Herejes en la ciencia (2). Pim Van Lommel, conciencia no local ‘más allá de la vida’ (a)

PIM VAN LOMMEL

 

Nunca había sentido la necesidad de preguntarme de si podría haber “algo más allá de la muerte”…si es que había algo, sobre todo porque mi mentalidad estaba orientada, decididamente, hacia el pensamiento materialista. Pero el hecho de que aconteciera un hecho particularmente doloroso en mi entorno familiar cambió mi percepción de las cosas, sin que ello significara abrazar ninguna creencia espiritualista, mística o similar. Todavía sigo bajo los efectos del shock de la que fue la pérdida para mí de la persona más querida y decisiva de mi vida por lo que he intentado preguntarme, desde entonces, el a veces llamado (algunos dicen erróneamente) “sentido de la vida” y que ese “sentido” tuviera un marco temporal “lógico” de respuestas. El “problema” de la conciencia es quizás el que mejor se ha ajustado a mis pretensiones, por supuesto mucho más allá que indagar a través de filosofías espiritualistas y menos adentrarme en el absurdo recital de charlatanería de la Nueva Era. La conciencia es una cosa mucho más seria que todo eso, aunque los de la “new-age” se hayan apropiado de la misma, atreviéndose a aderezarla con la física cuántica (en realidad sacando fuera de contexto conceptos aislados que les han servido para todo: nutrición, transpersonalismo, mindfulness, coaching…).

Después de la pequeña (o gran) decepción de Robert Lanza y su libro sobre el Biocentrismo he seguido los pasos de otros autores científicos que han profundizado en la conciencia desde ópticas no adscritas al consenso científico oficial. Uno de ellos es Pim Van Lommel, cardiólogo holandés, autor del libro Consciencia, más allá de la Vida…Van Lommel publicó nada menos que en la revista médica The Lancet (de las más prestigiosas del mundo) un amplio estudio prospectivo de las llamadas Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) documentando al detalle cientos de casos de personas que en el umbral de la muerte (estaban clínicamente muertos, esto es, sin actividad cerebral y, por tanto, sin conciencia) experimentaron sensaciones tales como encuentros con seres queridos fallecidos (generalmente de la familia), la visión de un ambiente agradable casi “sobrenatural”, una luz brillante al fondo de un túnel, una visión total o parcial panorámica de su vida, una sensación de  amor incondicional e incluso episodios de vidas pasadas. Aunque no todos han experimentado ese mundo onírico, ya que se han testificado ECM “negativas”, es decir, narraciones donde aparecen elementos “infernales” o, como mínimo, inquietantes, no datados en igual escala que las ECM “positivas”, seguramente por la negativa de los interesados a relatar esa “odisea” tan poco agradable que sufrieron.

Van Lommel (importante: que no cree en Dios ni en ninguna trascendencia divina) expone en su libro los interrogantes existenciales que todos nos hemos hecho en algún momento de nuestra vida ¿Qué es la muerte, qué es la vida, y qué sucede cuando estoy muerto? ¿Cuándo y cómo terminará mi vida? ¿Mi vida continuará después de la muerte? Ahora inevitablemente surge la pregunta: ¿por qué la mayoría de la gente tiene tanto miedo a la muerte? ¿Por qué nuestro primer impulso es prolongar la vida y retrasar la muerte a toda costa? ¿Es el miedo a la muerte razonable? ¿Y este miedo proviene de la ignorancia de lo que podría ser la muerte? ¿Nuestras ideas sobre la muerte son exactas? ¿Es la muerte realmente el fin de todo lo que somos?

Según la ciencia ortodoxa, las ECM son producto de alucinaciones propias de personas con determinadas creencias o bien, conjuntamente, debido a la medicación, a la anoxia, a la liberación de opiáceos como endorfinas o ketamina y otras alteraciones que se producen en el cerebro en situaciones límite. La realidad parece ser otra muy distinta y la variabilidad de casos de ECM es tal que cabría afirmar que la neurociencia no ha podido refutar (no lo puede hacer) las ECM ni proponer una interpretación satisfactoria de las mismas. Las teorías físicas de la mente no pueden explicar cómo las ECM pueden experimentar vívidos y complejos pensamientos así como el adquirir información verídica acerca de objetos o eventos alejados de sus cuerpos, mientras que el corazón está parado y la actividad cerebral está ausente.

El intento de replicar experimentalmente en laboratorio las ECM contiene, de partida, un error metodológico de manual como es el utilizar personas sanas versus las que sufren problemas muy severos de salud, ya que no es posible igualar, ni siquiera acercar, experiencias tan radicalmente opuestas en el ámbito de la conciencia. Algo que es confirmado, además, cuando en el procedimiento empleado en laboratorio (estimulación del lóbulo temporal, anoxia, uso de drogas, etc) se observan efectos muy diferentes (confusión, sensaciones desordenadas, “deja vu”..) a los relatados por quienes percibieron ECM en estados clínicos de pre-muerte (claridad extraordinaria para describir lo que vieron o sintieron, evocar -generalmente- el estar muerto en un entorno de paz inconmensurable, inefabilidad…).

Por otra parte, un hecho relevante que destruye el argumentario científico oficial para explicar las ECM es que no más del 18% de los que sufrieron parada cardíaca (estudio de Van Lommel) o entraron en coma han narrado ECM (ya sea porque en el porcentaje restante no se produjeron o bien por negativa a describirlas). Utilizar el indigente recurso de que los que han experimentado ECM tenían la tensión arterial alta (crítica a las ECM de Van Lommel por colegas suyos holandeses) no aporta nada más que mediocridad científica. No es prueba de nada.

Más alegaciones (inexplicables) en contra de los detractores de las ECM: se ha documentado (aunque limitadamente puesto que no ocurre en todos los casos) que experiencias idénticas a las de los pacientes de ECM se dieron en cuidadores de moribundos, por lo que se elimina por completo que sea un proceso neurofisiológico del cerebro, porque los que estaban al lado del enfermo también lo vivieron y no estaban enfermos (cita del psiquiatra Raymond Moody).

Como último refugio cientifista para “desmontar” el origen no materialista de las ECM estaría el determinar el momento exacto de su “generación” (que ellos creen puede ocurrir en los instantes inmediatamente posteriores a la reanimación) o bien que pudiera existir una actividad no conocida dentro del cerebro que posibilitaría crear las ECM. Pero si los que narran la ECM lo hicieron desde un punto cenital describiendo, al detalle, cómo los médicos andaban enfrascados intentando devolverle a la vida en pleno proceso de “muerte clínica”…. ¿cómo justificarían los escépticos que la ECM se produce en instantes posteriores a la reanimación?

Por otro lado, las mencionadas ECM “negativas” romperían totalmente el esquema médico-escéptico sobre las otras experiencias, las “positivas”, ya que tendrían que admitir que la anoxia, la electroestimulación o la administración de fármacos opiáceos (o su liberación por el cerebro) provocarían sensaciones tanto agradables como desagradables (la confusión antes mencionada o el relato de una experiencia de “terror”). Los defensores de una explicación puramente materialista de las ECM lo que hacen es centrarse en un pequeño grupo de los fenómenos (y sólo en ciertas situaciones), pero convenientemente ignoran el gran número de casos que desafían sus argumentos.

 Ampliando los párrafos anteriores:

  • Fármacos como la ketamina u otros anestésicos como causantes de las ECM están totalmente descartados ya que inhiben los sentidos, el juicio y la coordinación, además de provocar amnesia e inconsciencia. Como mucho se acercan a las ECM de manera superficial (ketamina) y en un cerebro normal, no cuando la función cerebral está seriamente comprometida. No hay, por tanto, en estos casos, expansión de la conciencia bajo ningún concepto.
  • Otra droga psicodélica, la potente DMT (dimetiltriptamina), se produce tanto en la naturaleza como en el cuerpo humano, aquí a través de la glándula pineal. Según el investigador R. Strassman la descomposición del tejido pineal en estados de pre-muerte “podría vaciar la DMT directamente en el líquido cefalorraquídeo, lo que le permitiría llegar a los centros sensoriales y emocionales del cerebro y causar conciencia residual”. Si bien los fenómenos entre la actividad de la DMT experimentada en humanos y las ECM parecen tener elementos similares y hasta sorprendentes, cada uno tiene características propias como apunta otro neurocientífico, Michael Potts, quien señala, a sensu contrario, que los fenómenos frecuentes o clave de la ECM no han sido reportados entre los que han experimentado la DMT, como es viajar a través de un túnel hacia un reino trascendente o describir, ocurrida esa experiencia, lo que uno percibió verídicamente durante la misma. Y, finalmente, los efectos posteriores de las experiencias son diferentes: aparentemente los cambios permanentes después de las ECM son la regla y no la excepción, pero después de experimentar la DMT son la excepción y no la regla. La evidencia de la DMT en favor de las ECM no es tan fuerte como sus defensores han afirmado, y podemos estar razonablemente seguros de que la DMT no es ni el único ni tampoco el mecanismo principal en la producción de ECM”. Que exista una respuesta biológica en las ECM parece que no es objeto de duda. Ahora bien ¿mediada por qué?
  • En definitiva, las drogas alucinógenas, en general, causan  distorsiones de la realidad, alteraciones de la imagen corporal y desorientación en cuanto al tiempo y al lugar, mientras que las ECM se han descrito como percepciones de una hiperrealidad superpuesta a la realidad con un alto nivel de conciencia. El neurocientífico Peter Fenwick lo señala con claridad: La dificultad con esas teorías es que cuando se crean esos estados maravillosos por tomar drogas, estás consciente. En las ECM, estás inconsciente. Una de las cosas que sabemos sobre el funcionamiento del cerebro, en la inconsciencia, es que no se pueden crear imágenes y si lo haces, no puedes recordarlas. El cerebro no está funcionando, no está ahí, está destruido, es anormal, pero puede producir estas experiencias muy claras. Un estado inconsciente es cuando el cerebro deja de funcionar. Por ejemplo, si usted se desmaya cae al suelo, no sabe lo que está pasando y el cerebro no está funcionando. Los sistemas de memoria son particularmente sensibles a la inconsciencia. Por lo tanto, usted no recordará nada. Pero, sin embargo, después de una de esas experiencias (una ECM), aparecen recuerdos claros y lúcidos. Este es un verdadero rompecabezas para la ciencia, y aún no he visto ninguna buena explicación científica que pueda explicar ese hecho”. El psicólogo Kenneth Ring incide en lo mismo que Fenwick, concluyendo que las ECM no son alucinaciones ya que éstas últimas son divagaciones, desconectadas de la realidad, a menudo ininteligibles y varían ampliamente, mientras que las ECM tienden a tener elementos similares con un patrón claro e interconectado.
  • John Greenfield, neurocientífico experto en EEG, (electroencefalograma) va más allá que los anteriores y subraya con datos empíricos la improbabilidad de que agentes externos sean los causantes de las ECM: Es muy improbable, dice Greenfield, que un cerebro hipoperfundido (sin flujo sanguíneo al cerebro), sin evidencia de actividad eléctrica, pueda generar ECM. Los estudios en humanos, así como estudios con animales, han mostrado típicamente muy poca perfusión cerebral (flujo sanguíneo) o utilización de glucosa cuando el EEG es plano. Hay profundas áreas cerebrales involucradas en la generación de recuerdos que todavía podrían operar en algún nivel muy reducido durante el paro cardiaco pero, por supuesto, cualquier actividad subcortical generada no puede ser llevada a la conciencia sin al menos un hemisferio cerebral en funcionamiento. Por tanto, incluso si hubiese alguna manera de generar ECM durante el estado hipóxico (mientras el cerebro está sin oxígeno), no experimentarían ECM hasta que la reperfusión (la vuelta del flujo sanguíneo) les permitiera “soñar” esas ECM o despertar y hablar sobre ellas.
  • Las experiencias fuera del cuerpo (llamadas autoscopias) son ilusiones, según los médicos-escépticos. Pero una ilusión, estrictamente, es una distorsión de los sentidos, es decir, de la realidad, lo que implica disociación y aspectos “fuera del cuerpo” ficticios, algo que se consigue con la estimulación cerebral artificial. En cambio, en las ECM, se producen siempre eventos reales donde las personas (incluso invidentes -¿cómo lo justifican aquí?-) son capaces de describir minuciosamente datos sobre números, objetos, gente o conversaciones, ya ocurran aquéllos durante un accidente en la calle, en el quirófano de un hospital o en habitaciones anexas al mismo. ¿Cómo explican esto sesudos catedráticos como este aferrados a lugares comunes tan escasamente convincentes?
  • Los aspectos fenomenológicos más básicos de las ECM (incluyendo la continuidad de la experiencia, la lucidez y la orientación del paciente durante la ECM, así como la formación de recuerdos duraderos y detallados) son incompatibles con la hipótesis de que la ECM se produce inmediatamente antes o inmediatamente después del período de inconsciencia causado por un paro cardíaco
  • No existe método científico alguno que pueda inducir una reproducción de otro fenómeno de las ECM denominado “revisión panorámica de la vida”. Este “flash”, a modo de fotogramas de toda o parte de la vida de una persona, son eventos que ocurrieron desde el mismo instante del nacimiento o primera infancia, extendiéndose incluso a vidas pasadas (aunque esto ya sería mucho más discutible y se han dado muy pocos casos). Esta “revisión de vida” es tan minuciosa (se recrean momentos absolutamente perdidos en la memoria de la persona) que sería imposible de recordar en un estado normal de vigilia o “estimulando” artificialmente determinadas partes del cerebro, como el hipotálamo.

 

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