El Príncipe Mendigo naufraga en Bagdad

Marlene Dietrich y Ronald Colman en El Príncipe Mendigo

                 Marlene Dietrich y Ronald Colman en El Príncipe Mendigo

Existen, no muchas, versiones del cine clásico de aventuras utilizando como motivo el exotismo del lejano Oriente, ya sea en las fantasías de los cuentos fabulados de Las Mil y una Noches (Sabu, Maria Montez), en las andanzas de un aventurero perdedor con vibrante sentido del humor (Simbad el Marino, Douglas Fairbanks Jr., Maureen O’Hara), en la hechizante El Ladrón de Bagdad (nuevamente Sabu, Conrad Veidt) o en esta misma de El Príncipe Mendigo, de 1944 (Kismet, en su título original). Fastuoso vestuario y lujoso colorido en technicolor de la mejor ley eran virtudes que adornaban a este tipo de películas tal vez sobresaliendo demasiado por encima de sus méritos narrativos, que tampoco es que fueran superlativos precisamente (al menos en la de esta reseña), al contrario que otras enérgicas aventuras de espadachines que estaban localizadas geográficamente en otros escenarios del planeta, por ejemplo, en el Caribe o en la Europa del medievo (Robin Hood).

Los problemas de este Príncipe Mendigo son varios y de diversa índole. Comenzando por un guión soso, lineal (a ratos soporífero) y terminando por unos actores poco afortunados, por no hablar del encorsetamiento postizo adjudicado a otros (Marlene Dietrich). Si el ya comentado vestuario y fotografía son lo único reseñable de este film (que es decir poquísimo), además del comienzo de la película a modo de relato breve de cada uno de los personajes que intervienen en la misma, el resto es desechable. Ni me entra el papel de Ronald Colman haciendo del mendigo Hafiz, un tipo procedente de los arrabales de Bagdad dispuesto a conquistar a la nada creíble Marlene Dietrich como princesa y mujer del Visir (Edward Arnold), ni tampoco el de Califa en manos de un anodino James Craig, directamente para llevarlo al matadero. Ronald Colman tuvo mejores días haciendo papeles similares (El Prisionero de Zenda, 1937). Edward Arnold (el Gran Visir) interpreta a un villano, pero más parece Chiquito de la Calzada con una perenne sonrisa en la boca que un tipo que infunda algo de «respeto». Si eres un jodido malvado (aunque tengas un poso irónico en tu actuación) sueles sonreír muy poco.

William Dieterle

                                     William Dieterle

Marlene Dietrich es punto y aparte. Hace de la princesa Jamilla y aunque le meten con calzador el personaje de una «griega» perdida en el califato iraquí, nunca acabas de creértelo y menos con esas «pintas» de insulsa princesa arábiga, peinado estrambótico incluido. El baile que se despacha a lo «Salomé» y su danza de los siete velos es verdaderamente olvidable. Dietrich, cuyo atractivo andrógino nunca me sedujo, da la sensación de ser una germanota aria perdida en un laberinto de minaretes y muecines. Los números musicales (que ya de por sí les tengo manía persecutoria) son para olvidar a toda pastilla al igual que unas bailarinas que son de todo menos exuberantes y lujuriosas jovencitas persas.

A esta película le falta impulso romántico, el factor sorpresa de un relato que es plano, la química y sensualidad de los artistas, la fascinación, en definitiva, por una historia que está mal que bien contada y cogida entre alfileres, salvo muy esporádicos momentos que no alcanzo a recordar. El director William Dieterle tuvo cosas bastante más decentes (o sobresalientes) en su haber (Ciudad en Sombras, Juárez, Esmeralda la Zíngara..) que este aburrido escaparate de pintura multicolor.

Un Comentario

  1. altaica

    Te la cargas y con razón. A mi también me parece una película bastante floja y alejada de los clásicos sobre el tema. Por cierto, continúo con serios problemas a la hora de publicar comentarios, que pasan indefectiblemente al limbo del spam. Supongo que será por el hecho de que escribo pocos comentarios y no me reconoce o algo similar. Un abrazo y voy a leer ahora lo de Brasil que, visto lo visto, se está convirtiendo en un motivo más para prenderle fuego a este mundo de mierda en que habitamos.

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    • uraniaenberlin

      Es una película francamente floja y casi nadie se salva de la quema. Y la que menos la Dietrich. Lo del spam…es una lucha que ya doy por perdida porque es tal la cantidad de basura que entra a diario….que en cuestión de unos pocos días puedo llegar a tener 1000 correos-basura. No sé si escribiste el día de la crítica o después. Desde luego, no he visto tu comentario publicado en el spam, o es que le di clic al borrado masivo. El monitor de spam debe detectar correo basura si escribes largas parrafadas….. Es un filtro mal hecho, pero es que entra spam precisamente con texto muy largo, así que deberían refinar los criterios. Lo de Brasil….otro escaparate alienante para esconder las miserias cotidianas que nadie quiere ver

      Salu2

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      • ayala

        La película era pesadita pero tenía grandes aciertos. Ronald Colman, como casi siempre no molestaba, es un intérprete comodín cuando no se sabía a quien dar un papel peliagudo. Y el mayor acierto lo constituyen los peinados de Marlene, copiados décadas después y sin copy rights, ellos que tanto los defienden, por J P Gaultier y Madonna.

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        • uraniaenberlin

          A mí me resultó pesadita en general toda la película. Y, sí, Ronald Colman era un actor muy solvente que raramente no acertaba con el personaje que le encomendaban. El único mérito que ví a este Príncipe Mendigo fue el «technicolor», poca cosa para una película, supuestamente, ambientada en intrigas palaciegas y relatos orientales…

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