Los «millones de muertos» en la China de Mao: entre la narrativa anticomunista y la ficción novelada (1)

LA DESINFORMACIÓN COMO ARMA DE MANIPULACIÓN MASIVA

En la propaganda de los millones de muertos del comunismo la China de Mao siempre aparece en primer lugar con la escalofriante cifra de (más/menos) 78 millones de muertos. Pero ¿qué evidencias se han presentado que avalen esa cantidad? Es impresionante, pero ninguna se puede decir que es creíble. El argumento de los millones de muertos en la China de Mao, en el período llamado del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, es un vehículo de propaganda lleno de falsificaciones, tergiversaciones y fuentes históricas de dudosa veracidad. Una vez confrontados los datos con solvencia crítica y no con anticomunismo de guerra fría, se desvanece el “genocidio comunista”.

Dando un repaso a la literatura crítica de la “hambruna” de los millones de muertos de Mao se llega a la conclusión de que la propaganda y el dinero pagado para mentir han sustituido a la verdad histórica. Y, créanme, no hace falta ser comunista para refutar esa falsificación, por mucho que los neoliberales y  la extrema derecha se hayan embarrado en los últimos años (sobre todo a raíz del ascenso de movimientos social-izquierdistas de raíz no comunista) a impulsar una renovada campaña contra el comunismo y su «horrible» legado de los “millones de muertos”….

Un frente anticomunista de think-tanks ultraconservadores junto a una súbita aparición (muy coordinada todo hay que decirlo) de ciertos “personajillos” en redes sociales como Youtube (llamados eufemísticamente “anarcocapitalistas”, “libertarios” o libertarianos), junto a personajes nefastos del periodismo y la economía ultraliberal (Losantos, Villanueva, Rallo, Lacalle, Braun), no dejan de recordarnos las maldades del “comunismo” todos los días y a todas horas. Añádele la aparición recurrente de profusa literatura anticomunista que te explica cansinamente la «siniestra» ideología del marxismo y sus «consecuencias» prácticas en los países de todos conocidos.

Pero vayamos a la China de Mao. La investigación que existe sobre los supuestas decenas de millones de muertos del sistema comunista chino a finales de la década de 1950 y primeros de los años 60 (a pesar de la voluminosa historiografía existente) es de mala calidad y los autores, prácticamente todos anticomunistas y vinculados a posiciones ideológicas de derecha, tienen en común su falta de objetividad y desconocimiento sobre la historia de China.

El único objetivo de los estudiosos que han escrito contra Mao Ze Dong y la China comunista es engañar intencionalmente a los lectores apelando a su sentido de la indignación (por ejemplo, recurrir a imágenes gráficas impactantes de personas famélicas extraídas de fuentes no verificables). Un ejemplo de esta manipulación, que hace recuentos de víctimas del comunismo de forma gratuita, por tanto de nula credibilidad, es el elogiado panfleto ultraderechista El Libro Negro del Comunismo, un compendio de falsificaciones sin sentido, saturado de propaganda destinada a mentes sugestionables.

El investigador británico Joseph Ball hizo un ensayo profundo, certero y conclusivo en 2006 sobre la China de Mao, en particular, sobre las inexactitudes y falsedades de los historiadores y periodistas de Occidente en torno al período del Gran Salto Adelante (y la Revolución Cultural), refutando la fantaseada cifra de las decenas de millones de muertos que figuran en los libros de cabecera del anticomunismo de Occidente. La mayoría de los intentos de socavar la reputación de Mao se centran en el famoso Gran Salto Adelante que comenzó en 1958, un proyecto de mejora masiva de la producción agrícola e industrial. Se argumenta que estas políticas llevaron a una hambruna en los años 1958-1961.

Durante el Gran Salto Adelante, el período crítico donde supuestamente se produjeron los millones de muertos de Mao, es sabido que los campesinos se unieron a grandes comunas formadas por miles o decenas de miles de personas y se emprendieron esquemas de riego a gran escala para mejorar la productividad agrícola. El plan de Mao era aumentar masivamente la producción agrícola e industrial.

“Se argumenta, dice Joseph Ball, que estas políticas llevaron a una hambruna en los años 1959-61 (aunque algunos creen que la hambruna comenzó en 1958). Se citan una variedad de razones para la hambruna. Por ejemplo, la adquisición excesiva de cereal por parte del Estado o el desperdicio de alimentos debido a la distribución gratuita en las cocinas comunales. También se ha afirmado que los campesinos descuidaron la agricultura para trabajar en los esquemas de riego o en los famosos hornos de acero a pequeña escala construidos en áreas rurales”

De hecho, las exorbitantes cifras de la “hambruna china” cuando realmente empezaron a gozar de popularidad fue pasados unos años desde la muerte de Mao. Fuentes oficiales chinas, publicadas después de 1975, sugieren que 16,5 millones de personas murieron en el Gran Salto Adelante. Pero hay que decir que estas cifras fueron publicadas durante una campaña ideológica del gobierno del reformista Deng Xiaoping contra el legado del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. Por tanto, poco margen de objetividad se podía esperar del “Krushchev chino”.

El problema, como dice Ball, es que “no hay forma de autentificar de forma independiente estas cifras (de Deng) debido al gran misterio sobre cómo fueron reunidas y preservadas durante veinte años antes de ser lanzadas al público en general”, pero que sirvieron para catapultar la propaganda de los millones de muertos de Mao por parte de historiadores occidentales, quienes aprovecharon el “filón Deng” y empezaron a aumentar progresivamente la cantidad de víctimas de la “hambruna forzada maoísta” hasta 30 millones, combinando la evidencia china con extrapolaciones de los censos de China datados entre 1953 y 1964.

Dos historiadores sobre los que Ball volverá más adelante, la escritora china Jung Chang y su marido, el historiador irlandés, Jon Halliday en su sensacionalista Mao: the Unknown Story afirman tranquilamente que Mao mató a 70 millones de personas, incluidos 38 millones durante el Gran Salto Adelante. Esta ha sido, junto al Libro Negro del Comunismo, o el trabajo del pseudoperiodista Jasper Becker, Hungry Ghosts, la base publicitaria que han utilizado historiadores y periodistas vinculados al ultraconservadurismo occidental para repetir, de forma sistemática y anatemizante, el “genocidio” chino de Mao.

No es ninguna sorpresa que agencias estatales de los Estados Unidos, como la CIA brindaran asistencia, a través de fondos económicos. a quienes tenían una actitud negativa hacia el maoísmo (y hacia el comunismo, en general) durante el período de la posguerra o “guerra fría”. Sólo hay que ir a la Operación Mockingbird (Sinsonte), cuando en los años 50 la CIA compró a varios editorialistas de los medios más importantes de EEUU para difundir propaganda falsa contra China, en la que se acusaba a Mao de traficar con toneladas de opio desde China hasta Bangkok (Tailandia). En realidad, era la CIA la que estaba traficando masivamente con opio en el Sudeste asiático (Laos, Tailandia…) para financiar la Operación Gladio y diversos golpes de Estado en todo el mundo.

Resulta paradójico (pero entraba en ese doble juego astuto de Occidente) que EEUU atacara a China con difamante propaganda anticomunista y al mismo tiempo hubiera apoyado, años antes, al PCCh contra el Kuomintang. En 1944, Mao estaba negociando activamente con representantes estadounidenses (misión del general P.J. Hurley) mientras que en enero de 1945, el PCCh comenzó negociaciones secretas con representantes del Departamento de Estado de los Estados Unidos. En los años 70 es conocido que China se decantó (una de las mayores manchas, si no la mayor de su historia) por el régimen de terror de los Jemeres Rojos, dirigido por EEUU. La razón de Washington era clara: tanto a mediados de los años 40, como en los años 70, el objetivo era debilitar a la URSS.

La CIA también encontró en los académicos su particular mina de oro anti-china. Por ejemplo, a través del veterano historiador del maoísmo Roderick MacFarquhar, editor de The China Quarterly en la década de 1960. Esta revista publicó acusaciones sobre muertes masivas por hambruna que se han citado desde entonces. Más tarde, se supo que este medio recibió dinero de una organización del frente de la CIA, como MacFarquhar admitió muchos años después en una carta a The London Review of Books. Roderick MacFarquhar afirmó que no sabía que el dinero provenía de la CIA, mientras estaba editando The China Quarterly.

Afirma Ball que “aquellos que han proporcionado evidencia cualitativa, como los relatos de testigos oculares citados por historiadores como Jasper Becker en su famoso relato del período, Hungry Ghosts, no han proporcionado suficiente evidencia que lo acompañe para autentificar estas cuentas. Mientras que la evidencia documental citada por Chang y Halliday sobre el Gran Salto Adelante se presenta de una manera demostrablemente engañosa”

Pero es que tampoco, y esto es importante señalarlo, las cifras que reveló el régimen de Deng Xiaoping sobre el hecho de que millones de personas murieron durante el Gran Salto Adelante es confiable. La evidencia de los campesinos contradice la afirmación del régimen de Deng de que Mao fue el principal culpable de las muertes que ocurrieron durante el período del Gran Salto Adelante.

A pesar de que demógrafos estadounidenses han tratado de usar la evidencia de la tasa de mortalidad y otras pruebas demográficas de fuentes oficiales chinas para probar la hipótesis de que hubo un «número de muertes masivas» en el Gran Salto Adelante “las inconsistencias en la evidencia y las dudas generales sobre la fuente de su evidencia socavan la hipótesis del «número de muertos masivos», dice Ball.

Muchos autores que han estudiado las cifras de “millones de muertos” publicadas por Deng Xiaoping después de la muerte de Mao afirman que la producción de cereales per cápita no aumentó en absoluto durante el período de Mao. Sin embargo, se pregunta Ball, “¿cómo es posible conciliar tales estadísticas con las cifras de esperanza de vida que los mismos autores citan?”.

Además, señala Ball “Guo Shutian, ex Director de Política y Derecho del Ministerio de Agricultura de China, en la era posterior a Mao, ofrece una visión muy diferente del desempeño agrícola general de China durante el período anterior a las «reformas» de Deng. Es cierto que escribe que La producción agrícola disminuyó en cinco años entre 1949-1978 debido a «calamidades naturales y errores en el trabajo». Sin embargo, afirma que durante 1949-1978 el rendimiento por hectárea de tierra sembrada con cultivos alimenticios aumentó en un 145.9% y la producción total de alimentos aumentó 169,6 %. Durante este período, la población de China creció un 77,7%”.

Es más, Ball contradice a toda la propaganda occidental señalando con total seguridad que “Existe un buen argumento para sugerir que las políticas del Gran Salto Adelante en realidad hicieron mucho para sostener el crecimiento económico general de China”. Todo ello en una década, la de 1950, donde China iba a tener que desarrollarse utilizando sus propios recursos y sin poder utilizar una gran cantidad de maquinaria y conocimientos tecnológicos importados de la Unión Soviética debido al cisma ideológico entre Krushchev y Mao, aunque Mao ya había mostrado sus diferencias con Stalin en materia de industrialización pesada (preeminente en el caso soviético, menos en el chino) y diferencias de Stalin con Mao sobre aspectos geopolíticos.

Hay que recordar que en 1960 el conflicto entre China y la URSS llegó a un punto crítico que sería utilizado más tarde por EEUU para acercarse a China con el objetivo de debilitar a la URSS (como fue el caso antes mencionado de los Jemeres Rojos en Camboya). Los soviéticos habían estado proporcionando una gran asistencia para el programa de industrialización de China. En 1960, todos los asesores técnicos soviéticos abandonaron el país y se llevaron los planos de las diversas plantas industriales que habían planeado construir. La alternativa de China a la dependencia de la URSS fue un programa para desarrollar la agricultura junto con un desarrollo más limitado de la industria.

Según Ball, “Aunque se produjeron problemas y reversiones en el Gran Salto Adelante, es justo decir que tuvo un papel muy importante en el desarrollo continuo de la agricultura. Medidas como la conservación del agua y el riego permitieron aumentos sostenidos en la producción agrícola, una vez que terminó el período de malas cosechas. También ayudaron al campo a lidiar con el problema de la sequía. También se desarrollaron defensas contra inundaciones. Las terrazas ayudaron a aumentar gradualmente la cantidad de área cultivada”

Una de las características de la industria rural establecida durante el Gran Salto Adelante es que utilizó métodos intensivos en mano de obra en lugar de métodos intensivos en capital. Al estar atendiendo necesidades locales, no dependían del desarrollo de una costosa infraestructura nacional de carreteras y ferrocarriles para transportar los productos terminados. De hecho, dice Ball “las políticas supuestamente salvajes y caóticas del Gran Salto Adelante se combinaron bastante bien, después de los problemas de los primeros años”.

Uno de los enfoques críticos hacia la supuesta “ineptitud económica” de Mao fue el hecho de que incidir en una mayor productividad agrícola liberaría más mano de obra agrícola para el sector industrial manufacturero, facilitando el desarrollo general del país. Sin embargo, escribe Ball “era correcto para China, como lo demuestran los efectos positivos de las políticas de Mao en términos de bienestar humano y desarrollo económico”

La agricultura y la industria rural a pequeña escala no fueron el único sector que creció durante el período socialista de China. La industria pesada también creció mucho en este período, no al mismo nivel que la URSS de Stalin, pero su avance fue significativo. Desarrollos como la creación del campo petrolero Taching durante el Gran Salto Adelante proporcionaron un gran impulso al desarrollo de la industria pesada.

Esto se desarrolló después de 1960 utilizando técnicas propias nacionales, en lugar de tecnologías soviéticas u occidentales. (por ejemplo, los trabajadores chinos utilizaron la presión desde abajo para ayudar a extraer el petróleo. No confiaron en construir una gran cantidad de torres de perforación, como es la práctica habitual en los campos petroleros).

“Vale la pena recordar, dice Ball, que los «saltos» de los que Mao hablaba más no eran saltos en la cantidad de bienes que se producían, sino saltos en la conciencia y la comprensión de las personas. Se cometieron errores y muchos debieron desmoralizarse cuando se dieron cuenta de que algunos de los resultados del Salto habían sido decepcionantes. Pero el éxito de la economía china en los años venideros muestra que no se desperdiciaron todas sus lecciones”.

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Un Comentario

  1. Francisco Cordero Cordero

    Bueno, lo de siempre. Engordando las víctimas del sistema que cambiaría este planeta y demonizando a todos los líderes que intentan encontrar una vía de escape a esta gran cárcel que se ha convertido la tierra. Y además, ocultando siempre las maldades y los crímenes de estos carceleros, con la simple y chabacana excusa, eterna excusa, que «es por nuestro bien».
    Seguiremos respirando en esta cárcel, hasta que los representantes del sistema penitenciario mundial nos los permitan.
    ¡Un fuerte abrazo para tí, amigo!

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