El Brahms total de Otmar Suitner

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Otmar Suitner (1922-2010) fue un director de orquesta prácticamente olvidado en el Oeste y justamente reconocido en el Este (socialista), donde desarrolló la totalidad de su carrera artística, en concreto en la RDA (República Democrática de Alemania), país en el que incluso recibió un Premio Nacional a su labor como artista, a pesar de que era austríaco de nacimiento. Otmar Suitner ocupó el puesto de director musical de la Staatsoper berlinesa además de comandar orquestas como la Staatskapelle de Berlín y su homónima de Dresde. La coincidencia, de algún modo trágica, quiso que su carrera musical se viese paralizada en seco justo cuando desapareció la RDA, en 1990. Pero este no fue el motivo del temprano adiós musical de Suitner, como sucedió con otro gran director de la RDA, Herbert Kegel (quien se suicidó al ver como hacían añicos su país, aunque también le afectó la caza de brujas desatada contra él por el nuevo neohitlerianismo cultural alemán). La enfermedad fue la causante del retiro definitivo de Suitner de la dirección orquestal, ya que empezó a padecer de Parkinson a finales de los años ochenta, lo que le dejó inválido para dirigir durante veinte años (desde los 67 hasta su muerte a los 87 años), tiempo en el que podría haber dejado un enorme legado discográfico.

Aún así, en su etapa en activo Suitner dejó un importante abanico de obras musicales con el sello de indiscutible referencia (desde clásicos como Antonin Dvorak –su integral sinfónica-, hasta su transparente y vívido Mozart, su apolíneo Richard Strauss, su incursión en Bruckner con una fenomenal Octava o este magisterial Brahms que nos ocupa, sin olvidar a la música contemporánea, de la que fue un valedor de primer orden, en particular, de la Segunda Escuela de Viena ). Hablar de las versiones del Brahms sinfónico es volver a incidir en registros grabados por grandes directores como Bernard Haitink, Carlos Kleiber, Kurt Sanderling y otros epígonos de la dirección como Carlo Maria Giulini (para mí tedioso y soporífero su Brahms sinfónico con la Filarmónica de Viena), Sergiu Celibidache (otro que tal baila) o el insustancial y aséptico ciclo del recientemente fallecido director milanés Claudio Abbado.

De los modernos ni me he ocupado ni me han preocupado, a pesar de que, téoricamente, existen lujosos productos en el mercado muy bien publicitados (Thielemann y otros). Sin embargo, existen grandes desconocidos “brahmsianos” que dirigieron desde la trinchera musical del Este (si exceptuamos a Kurt Sanderling) y que son prácticamente ignorados. Por ejemplo, este sensacional ciclo sinfónico de Otmar Suitner al frente de una orquesta de primer orden: la Staatskapelle de Berlín, formación que parece que ha sido descubierta hoy como una de las mejores de Alemania (gracias a la titularidad de Daniel Barenboim), pero que con Suitner (y en el Este socialista de la RDA) ya dio muestras de su gran categoría musical. La integral sinfónica fue realizada a finales de los años ochenta y pasó en su momento prácticamente desapercibida puesto que la guerra fría, en cierta forma, también alcanzaba a la cultura. Mientras los críticos musicales del Oeste entronizaban con oropeles los ciclos brahmsianos de todos conocidos, en el Este, calladamente, se hacían trabajos de altura, sobresalientes, y no sólo con Brahms sino también con otros repertorios del período clásico-romántico que eran, inclusive, superiores al marketing de la música «culta» del Oeste. Valgan como ejemplo estas cuatro sinfonías de Brahms que dirigió Otmar Suitner.

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Bien es cierto que se pueden poner algunas objeciones al discurso brahmsiano de Suitner. Por ejemplo, hay algún que otro exceso con el timbal, que suena a martillazo limpio (sobre todo en el Finale de la Primera y algo menos en el Allegro conclusivo de la Tercera) y quizás un punto de excesiva fogosidad en la coda del Allegro final de la Segunda. Pero, por lo demás, todo suena casi perfecto en esta excelentísima integral, repito, para mí la primera referencia a tener en cuenta, superior a otras tantas santificadas por crítica y público. La orquesta es de primerísimo nivel y el director austríaco conecta a la perfección con el universo sonoro de Brahms (algo que se puede observar en directo, Youtube, con la Orquesta NHK de Tokio, eso sí, en un Brahms un tanto inferior a este de Berlín)

La Primera sinfonía, con la salvedad de esa contundencia agreste de los timbalazos en el Finale resulta ser, en su globalidad, un brillante ejercicio de expresividad sonora, tempi moderadamente amplios, sentido del equilibrio, ejemplar claridad en el fraseo; en definitiva, objetivista y vitalista siempre Suitner, incluyendo siempre ese arrollador Finale.

La “pastoral” y lírica Segunda sinfonía es uno de los puntos álgidos del ciclo con Tercera y Cuarta. Reposada (repeticiones de la exposición del primer movimiento) y admirable en todas sus líneas melódicas, incluyendo su segundo movimiento (Adagio non troppo) y ese breve “intermezzo” (Allegretto grazioso) casi ensoñador. El Finale (Allegro con spirito) cumple con los pronósticos y resulta ser un pasaje vibrante hasta la ya mencionada vehemente coda final. Una versión, en cualquier caso, extraordinaria.

La Tercera es mi sinfonía favorita de Brahms y, como no podía ser de otro modo, de las cuatro que integran este ciclo. Suitner despliega todos los relieves sonoros en esta bellísima sinfonía mediante una adecuada articulación del discurso brahmsiano, nada retórico y sí fluido, natural y de gran musicalidad. En concreto, su primer movimiento Allegro con brio es de los mejor resueltos de toda la discografía, soberbio (muy al contrario que otras versiones que lo suelen iniciar “embarullado” tras las primeras notas a cargo de la sección de viento) y, como debe ser, con las repeticiones de la Exposición. El Andante, es uno de los mejores interpretados que conozco, inspirado e intimista como pocos. El nostálgico Poco Allegretto fluye con la naturalidad y lirismo esperable, mientras que el Allegro final es sencillamente espléndido con una apacible Coda final donde las violas (y violines) ponen un magnífico contrapunto.

La Cuarta sinfonía nada tiene que envidiar a las consagradas oficialmente por la crítica (Kleiber). Sabiamente lírica en los dos primeros movimientos, vivaz y de tímbrica exuberante en el Scherzo, concluye en una Passacaglia final de construcción formal y fatalismo bien medido, siendo esta Cuarta el epílogo a un Brahms sinfónico detallista, transparente, exquisitamente lírico, plenamente romántico, en definitiva de gran calidad sonora e interpretativa. Imprescindible, para que vamos a andarnos con rodeos.

Un pero final: la disposición de las sinfonías en el cd está aquejada de uno de los vicios de las discográficas de antaño. Me explico. Por una rara y caprichosa decisión las cuatro sinfonías se han ordenado en tres cd’s, a la antigua usanza, de tal modo que la Tercera sinfonía está «repartida» entre el segundo y tercer disco, cuando lo más fácil hubiera sido incluir las dos primeras en un primer cd y el resto en otro para dotar de continuidad (lógica) musical a las obras. Queda solucionada esta antigualla pasando los cd’s al PC, pero no es de recibo.

En fin, ahí van unos fragmentos (por tanto,  movimientos incompletos) de las sinfonías de Brahms por Otmar Suitner

 

Sinfonía nº 1 en do menor (mov. 3. Un Poco allegretto e grazioso)

 

Sinfonía nº 2 en re mayor (mov. 4. Allegro con spirito)

 

Sinfonía nº 3 en fa mayor (mov. 1. Allegro con brio)

 

Sinfonía nº 4 en mi menor (mov. 1. Allegro non troppo)

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