El complejo médico-farmacéutico, delincuencia organizada contra la salud (7): la medicina, ese negocio muy corrupto

 

 

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MARCIA ANGELL, EX EDITORA JEFE DE LA PRESTIGIOSA PUBLICACIÓN NEW ENGLAND JOURNAL OF MEDICINE (LA «BIBLIA» DE LOS MATASANOS) HABLA DEL FRAUDE  MÉDICO-FARMACÉUTICO

 

La sintomatología de la enfermedad médico-farmacéutica tiene unos signos que son evidentes y perceptibles desde hace años y que se han manifestado en una variedad de “patologías” reconocibles: fraude y manipulación en los ensayos clínicos, conflictos de intereses, sobornos, opacidad, ocultación y engaño, puertas giratorias donde se intercambian expertos entre las agencias estatales de salud y las multinacionales farmacéuticas, además de la altavocía que les otorgan los medios controlados (por la propia industria farmacológica). Parece que las cosas no van a cambiar, en ese sentido, a medio o largo plazo. Da igual que no hace tanto el Comité de Finanzas del Senado norteamericano descubriera un pastel delictivo en todas las ramas de la medicina (de la psiquiatría a la cardiología) donde los médicos norteamericanos habían sido recompensados por las farmacéuticas con millones de dólares (en efectivo, mediante viajes pagados, regalos de lujo, etc) a cambio de recetar “a la carta” a sus crédulos pacientes su basura farmacéutica.

Marcia Angell, de la que hemos hablado por aquí otras veces, ex editora del New England Journal of Medicine (el bastión o sancta sanctorum referencia de la medicina mundial), catedrática por la elitista Universidad de Harvard, ha denunciado reiteradamente los vínculos de la farmafia con el colectivo médico. Dice Angell que Las compañías farmacéuticas subvencionan la mayoría de las reuniones y seminarios de las organizaciones profesionales de médicos y la mayor parte de la educación médica que, de forma continuada, necesitan los profesionales de la salud para mantener en activo sus licencias estatales. Nadie sabe la cantidad total de dinero suministrado por las compañías farmacéuticas a los médicos, pero se estima, a partir de los informes anuales de las nueve principales compañías farmacéuticas de Estados Unidos, que se trata de decenas de miles de millones de dólares al año. De este modo, afirma Angell, la industria farmacéutica ha obtenido un enorme control sobre los médicos a la hora de evaluar y utilizar sus propios productos. Sus extensos vínculos, en particular con instituciones de alto nivel y Facultades de Medicina de prestigio, afectan a los resultados de la investigación, al ejercicio de la medicina e incluso a la definición de lo que constituye la propia enfermedad». Creo que no necesita mucha aclaración.

Prosigue Angell, apuntando bien alto: Debido a que las compañías farmacéuticas ponen como condición que la financiación esté íntimamente vinculada a todos los aspectos de la investigación que patrocinan, pueden introducir más fácilmente el sesgo de que sus medicamentos parezcan más seguros de lo que realmente son.  Antes de la década de 1980, por lo general, se otorgaba a los médicos  la total responsabilidad en la realización de su trabajo investigador, pero ahora son los empleados de una compañía farmacéutica o sus agentes quienes a menudo diseñan los estudios, realizan los ensayos, escriben los papers científicos y deciden de qué manera se van a publicar los resultados. A veces los investigadores de una Facultad de Medicina son poco más que peones en el suministro de pacientes y en la recolección de datos, de acuerdo con las instrucciones que les da la empresa farmacéutica. La prostitución científica se hace tan evidente que Angell deja aún más cristalino el fraude del complejo médico-farmacéutico del siguiente modo: A la vista de este control y conflictos de intereses que inundan a las compañías farmacéuticas no es de extrañar que los ensayos patrocinados por esta industria, publicados en las correspondientes revistas médicas, favorezcan de forma sistemática a los patrocinadores de la industria de las drogas legales, puesto que los resultados negativos no se publican mientras que los resultados positivos se publican varias veces de diferentes maneras.

Por ejemplo, continua Angell, en una revisión de setenta y cuatro ensayos clínicos con antidepresivos, se encontró que treinta y siete de los treinta y ocho estudios positivos habían sido publicados. Sin embargo, de treinta y seis estudios negativos, treinta y tres fueron, o bien no publicados, o publicados de tal forma que diera la impresión que pareciera un resultado positivo. No es raro, pues, que un artículo publicado cambie el enfoque del efecto deseado del fármaco a un efecto secundario que parezca más favorable», sentencia la americana. La deducción es bien lógica y no admite réplica alguna: la literatura científica, como ya se ha referido en otras ocasiones, está comprada. Lo más sorprendente es que desde los propios púlpitos científicos, al más alto nivel, se ha denunciado varias veces esta certera conclusión, eso sí, con el habitual silencio ensordecedor de la “comunidad de médicos y escépticos”. En particular, en 2011, Fiona Godlee, editora en Jefe de la revista British Medical Journal, declaró ante el Parlamento británico que la literatura científica revisada por pares se había convertido en el brazo comercial de la industria farmacéutica.

Pero todavía hay más. La estafa del colesterol es otro de los temas estrella con los que nos han bombardeado en los últimos años la entente farmafia-matasanos, tanto que una investigación del Senado norteamericano descubrió que los fármacos para reducir el colesterol también son un fraude masivo. En 2004, el llamado Programa Nacional de Educación sobre el Colesterol de EEUU hizo una llamada para bajar drásticamente los niveles deseados de colesterol «malo”. Así las cosas, no parece por lógica que algo que sea “malo” no pueda ser corregido. Pero el problema radicaba en que ocho de los nueve miembros del panel que escribieron las recomendaciones “anti-colesterol malo” tenían vínculos financieros con los fabricantes de medicamentos reductores del colesterol. Y, lo que es más importante, ya al margen de esta última cuestión, muchos miembros de los comités permanentes de expertos que asesoran a la norteamericana FDA (la todopoderosa agencia reguladora de las drogas legales), sobre aprobación de medicamentos, se sabe que también tienen lazos financieros con la industria farmacéutica. La contaminación científica es un hecho.

Las empresas farmacéuticas también han participado en la creación de enfermedades ficticias  y esto no es ninguna sorpresa ya que la investigación antedicha del Senado estadounidense la dejaba en evidencia, parece ser que con el fin de sacar provecho de lo que se conoce como «medicamentos de mayor éxito» (fármacos con ingresos anuales superiores a mil millones de dólares). Por ejemplo, es conocido que Ahora estamos en medio de una aparente epidemia de la enfermedad bipolar en niños (que parece haber desplazado el trastorno de hiperactividad por déficit de atención como la condición más publicitada de la infancia), con un aumento, en cuarenta veces, de los diagnósticos entre los años 1994 y 2003. Estos niños son a menudo tratados con múltiples medicamentos, muchos de los cuales, cualesquiera que sean sus otras propiedades, son sedantes y casi todos tienen efectos secundarios potencialmente graves.

Hasta el prestigioso microbiólogo David Lewis, un defensor de los medicamentos y vacunas, (a los que reconoce “de vital importancia para la salud pública), señala que el mundo de la medicina está plagado de corrupción: Una vez que el Congreso de EEUU y la literatura científica están controlados por las compañías farmacéuticas, ¿cómo puede tener confianza el público en los fármacos?, se pregunta Lewis, criticando las políticas de vacunación de EEUU a través del CDC (el lobby estatal americano que controla a nivel mundial las enfermedades infecciosas), señalando que la Casa Blanca está financiando organizaciones basadas en la fe religiosa para promover la vacunación. La Secretaria del HHS, Kathleen Sebelius señaló que los grupos religiosos juegan un papel importante en el mantenimiento saludable de las comunidades. Es una vergüenza que la influencia corporativa haya erosionado la confianza del público hasta el punto de que haya que pagar a organizaciones religiosas para dar fe de las políticas del CDC. Vaya, vaya y aquí andábamos con la monja Forcades como la epígona del anti-vacunismo. 

 

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LA JAMA PUBLICITABA HACE CINCUENTA AÑOS LAS «BONDADES» DEL TABACO A TRAVÉS DE SUS MÉDICOS. «PROTEGÍA LA GARGANTA CONTRA LA IRRITACIÓN Y LA TOS», DECÍAN 20.679 MATASANOS

 

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Al sostén de las corruptelas de la industria de la enfermedad contribuye el lobby” médico más influyente de EEUU, la rama política de los poderes médico-farmacéuticos, es decir, la AMA (Asociación Médica Americana), también conocida por aquellos pagos como Asociación Americana de la locura (American Madness Association) o Asociación Americana del Asesinato (American Murder Association), de la que dicen es el segundo mayor grupo de presión que existe en Washington, justo detrás de las petroleras. Un hecho nada circunstancial, sin duda. A la AMA, como a cualquier entidad comercial con ánimo de lucro, únicamente le preocupa aumentar sus ganancias y el poder e influencia de los miembros que la conforman, así como obtener contrapartidas de los cárteles farmacéuticos a los que sirve. También, y esto es decisivo para adoctrinar a la opinión pública, controla los medios de comunicación, ya se trate de periódicos, revistas científicas o la propia televisión.

Ya se citó en la entrada sobre Royal Raymond Rife cómo las únicas credenciales del que fue jefe de la AMA durante veinte años, Morris Fishbein, fueron poner fin a la libertad de medicina en los EEUU. Cualquier curación por vía natural o mediante terapias holísticas que no implicara la venta de productos farmacéuticos fueron suprimidos y perseguidos activamente por los esbirros de Fishbein, es decir, las agencias FDA y la FTC (Federal Trade Commision. Fishbein (conviene recordarlo), junto con la multinacional del tabaco Philip Morris, estableció un programa de publicidad “saludable” de los cigarrillos en la revista médica de la AMA, la JAMA, que se prolongó durante más de 20 años y donde se exaltaban  constantemente los beneficios del tabaco.

La cruda realidad de la medicina moderna en EEUU, que va unida indisolublemente al negocio multimillonario que le es consustancial, es que se ha estimado que al menos 100.000 muertes se producen cada año en ese país como consecuencia de medicamentos que son prescritos y administrados adecuadamente. Entonces, la cuestión que se plantea es…si todos esos medicamentos fueron testados “correctamente” en ensayos aleatorizados, doble ciego y controlados clínicamente, es decir, «científicamente demostrados», según la jerga cargante de los cientifistas…¿cómo es posible que fueran permitidos sin traba alguna para ser puestos a la venta? ¿Por qué se retiran del mercado todos los años una determinada cantidad de medicamentos, después de ocasionar incluso muertes y lesiones irreversibles, sólo para ser reemplazados poco después por el mismo número de fármacos con idénticos o parecidos “principios activos”?

Algunos se preguntan con toda lógica: si la medicina convencional es tan escrupulosamente científica y detalladamente probada, ¿por qué tiene una demostración tan deplorable cuando se trata de hablar de eficacia? ¿Qué ocurre con las enfermedades? ¿Estamos más sanos o más enfermos cada año? Si funciona tan bien la medicina “basada en la evidencia” ¿por qué mucha gente abandona los tratamientos convencionales y se gasta, sólo en EEUU, 30 mil millones de dólares al año en medicinas alternativas?

Al contrario de lo que piensan los detractores “escépticos” de éstas últimas terapias la gente no está desinformada y es crédula ante lo primero “alternativo” que encuentran por el camino, sino que cada vez son más conscientes del fraude y la corrupción que existe en la industria médico-farmacéutica y, a su vez, tienen una mayor apreciación y comprensión de las dietas saludables y los suplementos alimenticios contrastados como un tratamiento natural para todas las enfermedades. Sabemos que existe una medicina hospitalaria eficaz (a veces negligente y criminal), científica, especializada e insustituible (urgencias, traumatismos, operaciones quirúrgicas) pero eso es sólo una parte positiva de un conjunto que sigue un dogma totalizador, exclusivo y excluyente, que convierte a la ciencia (médica) en una suerte de fundamentalismo mercantilista sectario.

En el actual contexto del negocio médico-farmacéutico las palabras del médico ortomolecular Andrew Saul son especialmente pertinentes cuando afirmó hace unos años, irónicamente, que “Tiene sentido gozar de buena salud, pero sólo si está respaldada por una buena suma de dinero».

Un Comentario

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  2. Laura

    Actualmente vivo en España y ya hace tiempo que estoy viendo esta realidad que contáis. Está bastante claro; hay personas que empiezan a tomar medicamentos y se sienten realmente mal; otras operadas quedan defectuosas pues les tocan nervios que incluso suponen la parálisis de determinadas zonas de su cuerpo. Pero los médicos son semi-dioses, lo que dicen ellos es tomado como la última verdad, a pesar de que las personas ven rápidamente sus consecuencias. Esto es el enganche del sistema, creo que cuando una persona llega al sistema médico por cualquier razón, es como el último escalón del control sobre nosotros. Una vez dentro, ya es muy difícil salir.

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  3. Sixto

    Esta es la realidad en este planeta esclavo. Son los mismos que controlan alimentos,trafico de armas ,drogas y personas,tecnologia,energias,economia,informacion,etc. Que,en definitiva,imponen una realidad diseñada,manipulada y ficticia para seguir explotando y esclavizando a la raza humana,que se encuentra tan dormida que ni siquiera vislumbra todo esto,a pesar de tener las pruebas en su cara de manera permanente.La programacion mental masiva es bastante exitosa,por ahora.

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  4. SomeBody

    Enhorabuena por la entrada, Urania.

    En ella citas a los «escépticos» -así, entrecomillados, lo cual me parece acertado- para reprocharles su habitual silencio ensordecedor cuando desde los propios púlpitos científicos se denuncia la manipulación de los resultados de las investigaciones que posibilitan la aprobación de nuevos medicamentos y sus implicaciones. Entre ellas, que la sacrosanta y permanentemente aludida revisión por pares no es más que una farsa, una puesta en escena que no garantiza demasiado. Sino que más bien se utiliza para encubrir todo lo que no resulte beneficioso para las grandes industrias farmacéuticas.

    Pero debo contradecirte, Urania. Los «escépticos» no se callan nunca. Como ejemplo paradigmático de su comportamiento podemos tomar el de J.M. Mulet, doctor en la especialidad de Bioquímica y Biología Molecular y profesor de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), que no médico.

    J.M. Mulet ha publicado, entre otros, el libro «Medicina sin engaños» que lleva por subtítulo «Todo lo que necesitas saber sobre los peligros de la medicina alternativa». Confieso que no lo he leído, ni pienso hacerlo. Motivado entre otras razones por el comentario escrito por el propio J.M. Mulet en su blog «Los productos naturales ¡vaya timo! sobre el libro ecrito por Ben Goldacre «Mala Farma».

    En concreto me ha «sorprendido», y no gratamente, el siguiente párrafo:
    » El libro es una crítica, feroz en ocasiones, a las grandes industrias farmacéuticas y a sus tejemanejes en el negocio de la salud. Ben Goldacre es un hábil escritor y el libro es muy ameno de leer y bastante recomendable, pero con advertencias. Leerlo sin un mínimo de espíritu crítico puede dar una imagen muy irreal de cómo funciona la industria farmacéutica y sobre todo, del proceso de autorización de un medicamento. Quizás lo más desasosegante sea que este libro pueda utilizarse como argumento por los defensores de las pseudomedicinas o por los magufos más conspiranoicos, cuando realmente no es así.»
    http://www.losproductosnaturales.com/2013/05/mala-farma-de-ben-goldacre.html

    Es decir, que a J.M. Mulet lo que le parece «más desasosegante» con respecto al libro de Ben Goldacre – que sí he leído- es la potencial utilización de lo que comunica y/o denuncia por parte de otros con fines espurios.

    Debo confesar mi honda preocupación por la falta de tranquilidad que ha supuesto para J.M. Mulet la publicación y lectura del libro de Ben Goldacre. Y propongo algunas posibles soluciones para que J.M. Mulet recupere la serenidad y el sosiego:

    .- Atiborrarlo día sí y día también con dosis masivas de ansiolíticos.

    .- Destruir todos los ejemplares del libro «Mala Farma» de Ben Goldacre en cualquier tipo de soporte: papel, electrónico, etc. Y eliminar toda referencia al mismo.

    .- Si tras adoptar las medidas anteriores, J.M. Mulet continúa dando muestras evidentes de desasosiego y fijo que harto dolorosas para él mismo, practicarle una lobotomía al «estilo Moniz». Que tanto sirve para ganar un Nobel de Medicina, como para tranquilizar al «escéptico» más desasosegado. Por supuesto, sin abandonar la «dieta del ansiolítico».

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    • uraniaenberlin

      JM Mulet es un majadero cientifista que pretende, como el resto de sus colegas (en particular, los que parasitan en lugares como el site Naukas), erigirse en un cruzado de la fe empiricista. Sus observaciones sobre el libro de Goldacre….son un monumento a la hipocresía, que es difícilmente digerible. Las farmacéuticas hacen negocios oscuros…pero no son tan malas..ojo que los «conspiranoicos» pueden hacer una lectura torticera…y se queda tan ancho este penoso personaje. Le diría a este tonto útil de Monsanto que leyera a Peter Gotzsche y su Medicamentos que matan y Crimen organizado…Gotzsche tampoco es fan de las terapias alternativas y no por ello deja de ser citado por gente como, por ejemplo, el perseguido Josep Pamies (que nunca en sus conferencias ha pedido abandonar los tratamientos convencionales). Pero lo más fácil es seguir hablando de «magufería» por los oficialnoicos de la farmafia. El problema de esta gente es el siguiente: cuando alguno de su ramo como Goldacre, Angell o Gotzsche hablan de la corrupción en la ciencia…su primer parapeto es: eeeeehhh que esto no es para magufos aunque critiquen a la farmafia..Me recuerdan, estos próceres de la nueva ciencia neofascista, a los que propagan decenas de ridículas terapias de la Nueva Era. Son antagónicos en sus propuestas, pero se complementan en su patetismo.

      Simplemente, están acorralados en su dogma.

      Gracias por tu comentario y saludos

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