiano de Fiumicino, en junio de 1982.
Pecorelli, acostumbrado a los mensajes e insinuaciones «transversales», dejó unas claves cuanto menos curiosas, a modo de oxímoron, con un artículo titulado “Las Brigadas Rojas han sido decapitadas y, sin embargo, días calurosos esperan al país”. Una profecía envuelta bajo un halo de misterio que anticipaba el crimen de Aldo Moro. El mismo dirigente democristiano asesinado lo tenía bien claro ya que según Giovanni Galloni, ex vicepresidente del CSM (Consejo Superior de la Magistratura), luego Ministro de Educación, amigo y colaborador de Moro, éste era perfectamente consciente del hecho de que la CIA y el MOSSAD israelí se habían infiltrado en las Brigadas Rojas.
Pecorelli sabía muchas cosas….demasiadas, en un momento donde la “guerra caliente del terrorismo de Estado” estaba en su punto álgido y nadie se atrevía, como era lógico, a abrir la caja terrorista de Pandora. Entre otras, Pecorelli, como buen «piduista» (miembro de la Logia P2) estaba al tanto de las actividades menos edificantes del democristiano Giulio Andreotti y ya no digamos de otros muchos asuntos turbios, como fue la revelación de las complicidades del caso Moro (EEUU, la CIA, la inteligencia italiana, la Logia P2 y la mafia) y la creación de una central eléctrica para el manejo del terrorismo izquierdista europeo controlada por el Mossad israelí.
Pecorelli fue asesinado el 20 de marzo de 1979, casi un año exacto de la emboscada de Gladio en Via Fani contra Aldo Moro, El crimen contra Pecorelli fue una acción probablemente ejecutada por la mafia siciliana o la Banda della Magliana, en un claro trabajo por encargo ordenado “desde arriba” (Andreotti fue juzgado y absuelto años después por ordenar dicho crimen). La “Magliana” era un grupo criminal compuesto por delincuentes comunes, neofascistas del terrorista NAR (Núcleos Armados Revolucionarios) y la mafia, integrado dentro de la estructura criminal superior de Gladio, con el objetivo de hacer los “trabajos” más sucios de la organización secreta. A Pecorelli le dispararon con el cañón de un revólver introducido en la boca, de acuerdo con un ritual de la mafia, reservado para aquellos que saben demasiado y se atreven a revelarlo. Es un tratamiento que también se puede aplicar a los «traidores».
Pero la muerte del formidable Pecorelli lo único que hizo fue reforzar su sólido e inmenso trabajo de desentrañar la Operación Gladio de la CIA y sus conexiones con Hyperion-Think-Tank y la propia Logia P2. Pecorelli fue un titán insobornable del periodismo de investigación que no dudó en denunciar abiertamente el crimen organizado desde el Estado.
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