¿Qué sucedió realmente en Katyn? (1)

 

 

A 80 años de los sucesos de Katyn (supuestamente acontecidos en abril de 1940) cerca de la ciudad de Smolensk (fronteriza con Bielorrusia), donde más de 20 mil soldados polacos fueron ejecutados en un bosque cercano, vuelve con fuerza la propaganda de guerra fría y las renovadas falsificaciones de Occidente contra Rusia y la antigua URSS.

Esta vez, dos documentalistas franceses, Cédric Tourbe y Olivia Gomolinski, han resucitado la “guerra de propaganda antisoviética” de Joseph Goebbels para repetir las viejas acusaciones contra la URSS en el asunto Katyn, mediante un documental titulado “Los verdugos de Stalin”, emitido por la cadena francesa ARTE https://www.arte.tv/es/videos/087406-000-A/stalin-y-la-masacre-de-katyn/

Historiadores, politólogos, “expertos” de Occidente y “liberales” anticomunistas de Rusia han atribuido siempre la masacre de Katyn a la NKVD, la policía secreta de la Unión Soviética, aportando supuestas evidencias y documentos que probarían dicha autoría. Sin embargo, todos los indicios apuntan a que la matanza de Katyn es otra falsificación histórica similar al Holodomor ucraniano o a las cifras dadas sobre los “millones de muertos” del comunismo soviético. La responsabilidad de lo sucedido en Katyn, a la luz de las pruebas y testimonios aportados, fue obra de los nazis.

Definitivamente, no existe una sola prueba consistente de la autoría soviética en la masacre de Katyn, lo que no ha impedido que el desvergonzado cineasta francés, Cédric Tourbe, se haya sacado de la manga un documental efectista, tramposo, saturado de anticomunismo paranoico de guerra fría y abiertamente manipulador sobre Katyn. Un discípulo aventajado de Robert Conquest. No voy a perder ni un solo minuto en ese documental de hora y media.

Resulta curioso que el 18 de junio de 2012, el Tribunal de Justicia de Derechos Humanos de las Comunidades Europeas, a raíz de una reclamación interpuesta por familiares polacos de los soldados ejecutados en Katyn, tomase una decisión sorprendente: los «documentos» proporcionados por Gorbachov y Yeltsin, tras la caída de la URSS (de los que hablaremos en la segunda parte de esta entrada), indicando que Stalin y los soviéticos eran culpables de la ejecución de decenas de miles de oficiales polacos cerca de Katyn, eran falsos. Una bofetada histórica a los propagandistas del «Katyn ruso».

Los supuestos documentos sobre la ejecución masiva de Katyn, que aparecieron a finales de los años 80, sacados de la manga por uno de los miembros del Politburó del Comité Central del PCUS, Alexander Yakovlev (un más que probable agente de EEUU que se formó en la norteamericana Universidad de Columbia a finales de los años 50), resultaron ser falsos. El tribunal europeo ni siquiera los aceptó para su consideración.

El Tribunal Europeo tampoco pudo decidir con claridad la autoría de la masacre ya que los jueces no tenían suficientes pruebas documentales, aunque pasaron más de un año estudiando todo tipo de documentos históricos y pruebas de archivo. Hasta alrededor de 1990, todo el mundo estaba convencido de que los polacos habían sido asesinados por los alemanes. Esta decisión del Tribunal de Justicia de las CCEE ha sido ignorada completamente por los propagandistas del mito Katyn.

 

INTRODUCCIÓN. POLONIA, UNA HISTORIA DE CRÍMENES Y AGRESIONES PERMANENTES CONTRA RUSIA

 

Pero, antes de hablar de Katyn, echemos un vistazo al pasado para hacer un retrato nada amable de la “victimizada” Polonia “a manos de los rusos”.

A principios del siglo XIX, alimentando la ilusoria esperanza de restaurar la Gran Polonia, los polacos se pusieron del lado de Napoleón en la guerra de 1812. El ejército polaco, creado con la ayuda de los franceses, se convirtió en parte del «Gran Ejército» de Bonaparte como el contingente extranjero más confiable. Esta era la tercera invasión polaca de Rusia.

En sus memorias, el general Alexander von Benckendorf, cercano al emperador Nicolás I y un participante activo en las guerras napoleónicas, escribió que “incluso ante los ojos del emperador, los polacos no ocultaron sus esperanzas y deseos de nuestra muerte. La bondad angelical del emperador y la calma serena fueron su única respuesta a la arrogancia de esa nación

El levantamiento polaco de 1830 comenzó con el exterminio generalizado de los rusos. En todas las iglesias pidieron el asesinato indiscriminado de los rusos. En Varsovia, en la noche de Pascua, un batallón entero del ejército ruso fue tomado por sorpresa en una iglesia. Murieron 2.265 soldados y oficiales rusos.

El estado polaco, nacido en noviembre de 1918, mostró de inmediato su hostilidad hacia la Rusia soviética. Con la ayuda de la Entente, Polonia comienza los preparativos para una guerra contra Rusia. Los políticos polacos contaban con la posibilidad de que se daría un golpe contundente del ejército polaco al ejército ruso.

Polonia acompañó sus intenciones agresivas con un conjunto de estereotipos de propaganda sobre la agresividad de los bolcheviques. Se rechazaron numerosas propuestas del joven Estado soviético para concluir un tratado de paz y establecer relaciones diplomáticas. Las operaciones militares polacas contra Rusia, en la primavera de 1920, las emprendió Polonia, no la Rusia soviética.

Tras triplicar la superioridad numérica, las tropas polacas, junto con el ejército del militar nacionalista ucraniano Simon Petliura, lanzaron una ofensiva a gran escala a lo largo de todo el Frente Occidental desde Pripyat hasta el Dniéster. Esta fue la cuarta invasión polaca de tierras rusas. A principios de mayo de 1920, combatientes polacos y de Petliura capturaron Kiev. La invasión de las fuerzas aliadas de Polonia y Petlyura estuvo acompañada de represalias brutales e inhumanas contra la población civil civil.

En las regiones ocupadas de Ucrania, Bielorrusia y Lituania, los invasores polacos establecieron gobiernos locales sangrientos, insultaron y robaron a civiles o quemaron a personas inocentes. Las iglesias ortodoxas se convirtieron en iglesias polacas cristianas, las escuelas nacionales cerraron y se prohibieron los idiomas ucraniano y bielorruso. Hasta 800 levantamientos de la población local tuvieron lugar en las tierras ocupadas por Polonia. Todos fueron brutalmente aplastados por los polacos, que ocasionaron grandes pérdidas civiles.

Un hecho importante, olvidado por la historiografía occidental, es el referido a los campos de concentración polacos de Pilsudsky, Stshalkovo, Tukholy y Pulawy, donde muchos soldados capturados del Ejército Rojo y del Ejército Blanco fueron dejados morir deliberadamente por epidemias de fiebre tifoidea, cólera, disentería, hambre y frío.

No se sabe con certeza el número total de prisioneros de guerra que murieron en esos campos de concentración. Sin embargo, hay varias estimaciones basadas en el número de prisioneros de guerra soviéticos que regresaron del cautiverio polaco: había 75.699 personas. El historiador ruso Mikhail Meltiukhov estima el número de prisioneros muertos en 60 mil personas. La mortalidad entre los prisioneros de guerra  llegó a 50 personas por día y ya a mediados de noviembre de 1920 era de 70 personas por día. Solo en el campo de concentración de Tukholsky, durante todo el tiempo de su existencia, murieron 22 mil prisioneros de guerra del Ejército Rojo.

Es decir, los polacos establecieron en sus campos de concentración una política sistemática de exterminio con los rusos que alcanzó caracteres de genocidio, algo que ha sido silenciado u ocultado sistemáticamente por Occidente en favor de la propaganda polaca. Por estos crímenes, hoy los polacos ni se sienten culpables, ni tienen remordimiento alguno y lo llaman despectivamente «propaganda rusa».

En el período entre las dos guerras mundiales, Polonia repetidamente amenazó con destruir el bolchevismo y Rusia como Estado. En cambio, como admitió el general Vladyslaw Anders, un participante activo en la intervención de la PanPolonia contra la Rusia soviética en 1919-1920, “nunca hubo una amenaza real de la URSS a Polonia”.

Polonia nunca fue reacia a atacar a Rusia para celebrar, junto a la Alemania nazi y Japón, un desfile de victoriosas tropas polaco-alemanas en la Plaza Roja de Moscú. El mariscal y héroe nacional de Polonia, el dictador Jozéf Pilsudsky, responsable del exterminio masivo de rusos, ucranianos, bielorrusos y judíos, soñaba con llegar a Moscú y escribir «¡Está prohibido hablar ruso en el muro del Kremlin!».

En enero de 1934, Polonia fue la primera, cinco años antes que la URSS, en concluir un pacto de no agresión con la Alemania nazi. A finales de 1936, el Pacto Anti-Komintern se concluyó con la firma de Alemania y Japón, al que luego se unieron Italia, España, Rumania, Hungría, Dinamarca, Finlandia, Croacia, Eslovaquia, Bulgaria y la República de China (un estado títere formado por el imperio japonés en territorio ocupado).

Los polacos, en ese momento, se negaron en redondo a firmar cualquier acuerdo con la URSS, país que a pesar de haber sido a lo largo de la historia de innumerables agresiones polacas tendió la mano a Polonia. Ya a mediados de agosto de 1939, el Ministro de Asuntos Exteriores polaco, Józef Beck, en cuya oficina había un retrato de Hitler, declaró que “no tenemos ningún acuerdo militar con la URSS, ni queremos tenerlo”.

Al desarrollar el plan de ataque contra Polonia a principios de 1939, Hitler no tuvo en cuenta las políticas abiertamente antisoviéticas de antes de la guerra del gobierno polaco. Él y todo su círculo despreciaban y odiaban a los polacos como nación (aunque hubieran sido en los años 30 sus aliados), lo cual era natural ya que su ideología supremacista no tenía en cuenta a otras naciones que no fueran la alemana.

En agosto de 1939, antes del ataque a Polonia, Hitler ordenó que todas las mujeres, hombres y niños de nacionalidad polaca fueran exterminados sin piedad. Durante los años de ocupación, los nazis asesinaron a más de 6 millones de polacos, lo que representaba el 22 por ciento de la población de Polonia. Se planificó que el 95% de los polacos genéticamente defectuosos fueran desalojados de su tierra natal.

Las tropas soviéticas, por el contrario, no permitieron que los nazis borraran a Polonia de la faz de la tierra. Ninguna otra fuerza en el mundo podría hacer esto. “Los polacos deben ser muy estúpidos, escribió Winston Churchill en enero de 1944, si no entienden quién los salvó y quién por segunda vez en la primera mitad del siglo XX les brinda la posibilidad de una verdadera libertad e independencia”. Estas sorprendentes declaraciones de Churchill, un anticomunista confeso, nada tenían que ver con los preparativos de guerra fría que ideó posteriormente el premier británico contra la URSS y los países socialistas y que se plasmó en su famoso discurso de Fulton (EEUU).

Más de 600 mil soldados soviéticos dieron su vida, salvando las ciudades y pueblos de Polonia en batallas con los nazis. Al contrario, durante las tres semanas de guerra polaco-alemana de 1939, hubo ataques de tropas polacas contra unidades del Ejército Rojo. Como consecuencia de estos ataques, el ejército soviético perdió a más de mil de sus hombres.

Las tropas polacas, que en pleno desarrollo de la II Guerra mundial se encontraban en el territorio de la Unión Soviética, se negaron a luchar junto con el Ejército Rojo contra el que debería ser enemigo común nazi y se fueron a Irán en el verano de 1942. Mientras estuvieron en la URSS, las tropas polacas se dedicaron al robo en ciudades y pueblos y cometieron atrocidades en ellos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, hasta medio millón de voluntarios polacos lucharon en el frente oriental contra la URSS, como parte de la Wehrmacht nazi (el ejército regular). De hecho, los alemanes no llevaron a cabo una movilización forzosa de combatientes polacos para luchar al lado de la Alemania nazi. En las SS, los polacos actuaron voluntariamente y en la Wehrmacht, se hicieron pasar por «alemanes» o «semi-alemanes».

Durante los cuatro años de la guerra, el Ejército Rojo capturó a 4 millones de soldados y voluntarios de la Wehrmacht de 24 nacionalidades europeas. Los polacos que estaban en esa lista ocupaban el séptimo lugar (más de 60 mil mercenarios), por delante de los italianos (alrededor de 49.000).

Cabe señalar que la mortalidad de los refugiados alemanes en los campamentos polacos en 1945-1946. alcanzó el 50%. En el campamento de Potulice en 1947-1949 la mitad de los prisioneros murieron de hambre, frío y acoso por parte de los guardias polacos. Al final de la guerra, cuatro millones de alemanes vivían en Polonia. Según las estimaciones de la Unión de Alemanes Exiliados, la pérdida de la población alemana durante la expulsión de Polonia ascendió a unos 3 millones de personas.

 

LOS PREPARATIVOS DE LA FARSA NAZI SOBRE KATYN

 

Después de la derrota sin paliativos de la Wehrmacht en Stalingrado, quedó claro que si no ocurría algo extraordinario que favoreciese al régimen de Hitler nada iba a cambiar el curso de los acontecimientos y el Tercer Reich terminaría implosionando en un futuro muy cercano.

Entonces, los nazis «descubrieron» en 1943, en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk, una fosa común con oficiales polacos. Los alemanes declararon de inmediato que, como resultado de la apertura de las tumbas, todos los allí enterrados habían sido ejecutados por miembros de la policía secreta de la Unión Soviética, el NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), en la primavera de 1940.

La declaración oficial sobre la matanza de Katyn fue realizada por el gobierno nazi y difundida por su Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, el 13 de abril de 1943, en una declaración que hablaba sobre el «terrible descubrimiento de los crímenes de los comisarios judíos del NKVD» en el bosque de Katyn. Con este dispositivo de propaganda, la Alemania nazi buscó dividir a la coalición anti Hitler y ganar la guerra.

El significado de tal declaración del Departamento de Goebbels tenía un trasfondo astuto: el gobierno de Polonia en el exilio se opondría fuertemente a Moscú y presionaría de este modo a los británicos que les cobijaban en Londres para dejar de apoyar al Kremlin. Según los cálculos de Berlín, los polacos empujarían a los británicos y a estadounidenses para combatir a Stalin, lo que podría implicar un desarrollo completamente diferente de los acontecimientos en la II Guerra mundial.

Pero el cálculo de Goebbels no estaba justificado: Gran Bretaña en ese momento no consideraba rentable creer en el «crimen de los bolcheviques». Al mismo tiempo, el jefe del «gobierno polaco» de Londres, el general Wladyslaw Sikorski, tomó una posición implacable y comenzó a convertirse realmente en un obstáculo para la gran política internacional de alianzas entre EEUU, Reino Unido y la Unión Soviética.

El gobierno de Vladislav Sikorsky en Londres apoyó la versión de Goebbels y comenzó a distribuirla diligentemente, con la esperanza de que esto ayudaría a retomar el poder en Varsovia y provocar una guerra entre la URSS y sus aliados de la coalición anti Hitler. Sikorsky apoyó la propuesta de los alemanes de enviar a la región de Katyn una «Comisión Médica Internacional» creada por ellos bajo los auspicios de la Cruz Roja Internacional (CRI) con médicos seleccionados por Alemania, así como expertos de 13 países aliados y de los países ocupados por los alemanes.

Goebbels exigió a sus subordinados que cuando la comisión de la CRI llegara a Katyn todo estuviera preparado, incluido un informe médico hecho a medida de los nazis. Bajo la presión de los nazis y para que no se repitieran en el futuro hechos como el terrible destino de los oficiales polacos, el acuerdo fue firmado por la mayoría de los miembros de la comisión internacional.

Miembros de la comisión, como el doctor del Departamento de Medicina Forense de la Universidad de Sofía, Marko Markov, y el profesor checo de medicina forense, Frantisek Gajek, no apoyaron la versión de Goebbels. Los representantes de Vichy, Francia, profesor Castedo, y España, el profesor Antonio Piga y Pascual, no pusieron su firma en el documento final. Después de la guerra, todos los miembros de la comisión internacional de expertos forenses abandonaron sus conclusiones en la primavera de 1943.

La Comisión Técnica de la Cruz Roja Polaca, que trabajó en Katyn en lugares especialmente «preparados» y bajo el control de los alemanes, no pudo llegar a conclusiones inequívocas sobre las causas de la muerte de los oficiales polacos, aunque descubrieron cartuchos alemanes utilizados en el tiroteo de víctimas en el bosque de Katyn. Joseph Goebbels exigió mantener esto en secreto para que el caso Katyn no se derrumbara.

Unas semanas después, el 4 de julio de 1943, el general Sikorsky, su hija Zofya y el jefe de su gabinete, el general de brigada Tadeusz Klimecki, murieron en un accidente aéreo cerca de Gibraltar. Solo sobrevivió el piloto checo, Eduard Prchal, quien no pudo explicar claramente por qué se puso un chaleco salvavidas durante este vuelo, cuando generalmente no lo hacía.

La posición de los «Aliados occidentales» de la URSS en la II Guerra Mundial sobre el tema de Katyn comenzó a cambiar junto con el deterioro de las relaciones entre Washington-Londres y Moscú, una vez iniciada la “guerra fría” por EEUU y sus aliados. Las acusaciones contra la URSS continuaron por la comisión estadounidense Madden en 1951-1952.

 

 

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FUENTES:

Elena Prudnikova e Ivan Chigirin «Katyn, una mentira que se ha convertido en historia» (solo en ruso), Año: 2019, Editorial: Olma Media Group (rusa); págs. 560

The Mystery of the Katyn Massacre, Grover Furr (libro), Kettering, OH: Erythros Press & Media, LLC, 2018

https://pynop.com/katyn.htm

Mentiras y Verdad (ruso), de Viktor V. Fostiychuk y Mikhail N. Gavyuk, http://history.snauka.ru/2014/09/1153

https://www.initiative-communiste.fr/articles/culture-debats/documentaire-darte-sur-katyn-quand-les-bornes-et-les-frontieres-sont-franchies/

 

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