Ludwig van Beethoven (1770-1827), el genio musical de Bonn, es más recordado entre el melómano medio por sus nueve sinfonías que por otros trabajos orquestales más breves, como fueron las diez oberturas que compuso, bien como música incidental (Egmont), bien para ballet (Las criaturas de Prometeo) o como introducción a su única ópera (Fidelio). Las más conocidas y superlativas, han sido interpretadas con asiduidad en los estudios de grabación o en las salas de concierto. Otras, como el Rey Stephan, Para la Onomástica o La Consagración del Hogar tienen, en mi opinión, un interés algo menor aunque, de cualquier modo, llevan el inconfundible sello de sabiduría musical de este compositor universal.

Uno de los traductores más brillantes del sinfonismo beethoveniano fue el director franco-belga André Cluytens (1905-1967). Las bondades de Cluytens como intérprete de Beethoven quedaron bien reflejadas en la integral sinfónica que del genial sordo grabó con la Orquesta Filarmónica de Berlín a finales de los años 50. Allí nos demostró un gran sentido innato de la poesía, refinamiento expresivo y coherencia con que plasmó el discurso musical del maestro alemán. A pesar de ello, las nueve sinfonías grabadas con la orquesta berlinesa no fueron muy apreciadas en su tiempo, donde las esencias catedralicias de las mismas, según la crítica especializada, estaban en versiones de directores míticos como George Szell, Wilhelm Furtwaengler, Otto Klemperer, el mismo Herbert von Karajan (ciclo de 1962) o Erich Kleiber. Craso error, puesto que Cluytens dejó, probablemente, el mejor (o uno de los mejores) ciclo sinfónico beethoveniano de la historia.

Al mismo tiempo que André Cluytens grabó para EMI el ciclo completo de las sinfonías de Beethoven registró, como complemento al mismo y con la misma orquesta (la Filarmónica de Berlín), un total de seis oberturas (Coriolano, Egmont, Las Criaturas de Prometeo, Las Ruinas de Atenas, Fidelio y Leonora III), menos conocidas que su integral sinfónica, pero que demuestran esa particular concepción que tenía el director francés del universo sonoro de Beethoven. A saber, lirismo bien graduado (Leonora III), sin perder la atención al detalle y a los elementos dramáticos (Coriolano), tempos reposados -sin exagerar- y menos aristados que los de otros directores, juego exquisito de timbres (Las Ruinas de Atenas), majestuosidad conseguida (Egmont), ataques exactos en las escalas, equilibrio espontáneo entre las distintas voces y un decidido impulso romántico. Esas fueron las virtudes que adornaron estas oberturas. Ni su Beethoven fue germánico al cien por cien, ni afrancesado, como injustamente le achacaron algunos entendidos. Lejos de la retórica ampulosidad de un Karajan o de la rotundidez, quizás algo cortante, de George Szell. Si a ello unimos que tenía en sus manos la mejor orquesta del mundo y que las grabaciones se realizaron en sonido estéreo, el resultado no pudo ser más óptimo además de constituir una referencia de primer orden en el repertorio discográfico de unas piezas relativamente breves, pero intensas.

Como muestra DOS excelentes botones musicales de Cluytens: Obertura Prometeo (también llamada Las Criaturas de Prometeo, grabada en Berlin, Grünewaldkirche, abril de 1959, con la Filarmónica de Berlín)

(ACTUALIZACIÓN 26 NOV 2020: Sonido mejorado con FLStudio-AAudition)

Y una extraordinaria Obertura Coriolano (grabada también en Berlín, en el mismo año y mes que la anterior)