¿Sobrevive la conciencia ‘más allá’ del espacio y el tiempo? (1). La conciencia frente al ‘big bang’

Estudios prospectivos sobre las experiencias cercanas a la muerte, así como recientes resultados de investigaciones neurofisiológicas y diversos conceptos de la física cuántica, me han llevado a estar firmemente convencido de que la conciencia no puede ser localizada en un tiempo y un espacio concretos. Esto se conoce como no localidad o no localización. La conciencia plena e infinita está presente en todas partes, en una dimensión que no está ligada al tiempo ni al espacio, donde el pasado, el presente y el futuro existen y son accesibles a la vez. Esta conciencia infinita está siempre en nosotros y alrededor nuestro.

(Pin Van Lommel, cardiólogo holandés)

 

La cita anterior, tomada del libro Consciencia más allá de la vida, no es una declaración neoespiritualista procedente del movimiento de la Nueva Era o cualquier otra corriente ideológica similar, puesto que Pim Van Lommel (1943) es un científico que no cree ni en Dios ni en ninguna trascendencia divina. Simplemente, Van Lommel ha sabido conjugar acertadamente conceptos ligados a la ciencia con un significado no materialista de la conciencia. La propuesta de Van Lommel es un acercamiento, o convencimiento personal, de largo alcance filosófico que conduce inexorablemente a un cambio de paradigma en nuestra forma de comprender el mundo, alejado tanto de la visión clásica materialista como de la metafísica platónica.

Después de haber leído, no muy extensamente pero sí lo suficiente, sobre el “difícil problema” de la conciencia del que habla el filósofo David Chalmers y de haber pasado por graves crisis existenciales (que, en realidad, nunca se abandonan del todo) tenían que aflorar, forzosamente, los grandes interrogantes (por qué existimos en vez de no existir o si hay algo “más allá” de la muerte). La muerte, dice Van Lommel, sigue constituyendo un tabú en nuestra sociedad. Sin embargo, es normal que la gente muera cada día. Hoy mismo, mientras usted está leyendo esto, están muriendo aproximadamente cerca de 7.000 personas en Estados Unidos y otras tantas más en Europa.

De modo que todo a lo que hemos estado unidos en este mundo (sentimientos, bienestar o no material, emociones, ideas, experiencias positivas-negativas, intereses, acopio o no de saberes…) algún día se irá para siempre. ¿Pero se irá también con todo ello la conciencia, que es la que ha determinado nuestra comprensión de quiénes somos, dónde estamos, qué sentimos y el mundo que nos rodea incluido el espacio exterior, como afirman los epígonos de la ciencia “oficial”? ¿Podemos seguir hablando de conciencia cuando se ha confirmado la muerte de una persona? se pregunta Pim Van Lommel. La respuesta que da el científico holandés va a estar un tanto en la línea de lo que ha afirmado otro científico, Robert Lanza: La muerte no existe, es sólo una ilusión, pero mucho mejor desarrollada.

Uno de los apoyos sobre los que se sustenta la creencia de que la conciencia pueda sobrevivir a la muerte física es haber experimentado una ECM (experiencia cercana a la muerte). Pero sabemos que las ECM no se producen siempre: solo, aproximadamente, en un 18% de los casos donde personas están en situaciones traumáticas o límites, es decir, cuando hay un riesgo vital para la persona, aunque no necesariamente. Que en las ECM se produzca una ampliación mejorada de la conciencia para unos y para otros no (independientemente de que la gente no quiera relatar sus experiencias) sigue siendo un misterio. La soberbia de la ciencia oficial no quiere ni oír hablar de esto: o bien los que experimentaron ECM son crédulos idiotas o bien sufrieron delirios.

El problema que suscitan las ECM en el mundo de la ciencia ortodoxa ya sabemos que consiste en relegarlas a la categoría de “alucinaciones” producto de un cerebro caótico, aunque no aporten una sóla prueba válida de ello. Pero como dice Van Lommel Todos los resultados de investigaciones que no pueden ser justificados mediante la visión del mundo imperante son etiquetados como «anomalías», ya que amenazan el paradigma existente y desafían las expectativas que éste suscita. Ni que decir tiene que dichas anomalías son inicialmente obviadas, ignoradas, rechazadas como aberraciones e incluso ridiculizadas

Para algunos científicos, situados al margen del consenso oficial, la física cuántica concede a nuestra conciencia un papel decisivo en el proceso de crear y experimentar la realidad perceptiva de modo que la información recibida por nuestra conciencia sería la que describiría el mundo físico real. A pesar de que los cartesianos militantes oponen resistencia a ello, como afirma con claridad Van Lommel las técnicas científicas actuales son incapaces de cuantificar o demostrar el contenido de la conciencia. Resulta imposible obtener la evidencia científica de que alguien se ha enamorado, o de que alguien está disfrutando de una pieza musical concreta o de una determinada obra pictórica. Lo que puede medirse son los cambios químicos, eléctricos o magnéticos en la actividad cerebral; el contenido de pensamientos, sentimientos y emociones, no. Si no tuviéramos la experiencia directa de nuestra conciencia a través de nuestros sentimientos, emociones y pensamientos, no seríamos capaces de percibirla.

La conciencia estaría situada, en este contexto, fuera del cerebro y sería la transmisora de información, mientras que aquél actuaría como un aparato receptor que descodificaría dicha información. En definitiva, nuestro cerebro cumpliría, según Van Lommel, más bien la función de facilitar que la de producir, posibilitando experimentar la conciencia. ¿Pero dónde se ubicaría la conciencia infinita de Van Lommel? En un estado ilocalizable, fuera de los límites del espacio y el tiempo de tal modo que la muerte, al igual que el nacimiento, no sería más que un simple tránsito de un estado de conciencia a otro. Y aunque a algunos sigan pensando que esto es una forma de “pensamiento mágico”, Van Lommel no lo ve así: Aceptar nuevas ideas científicas, en particular sobre la conciencia infinita, requiere tener una mente abierta y renunciar a dogmas.  

 

 

 

Dentro de esos dogmas a los que hace referencia Van Lommel habría que renunciar, o al menos cuestionar, a uno de los más extendidos en la actualidad y que es el “sancta sanctorum” de la ciencia cosmológica actual: el del origen del universo, que nos dicen aconteció “a partir de la nada” (singularidad inicial, en acepción científica de sus promotores), y que se materializó a través de una “Gran Explosión”, el conocido “Big bang”.

Si admitimos, siguiendo el razonamiento de Van Lommel, que la conciencia es infinita ésta habría existido siempre y, cabría deducir con lógica, que el universo sería igualmente infinito por lo que nunca habría tenido un inicio ni tendría un final. Y esta es, ahora mismo, mi idea. El modelo matemático comúnmente admitido sobre el “big bang”, a partir de la relatividad general, es un presupuesto científico inconsistente y las observaciones no corroboran, en ningún caso, un origen específico del universo y menos un “predictivo” final escatológico a modo de esa tontería de tebeo llamada “big crunch” (o «gran crujido»).

Pero es que desde el ámbito de la propia ciencia se están dando pasos en el sentido anterior de desmitologizar, y de algún modo desmantelar el teísta y canonizado “big bang”. Y lo hace con las herramientas metodológicas propias de la física, es decir, con sus ecuaciones matemáticas. En un artículo de 2015, publicado en el acreditado site physics.org, nos dicen que el universo pudo no haber tenido un comienzo:

El universo puede haber existido siempre, según un nuevo modelo que aplica términos de corrección cuántica para complementar la teoría de la relatividad general de Einstein. El modelo también puede dar cuenta de la materia oscura y la energía oscura, resolviendo múltiples problemas a la vez. La singularidad del Big Bang se puede resolver con su nuevo modelo en el que el universo no tiene principio ni fin.

En el modelo cosmológico propuesto por dos físicos, Ahmed Farag Ali y Saurya Das, tampoco dan validez a otra de las fantasías de la cosmología actual: el ya mencionado “big-crunch”, o supuesto final cataclísmico del universo donde se produciría una contracción de toda su materia y energía que le haría volver a su estado original, es decir, según la teoría cosmológicca vigente, a un punto de densidad y energía infinitas: 

Además de no predecir una singularidad  o “Big Bang”, el nuevo modelo tampoco predice una singularidad del «gran crujido» (“Big Crunch”). En la relatividad general, un posible destino del universo es que comienza a encogerse hasta que colapsa sobre sí mismo en una gran crisis y se convierte en un punto infinitamente denso una vez más. El universo, con esta nueva teoría, sería de tamaño finito y, por lo tanto, de una edad infinita. Los términos expuestos por los dos físicos también hacen predicciones que concuerdan estrechamente con las observaciones actuales de la constante cosmológica y la densidad del universo.

A pesar de tratarse de una hipótesis provisional, para mí sería casi definitiva. Sobre todo, porque la mencionada teoría daría un golpe letal a las creencias religiosas (en particular, la católico-cristiana) que han abrazado con efusividad un universo creado desde la “nada”, mediando, por supuesto, una entidad divina omnisciente y omnipotente. Y el Big-Bang ha sido la teoría que se ha acomodado como un guante de seda a las religiones monoteístas, en particular, a la cristiana, que ha reforzado (o eso ha creído ella) su dogmática creacionista. El Vaticano la ha suscrito sin reservas a través de la Pontificia Academia de las Ciencias.

Con la teoría del Big Bang pueden sentirse especialmente a gusto en el cártel católico-vaticano ya que fue un sacerdote belga, Georges Lamaître (junto a George Gamow) quien la formuló en 1927. Lamaitre fue, además, presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias entre 1960 y 1966. Un organismo “científico”-religioso, el anterior, tratando de conciliar vírgenes, resurrecciones y milagros con datos científicos empíricos es síntoma de la decrepitud vaticana, donde antes que abandonar la fe es preferible atrincherarse con piruetas ideológicas de lo más aberrantes.

La iglesia de Roma está reconociendo explícitamente que el motor del mundo es la ciencia, no la religión, y que, en buena lógica, no deberían ser conciliables aunque el clero papal espuriamente afirma lo contrario con tal de mantener a toda costa el dogma de la “infabilidad”, sus fetiches inverosímiles y, en definitiva, como decía Gonzalo Puente Ojea «seguir manteniendo todos los resortes de la ignorancia, para mantener vivos los absurdos mitos religiosos». El discurso del Papa Francisco a favor del Big Bang, realizado en dicha Academia en 2014, no ha hecho más que confirmar dos cosas: 1ª) que el “big bang” (expresión, por cierto, acuñada por el astrónomo británico Fred Hoyle para ridiculizarla) es un pestiño creacionista disfrazado de ciencia. Y 2º) que los fundamentos científicos están, como hemos dicho, por encima de cualquier credo religioso:

Dijo el Papa Francisco, entonces, que El inicio del mundo no es obra del caos que debe a otro su origen, sino que se deriva directamente de un Principio supremo que crea por amor. El Big-Bang, que hoy se sitúa en el origen del mundo, no contradice la intervención de un creador divino, sino que la requiere. La evolución de la naturaleza no se contrapone a la noción de creación, porque la evolución presupone la creación de los seres que evolucionan. Respecto al hombre, hay un cambio y una novedad.

La iglesia de Roma siempre anda presta a reformular y amalgamar su credo cuando “nuevos descubrimientos” científicos puedan guardar similitudes con su ideario retrógrado y fetichista, mezclando incluso de forma torticera, aunque contenidamente, evolucionismo y creacionismo para no verse relegados al oscurantismo de una narrativa católica entre infantiloide y ridícula. De hecho, Francisco, a continuación de dar por bueno el “big bang” tira de la literatura más mugrienta de la teocracia cristiana para afirmar que Cuando, el sexto día del relato del Génesis, llega la creación del hombre, Dios da al ser humano otra autonomía, una autonomía distinta a la autonomía de la naturaleza, que es la libertad.

No hace falta decir que este vergonzante funambulismo ideológico arruina de forma miserable los propios postulados teológicos de la fe cristiana. Del designio divino donde el hombre ha sido creado por Dios y, supuestamente, sus actos están gobernados por Él pasa, por arte de birlibirloque, a ser sujeto del “libre albedrío” disponiendo de “libertad”, igualmente subrogada por ese Dios, para que el hombre haga uso de ella, con su propia maldad o bondad. ¿Pero no quedamos en que si nos crea un ente Superior, Divino y Perfecto, debería habernos creado igualmente “perfectos”, “inmaculados” y sin “faltas”?

 

Un Comentario

  1. Luis Sanabria

    No entiendo como hay personas que persiguen algo que para ellos es un timo, una gran conspiración un algo que que no existe, si no existe entonces porque tantos pensamientos y tanta energía en hilvanar frases para hacer crecer esos pensamientos en interminables árboles que finalmente no conducen a nada o será que finalmente para estas personas surgirá una generación libre de Dios? que toda esa energía involucrada en esos pensamientos induzca a miles de millones a súbitamente cambiar de opinión para dejar a «Dios», lo veo complicado ese algo que en la biblia se dice así mismo «yo soy el que soy» se traduce para millones en un instante muy sencillo que nace del corazón no del pensamiento y se traduce en palabras también sencillas «yo amo a Dios» y te tomo de la mano o te doy un abrazo sin intentar en lo mínimo convencerte que es «Dios», no porque exista un algo que va más allá de lo que entendemos o nos esforzamos por entender sino porque ese algo habita en el corazón del otro.

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    • berlinconfidencial

      Gracias por tu comentario. Cualquiera que tenga un mínimo de impulso por conocer el mundo que le rodea y su existencia…no le resultará difícil adentrarse en esas «obsesiones». Lo expuesto en el enlace que citas se ajusta a lo que yo creo. Antes pensaba que el big-bang era un modelo consolidado. Ahora no. Y muchos físicos están empezando a hipotetizar en este sentido. Por ejemplo, al hilo del enlace que citas, el físico brasileño Julio Cesar Silva Neves hace poco vino a decir más o menos lo mismo https://actualidad.rt.com/actualidad/256241-fisico-big-bang-ocurrir-rebote-universo

      El big-bang se ha convertido en dogma, pero cada día es menos sostenible

      Saludos

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      • El Revolucionario Escarlata

        Hola de nuevo. Te digo más: algunas de las evidencias más cercanas a la actualidad que hicieron que el dogma del denominado «Big Bang» se tambaleara seriamente datan de más de 10 años. Y sigo buscando archivos sobre esta materia cada dos por tres porque cada día se me da peor comulgar con ruedas de molino.

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  2. Pedro

    Queda corroborado. El «conciencialismo» (lo voy a llamar así aunque sé que no es correcto) no es más que una estrategia anticristiana. Me hizo ilusión en un principio creer que la cosa iba de buenas intenciones, un intento de acercarse a la Creación Divina mediante explicaciones alternativas que pusieran luz donde la Biblia parece quedarse corta o no logra hacernos comprender.

    Encima echan mano de cientifismo. ¿Como confiar ahora en Raymon Moody, en Robert Lanza, en Eben Alexander, etc, si después de todo y sabiendo que el zio-mandilonismo campa a sus anchas en la Ciencia, la Economía, La Política, y toda la sociedad, pueden no ser más que peones (a sabiendas) en la estrategia de diluir la creencia en Dios?

    Es más, no saben bien el daño colateral que están haciendo. A tenor de artículos como estos uno pierde la confianza en la ecuanimidad del resto. Esos que hablan de Gladio, Soros, y demás gentuza. ¿Cómo no ver una relación, un interés, etc, en esta especie de totum revolutum que se dirige en esencia a «despertar nuestra conciencia»?

    No necesito que me despierten, eso lo hará la muerte. Con Dios.

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    • berlinconfidencial

      Usted cree en la «cultura del milagro» como explicación del mundo. Yo no. Prefiero infinitamente antes agarrarme a la ciencia física (por muy corrupta que esté la ciencia en otros campos) que a una fe construida sobre mitos y fantasías que determinan una imposibilidad absoluta de demostrar ni argumentar coherentemente NADA (de cero elevado a infinito), sean religiones organizadas o de la Nueva Era.. Por una razón: porque sus herramientas, las de esas religiones, son creencias falsas, imaginadas, fabricadas, reformuladas a conveniencia, para mantener el control mental del rebaño

      Raymond Moody no es creyente o lo es a su manera. Lo malo que tiene es que es demasiado asiduo a debates organizados por la Nueva Era, aunque él dice que es por tener «apertura de miras». Allá él. Robert Lanza detesta la Nueva Era (aunque un gurú de esta secta haya pseudoprologado su libro Biocrentrismo: Chopra) y Eben Alexander, aunque no dudo de su experiencia con una ECM (experiencia legítima y objetivable) es un charlatán de feria cuando afirma que «el cielo existe». Una ECM no presupone absolutamente nada más que eso…..una experiencia donde la conciencia se expande (para los que creemos esta teoría). Pero nada más. Ni cielitos lindos, ni avernos. Entre el materialismo dogmático y los creyentes en milagros o una concepción creacionista del mundo…hay otros caminos o senderos.

      Soros, Gladio, etc…es que ni de coña tienen que ver con lo anterior y esa bobada de «despertar la conciencia» (palabro que usan a menudo los chamanes de la secta New-Age). Gente, por cierto, que ha metido con calzador teorías físicas como la cúantica para hacer un fregado intragable y disparatado con la «espiritualidad» new-age. Lo dijo muy claro el historiador Daniele Ganser: «Gladio no tiene nada que ver con creencias en ovnis, como el de Roswell, sino que se trata de un movimiento REAL que aconteció en la Europa de la postguerra».

      Por cierto, la Biblia es lo que se llamaría un mal chiste. Ningún estudioso serio de las religiones puede darle un sólo ápice de credibilidad. Y es que, como decía Puente Ojea, la Biblia es un relato falaz en cuanto a revelación «divina» e inane en cuanto a su cuerpo doctrinal. Y, citando a Ibarreta, sentencia que «de la Biblia puede probarse todo menos que su Dios fuese de la misma opinión cincuenta años seguidos». Siguiendo, finalmente, a Ojea: «Si se concediese crédito a la Biblia la imagen de Dios sería la de un inexperto aprendiz de la creación al que todo le sale mal».

      Vaya con dios

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  3. jmvc2015

    Inteligente y frontal análisis anti religioso. Estoy de acuerdo con que el universo siempre estuvo y permanecerá por siempre, habrá cambios, desaparecerán planetas, estrellas, constelaciones, universos, pero la eternidad es una condición temporal escencial que engloba la dilatación del espacio infinito. Nada existe sin una causa, el big bang pretende ser causa pero es efecto. De qué o de quién? El hombre es fruto de bacterias o combinaciones químicas en un caldo apropiado y luego de evolucionar por reptiles, llegó al mono y por el a nosotros o somos fruto o creación única que apareció como ser humano primitivo y evolucionó hasta el hombre del espacio y de la inteligencia artificial que nos lleva de vuelta a las estrellas buscando la verdad y sus causas últimas. La ciencia un día nos contestará si abre fronteras deja sus dogmas y libera el pensamiento.

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    • berlinconfidencial

      El universo, de lo que he podido deducir y contrastar dentro de mis limitaciones científicas, y hablando siempre en términos de provisionalidad, creo que no se extinguirá porque siempre va a estar en constante cambio y transformación, diría que «ad infinitum». Hablamos de «nuestro» universo…porque podría ser posible que existieran infinitos universos. De ahí que la conciencia entiendo, no se extinguirá porque es parte esencial del mismo universo. La conciencia modela nuestra comprensión de todo lo que hay y sin conciencia no puede haber universo, del mismo modo que sin vida no habría, tampoco, universo…Gracias por tu excelente aporte.

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