Los «millones de muertos» en la China de Mao: entre la narrativa anticomunista y la ficción novelada (y 4)
FRANK DIKÖTTER, EL PENÚLTIMO FARSANTE DE LOS «MILLONES DE MUERTOS»
Si los autores mencionados por Joseph Ball en las entradas anteriores (Becker, Chang, Halliday, Aird, Coale, Banister, más los que publicaron la superchería panfletaria llamada “Hambruna en China”) proponían una visión apocalíptica de la China de Mao, donde millones de personas morían de inanición gracias a un malévolo plan llevado a cabo por el líder comunista chino, en los últimos años se ha sumado al “revival” de los “millones de muertos” Frank Dikötter, un historiador holandés radicado en Hong-Kong, especialista en la “China moderna” y nuevo referente del ultraconservadurismo anticomunista con su libro La Gran Hambruna en la China de Mao.
En realidad, Dikötter no aporta nada nuevo que ya se supiera con anterioridad en la literatura de los “millones de muertos de Mao”. Si acaso, utiliza un sesgo aún mayor que los autores antes citados, simplificando y tergiversando a conveniencia sobre el período del Gran Salto Adelante. Dikötter, hay que decirlo, es un entusiasta del período de 1912 a 1949, es decir, antes de la llegada de los comunistas chinos al poder donde, según Dikötter, había en China una suerte de idílica “democracia” precapitalista en la que reinaba la “libertad” económica y política.
Sin embargo, el tan celebrado período “pre-maoista” de Dikötter es uno de los más infaustos y sangrientos de China en todo el siglo XX. Citemos como ejemplo el año 1927, cuando los trabajadores chinos (algunos de ellos pertenecientes al Partido Comunista) intentaron organizar sindicatos y negociar condiciones de trabajo con mejores salarios y el dictador Chiang Kai-Chek ordenó a su ejército que los matara. El resultado más conocido de esta represión fue la masacre de Shanghai, de 12 de abril de 1927, que dio comenzó a la Guerra Civil entre el Partido Comunista de China y la dictadura nacionalista de Chiang, guerra que no terminaría hasta 1949.
Incluso después de que Chiang Kai-Chek perdiera la larga Guerra Civil ante los comunistas chinos en 1949, Chek siguió siendo un presidente nunca elegido de la isla llamada Taiwán. De hecho, declaró la ley marcial en Taiwán el 20 de mayo de 1949 y gobernó con puño de hierro hasta su muerte en 1975. La ley marcial permanecería vigente hasta el 14 de julio de 1987 y Taiwán no celebraría su primera elección presidencial democrática hasta 1990. Entre 1949 y 1990, Taiwán fue un estado autoritario respaldado por EEUU y sus aliados europeos, alianza estratégica que continúa en la actualidad.
Los hechos descritos por Joseph Ball y otros autores desmienten completamente las invenciones de Dikötter y el resto de propagandistas de las “hambrunas masivas” en China, e incluso la misma Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos en un informe decía “En 1949, la esperanza de vida en China era de solo 36 años. A principios de la década de 1980, aumentó a 68 años. Este aumento en la esperanza de vida se atribuye principalmente a la mejora de la nutrición y la disminución de la mortalidad debido a la decrecimiento de las enfermedades infecciosas”.
Desde 1949, la situación de salud pública en China mejoró enormemente, es decir, después de que el Partido Comunista Chino se hiciera con el poder. Para 1949, la población de China era de 541,6 millones de personas. Cuando Mao murió, el número de habitantes de China había llegado a 930,7 millones de personas, un aumento de casi 400 millones de personas. Este incremento hubiera sido imposible de haberse producido la tan aludida hambruna.
Uno de los “argumentos” recurrentes de los divulgadores anticomunistas es recurrir a citas inexistentes o manipuladas de los líderes comunistas y darles veracidad histórica. Pero, como ha ocurrido más de una vez, este tipo de argucias solo surte efecto entre los más crédulos, en los desinformados o en esa ultraderecha cuya retórica está siempre inflamada con el argumento repetitivo de la “maldad comunista”. Una cita conocida que se puede encontrar en la obra de Dikötter (que también utilizaron Chang y Halliday), La Gran Hambruna en la China de Mao, y que se atribuye falsamente a Mao, es la siguiente: «Cuando no hay suficiente para comer, la gente se muere de hambre. Es mejor dejar que la mitad de la gente muera para que la otra mitad pueda comer hasta saciarse». La realidad de la cita es otra muy diferente: una revisión de los archivos chinos reveló que la «gente» que «moriría de hambre»….no eran personas en absoluto, sino que Mao se refería a grandes proyectos industriales. La cita había sido tomada de una transcripción de una reunión donde Mao habló de reducir a la mitad el número de empresas. Este es el “nivel” de tendenciosidad de “expertos” en China como Dikötter.
Dikötter afirma, entre otras cosas, que si Mao hubiera mantenido el crecimiento demográfico que había logrado en 1953, la población habría aumentado en veintisiete millones de personas en 1961 y atribuye esta diferencia a las muertes por culpa de la hambruna. Pero el demógrafo de la Universidad de Chicago, Ping-Ti Ho, señaló que las cifras de 1953 no proceden en absoluto de un censo, sino de estimaciones provinciales que muestran un muy dudoso aumento de la población del 30% entre 1947 y 1953 -un período de guerra, hambruna e intensa lucha revolucionaria-, lo que sugiere que las veintisiete millones de personas «desaparecidas» probablemente nunca existieron.
Las afirmaciones de decenas de millones de muertes por hambruna se basan, según sugiere el historiador británico, especialista en la China antigua, Gwydion Madawc Williams, en «comparar a Mao con Mao para condenar a Mao”, obviando hechos cruciales como que la población china estaba mejor en 1961 que en los 100 años anteriores, así como el hecho de que la esperanza de vida era de 56 años (en 1949 era, como se ha señalado antes, de 36 años).
Frank Dikötter y otros sobresalientes charlatanes de los millones de muertos no nos hablan del éxodo de trabajadores que se trasladaban a las ciudades, omiten que la caída de la tasa de natalidad se debe a que las mujeres se unieron a la fuerza laboral, no tienen en cuenta la retirada de la ayuda por parte de la URSS a China en 1960, realizan traducciones mal hechas de citas de Mao o ponen imágenes de hambrunas de épocas anteriores (como ha sucedido con el llamado “Holodomor”) y, finalmente, cómo no, tienen que culpar a Mao por la hambruna.
Los historiadores que narran las supuestas “hambrunas de Mao” han difundido falsas evidencias históricas distorsionando la verdad para estar únicamente al servicio de un relato cuya matriz descansa en el ideario del anticomunismo. Es decir, directamente no respaldan muchas de las afirmaciones que realizan en sus escritos, como ya advirtió Joseph Ball en las entradas anteriores, y las fuentes que utilizan las usan al azar y descontextualizadas.
El libro de Dikötter, La Gran Hambruna en la China de Mao, es poco más que una colección de anécdotas de “atrocidades comunistas”, algo que ya habían puesto de manifiesto a lo largo de los últimos años otros autores con leyendas anticomunistas similares, como el celebrado y disparatado manual de propaganda de la CIA, El Libro Negro del Comunismo, u otros que se nutren del fundamentalismo ideológico de la extrema derecha (ej. Anne Applebaum). La realidad es que no hay absolutamente ninguna prueba de que las atrocidades que describe Dikötter (si fueran ciertas), hubiesen sido ordenadas desde la cúpula del Partido Comunista chino. Al contrario, si las hubo, fueron a menudo descubiertas por equipos de investigación enviados por las autoridades centrales de Pekín. La imagen (ya suprimida) de la primera edición del libro de Dikötter, con un niño hambriento es de una hambruna en 1946, doce años antes del Gran Salto Adelante y 3 años antes de que Mao llegara al poder.
Pero veamos la afirmación más absurda, demencial y extravagante de Dikötter: las 45 millones de personas «asesinadas» por la «hambruna» de Mao, un «hecho» anunciado en el sitio web de Dikötter como un «hallazgo clave». El cálculo de Dikötter se basa teniendo en cuenta el «exceso» de muertes contando todas las que ocurren en un año y restándolas de una mortalidad que el investigador asume que hubieran ocurrido si no se hubiera llevado a la práctica el Gran Salto Adelante.
Dikötter obtiene sus 45 millones de muertos, en primer lugar, inflando las tasas de mortalidad reales, por encima de las cifras reportadas en los archivos, en un 50%, y, en segundo lugar, asume una tasa de mortalidad «normal» ridículamente baja (la misma que la de Occidente) en la década de 1950, a pesar de que China a lo largo de ese período fue uno de los países más pobres de la tierra.
El holandés acepta una mortalidad bruta ‘normal’ de 10/1000 personas/año o el 1%. La adopción por parte de Dikötter de una mortalidad «normal» muy baja de 10/1000 es simplemente inverosímil. Por supuesto, Dikötter asume esta cifra, y esto es importante resaltarlo, para maximizar su cálculo de muertes en exceso, lo cual denota su mala fe para tergiversar hasta el límite de lo practicable su tesis de los “millones de muertos” por culpa de Mao.
Dikötter obtiene la mortalidad reportada, la incrementa en un 50% para permitir el subregistro con el que obtener una mortalidad anual promedio de alrededor de 27,3/1000 durante el Gran Salto Adelante (1958-1962). Así, para llegar a su gran total final de personas «asesinadas» por Mao, Dikötter hace este cálculo ((27,3-10) / 1000) x 650 millones x 4 años = 45 millones de muertes «en exceso».
El problema es que una mortalidad bruta de 27,3/1000 a finales de los 50 y principios de los 60 era de hecho bastante habitual para los países en desarrollo. La de India e Indonesia fue de 23 y 24/1000 respectivamente. Y la mortalidad de China en 1949, sólo 8 años antes del Gran Salto Adelante, fue de 38/1000 (Judith Banister), en Hong Kong en los años 30 fue de 32/1000, en Rusia antes de la revolución 31/1000, y en la India, justo antes de la independencia, alrededor de 28/1000.
Por tanto, según la tasa de mortalidad bruta durante el Gran Salto Adelante, ofrecida por Dikötter, se puede decir que fue significativamente mejor que la de China en 1949 (38/1000), y prácticamente la misma que la de la India en el último año del dominio colonial británico. Así pues, hablar, basandóse en las propias cifras de Dikötter, de que el Gran Salto Adelante fue la «mayor catástrofe de la historia» de China, o incluso del mundo, es completamente ridículo.
De hecho, si Dikötter acepta la tasa de mortalidad antes señalada de 10/1000 para 1957, entonces tendrá que asumir que los comunistas redujeron la mortalidad de 38/1000 a 10/1000 durante los primeros ocho años de gobierno (1949-1957), salvando así decenas de millones de vidas. Si este fuera realmente el caso, habría sido la más dramática e increíble reducción de la mortalidad en la historia de la humanidad.
Así pues, el tramposo cae en su propia trampa. Si se asume una tasa de mortalidad muy baja para maximizar el exceso de muertes del Gran Salto Adelante, entonces Mao también debe recibir el crédito por haber logrado, durante la mayor parte del tiempo que estuvo al mando del timonel chino, niveles muy bajos de mortalidad. Si se va por el otro lado, el balance sobre el exceso de muertes del Gran Salto Adelante se minimiza y tal vez casi se elimina.
Por tanto, las afirmaciones de Dikötter son completamente falsas y carecen de cualquier análisis científico honesto. La hambruna, hasta la victoria de la Revolución, fue un problema crónico para China. Sólo la hambruna de 1876, en el norte de China, mató a 15 millones de personas, superando ampliamente cualquier dificultad que haya ocurrido desde la fundación de la República Popular china. Los problemas de la agricultura en China a finales del decenio de 1950 se debieron en gran medida a dos años sucesivos de calamidades naturales y a la disminución de las cosechas. Las similitudes, en este sentido, con la propaganda que ha llegado del “Holodomor”, son evidentes y con resultados parecidos.
Mediante el racionamiento de las reservas de cereales y las grandes compras de trigo en el extranjero, el Gobierno chino logró controlar la situación. La afirmación de que 40 millones de personas perecieron en China durante una hambruna simplemente no es sostenible según los datos demográficos. China tenía una población de 594 millones de habitantes en 1953 y pasó a 694 millones en 1964, cuando se produjo una supuesta hambruna masiva que se cobró alrededor del 5% de la población.
Desde 1950 hasta 1980, la producción industrial de China creció en promedio más de un 10% al año. El pueblo se benefició de sistemas de bienestar que proporcionaron apoyo para la alimentación, la vivienda y la atención médica, con mejoras concretas en los niveles de nutrición y salud. En las elecciones generales de 1953 en China, el pueblo recibió su derecho democrático a participar en los asuntos del Estado; más de 100 millones de personas participaron en los debates para la nueva constitución. Exactamente, lo mismo sucedió en 1968 en la RDA (República Democrática Alemana), donde el Estado de Obreros y Campesinos puso en práctica la democracia participativa del pueblo, no la de los miserables políticos occidentales que sirven a las oligarquías económicas a través de la «democracia del voto», pero donde ni una sola Constitución ha sido debatida en asambleas populares o vecinales ni se han incorporado propuestas ciudadanas a la misma. Al contrario, dichos terxtos normativos superiores fueron impuestos por países extranjeros (como la Ley Fundamental de Alemania Federal, por los EEUU) o bien redactadas sin luz ni taquígrafos, de espaldas al pueblo (Constitución española).
Para refrendar y reforzar los argumentos anteriores en favor de las políticas de salud y bienestar social de Mao, el paper Una exploración de la disminución de la mortalidad en China bajo Mao: un análisis provincial, 1950-1980, de los investigadores estadounidenses Kimberly Singer Babiarz, Karen Eggleston, Grant Miller y el chino Qiong Zhang, aprobado por la Junta de Revisión Institucional de la Universidad de Stanford (EEUU) y cuyos autores no tienen conflicto de intereses, desmonta, con enorme calidad científica, una a una, las patrañas de Dikötter y sus predecesores (Jasper Becker, Jung Chang, Jon Halliday..). Dicen los autores del paper que:
«El crecimiento de la esperanza de vida en China entre 1950 y 1980 se encuentra entre los aumentos sostenidos más rápidos de la historia mundial documentada […]Aunque exploratorios, nuestros resultados sugieren que los aumentos en los logros educativos y las campañas de salud pública explican conjuntamente entre el 50 y el 70 por ciento de las reducciones drásticas en la mortalidad infantil y de menores de cinco años durante el período de nuestro estudio […] Se han propuesto muchas explicaciones para la disminución de la mortalidad en China durante la era Mao. Quizás el más destacado sea la expansión de los servicios de atención primaria de salud, incluido el crecimiento en la oferta de los famosos “médicos descalzos” de China a fines de la década de 1960 ( Sidel 1972 ; Dong y Phillips 2008). Otras explicaciones comunes incluyen campañas de salud pública generalizadas (inmunizaciones infantiles en particular); mejoras en agua, saneamiento y nutrición; y avances en el logro educativo».
El paper subraya un aspecto de singular importancia en la reducción de las tasas de mortalidad en China que, lógicamente, nunca tienen ni tendrán en cuenta los apologistas de los «millones de muertos»: la implementación positiva a gran escala de la educación pública en China, lo que supone deconstruir otra falsedad más a cuenta de las indigentes campañas de desinformación sobre el período del Gran Salto Adelante. Señalan los autores, a este respecto, que: «En general, encontramos que la expansión de la educación durante la década de 1950, junto con las campañas de salud pública a gran escala, explican conjuntamente aproximadamente entre el 50% y el 70% de la reducción de las tasas de mortalidad infantil y de niños menores de cinco años en China entre 1960 y 1980. Gran parte de esta asociación es vinculados a efectos rezagados y de por vida de los logros educativos: la expansión de la matrícula en la escuela postprimaria durante la década de 1950 tiene una asociación grande y estadísticamente significativa con la disminución de la mortalidad después de 1960. Este hallazgo es consistente con una extensa literatura que establece una mejor supervivencia infantil entre las madres más educadas, incluso después de controlar una variedad de características maternas ( Caldwell 1979 ; Preston 1980 ; Barrera 1990 ; Thomas et al. 1991 ;Elo y Preston 1996 )».
De hecho, en el apartado 5.2 del paper, los investigadores manifiestan que «La relación entre los avances en educación durante la década de 1950 y la reducción de 1960-1980 en las tasas de mortalidad infantil y de menores de cinco años […]se correlacionan positivamente con las tasas posteriores de mortalidad infantil (1,5%, p <0,01) y las tasas de mortalidad de menores de cinco años (1,7%, p <0,01)[…]», lo que constituye para estos autores «un hallazgo desconcertante que puede explicarse por el hecho de que las provincias con las peores condiciones al comienzo de la era Mao —como un bajo desarrollo económico, una devastación significativa por la guerra, una baja inversión en capital humano— habrían tenido los mayores avances en las tasas de matrícula en la escuela primaria (habiendo comenzado desde la base más baja) y altas tasas de mortalidad», tal como ilustran en el siguiente cuadro:
El estudio de Babiarz et al., rigurosamente técnico, ampliamente documentado, empírico y estadísticamente irreprochable, proporciona un severo correctivo y deslegitima la narrativa de toda la parroquia de vulgares panegiristas del anticomunismo chino que han surgido en las últimas décadas. El análisis del período Mao en la mejora sustantiva de la esperanza de vida, asociada a la calidad general de la salud pública, es irrefutable en las conclusiones de los autores citados:
«Este artículo describe la construcción de una nueva base de datos provincial sobre la mortalidad china y sus determinantes bajo Mao Zedong, y la utiliza para estudiar la disminución sin precedentes de la mortalidad en China entre 1950 y 1980. Encontramos que los avances en educación (y, en menor medida, sus interacciones con importantes intervenciones de salud pública) pueden explicar una parte importante de las sorprendentes reducciones en la mortalidad infantil y de menores de cinco años durante la era de Mao. En particular, encontramos evidencia sugestiva de los beneficios a lo largo de la vida de una mejor educación. En conjunto, los avances educativos durante la década de 1950 y sus interacciones con las intervenciones de salud pública parecen explicar aproximadamente el 80% de la disminución de la mortalidad infantil y el 75% de la disminución de la mortalidad de menores de cinco años durante la década de 1960, y el 55-70% de las disminuciones en todo el período 1960-1980».
Si los estudios serios y científicos desbaratan el circo de los millones de muertos del comunismo chino, solo queda la propaganda, la maledicencia, el rosario de manipulaciones y los sobornos para validar la charlatanería anticomunista. Si se indaga en los orígenes de la financiación de libelos como el de Dikötter, aparecen gobiernos e instituciones de «ideas» (think tanks de extrema derecha) para servir de contrabandistas culturales de la CIA. El libro de Dikotter, La Gran Hambruna en la China de Mao, fue financiado por la Fundación Chiang Ching Kuo de Taiwan, una organización creada por el hijo del sanguinario dictador fascista Chiang Kai Chek y por tres organizaciones del Reino Unido: el Wellcome Trust, el Arts and Humanities Research Council y el Economic and Social Research Grants Council, esta última financiada por el gobierno británico. Poco más se puede decir, que no sea el habitual mecanismo de penetración ideológica de Fundaciones y organizaciones que tienen estrechos vínculos con las más altas estructuras del poder capitalista y los servicios de inteligencia.
En definitiva, Frank Dikötter es un maestro de la narrativa sensacionalista, que la utiliza para deslegitimar y difamar a China con un claro propósito ideológico. La investigación de Dikötter sobre el período del Gran Salto Adelante es de mala calidad como, en general, las de sus colegas Chang y Halliday. Pero sobre todo, y lo que es fundamental, el autor manipula intencionadamente y tergiversa los datos buscando únicamente atraer, como sucede con toda la literatura anticomunista, el mayor número de «haters» contra el comunismo, aunque para ello utilice fuentes no contrastadas o, lo que es ya un modus operandi habitual en este tipo de autores, se invente todo lo ininventable utilizando la propaganda más obscena con la que rellenar seiscientas dieciséis páginas de su prescindible libro.
ESTE ARTÍCULO SE PUEDE REPRODUCIR POR CUALQUIER MEDIO, SIEMPRE QUE SE CITE LA FUENTE ORIGINAL (BERLÍN CONFIDENCIAL) TAL COMO ESTABLECE LA LICENCIA CREATIVE COMMONS. DE LO CONTRARIO QUEDA TOTALMENTE PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN
FUENTES:
Frank DIKÖTTER, La Gran Hambruna en la China de Mao; Editorial: EL ACANTILADO, 2017, 616 págs
Did Mao Really Kill Millions in the Great Leap Forward? by Joseph Ball
M. Chen, W.Y. Lu, Eric Boxtel, reviews of Mao’s Great Famine: The History of China’s Most Devastating Catastrophe, 1958-62 (Frank Dikötter)
Babiarz, K. S., Eggleston, K., Miller, G., & Zhang, Q. (2015). An exploration of China’s mortality decline under Mao: A provincial analysis, 1950-80. Population studies, 69(1), 39–56. https://doi.org/10.1080/00324728.2014.972432