Sibel Edmonds y el terrorismo de Gladio B (1)
Dice Philip Giraldi, ex oficial de alto rango de la CIA durante largos años, que La mayoría de los estadounidenses nunca han oído hablar de Sibel Edmonds. Y si el gobierno de Estados Unidos impide que sea conocida (como así ha sucedido), nunca lo sabrán”, salvo, añadiría yo, como es lógico, para un pequeño grupo de disidentes (o no “conformes” con el actual “statu-quo” dictado por las élites del poder estadounidense) que han dado a conocer el trabajo de investigación y denuncia de Edmonds. Huelga decir que en el resto del mundo (y no digamos aquí, en la España panderetil y pestilente del neofranquismo PPopular, del PSOEGAL y de sus dos marcas blancas, los farsantes Ciudadanos y Podemos), el nombre de Sibel Edmonds es igualmente ignoto.
Sibel Edmonds es una mujer como la copa de un pino que se ha atrevido a contar-denunciar lo que otros prefieren ocultar en las alfombras del silencio cómplice. Edmonds es de origen azerí-iraní y vivió en Turquía hasta finales de los años ochenta. Luego emigró a EEUU, donde se graduó en Psicología y Derecho Penal en la Universidad George Washington, donde terminó un Master. Nueve días después de ocurrir los (auto) atentados del 11 de septiembre de 2001 fue contratada por el FBI para ejercer de traductora de turco y persa en la División de Contra-inteligencia. Ha escrito dos libros: “Mujer confidencial (o clasificada)” (Classified Woman) y “El Gladio solitario” (The Lone Gladio), el segundo, un “thriller” político de ficción basado en la trama terrorista Gladio, pero con un claro trasfondo, real, sobre el que operó la organización “stay-behind” creada por la CIA y la OTAN que, de alguna manera, se solapa con la historia novelada. También es editora del site web Boiling Frogs Post y presidenta de la Coalición de Denunciantes de Seguridad Nacional.
Edmonds, mientras estuvo trabajando en la Oficina Federal de Investigaciones (es decir, en el FBI), descubrió varias operaciones criminales que estaban en activo y que implicaban a ciudadanos extranjeros y funcionarios de alto nivel de los Estados Unidos, así como casos de corrupción al más alto nivel, venta de secretos nucleares, protección de sospechosos de terrorismo, además de transferencias ilegales de armas, tráfico de drogas o lavado de dinero. Cuando trató de informar sobre estas revelaciones le dijeron que se callara o si no ya sabía lo que le esperaba: el despido del FBI, seguramente, como primera advertencia. La denunciante Edmonds, como persistió en su empeño, se fue a la calle al cabo de año y medio.
Edmonds había descubierto que, desde el mismo Congreso estadounidense y el Departamento de Estado hasta su brazo armado del Pentágono, se dedicaban a efectuar todo tipo de operaciones y actividades ilegales en las que EEUU estaba implicada, en particular, actos terroristas que se estaban produciendo en varias partes del mundo. A pesar de acudir Edmonds a organismos gubernamentales como la Oficina del Inspector General del Departamento de Justicia, a las comisiones competentes del Congreso y el Senado, a la Cámara de Representantes y a aquella farsa denominada Comisión oficial del 11-s (o 9/11), su causa resultó ser una travesía en el desierto sin ningún, como era previsible, resultado práctico favorable. Tenía que cerrar la boca con un candado, lo que suponía que no debía publicar nada referente a «temas sensibles» de los que hubiera tenido conocimiento, ya fuese a través de medios escritos o mediante la publicación de libro alguno, ya que Edmonds había sido “habilitada al más alto nivel de seguridad en el FBI” (según ha confirmado ella misma).
Por tanto, si Edmonds quería publicar un libro estaba obligada a enviar el manuscrito (con carácter previo a su remisión a la editorial de turno) al Departamento de la División Especial de Justicia del FBI para que éste procediese a censurar lo que le viniera en gana. Esto sucedió con su libro Classified Woman que, para eludir el veto del FBI, tuvo finalmente que auto-publicarlo ella misma ya que las editoriales a las que acudió se negaron a ponerlo en circulación para no tener “problemas legales con el FBI”. No obstante, matiza Edmonds que fui cautelosa de no incluir cualquier información que, estando clasificada, pudiera afectar a una investigación penal en curso” ya que ello hubiera conllevado su inmediata detención y procesamiento.
De los medios controlados por el sistema, para amordazar su denuncia, Edmonds señala lo que todos conocemos y hemos sospechado siempre: Sabemos, dice la denunciante, que existe una íntima relación, incestuosa, entre los medios de comunicación estadounidenses dominantes, y sus editores, con las agencias gubernamentales de seguridad, en particular, la CIA y el Pentágono. Así que ellos (las organizaciones del Gobierno antes señaladas) sabían que tenían los frentes mediáticos bajo control, lo que significaba que mi libro no iba a ser ampliamente distribuido en las librerías. Ellos sabían que ninguno de los principales medios de comunicación, bajo ninguna circunstancia, iba a proporcionar ningún tipo de cobertura a mi libro.
Para conocer la génesis del Gladio B tenemos que remontarnos, una vez más, al otro Gladio (el anticomunista de la guerra fría), que es sobradamente conocida cómo fue establecida su estructura operativa y quiénes movieron sus hilos terroristas (leer a Daniele Ganser, Richard Cottrell, Paul L. Williams y otros investigadores como James Corbett, Thierry Messian, Webster Tarpley, Kevin Barrett o Wayne Madsen). Pero conviene volver a ello. Sibel Edmonds incide en lo mismo que sus colegas denunciantes, señalando que Tras la 2ª Guerra Mundial, después de la fundación de la CIA y la OTAN, ambas organizaciones crearon unidades paramilitares encubiertas en todo el mundo, principalmente en Europa, y en algunos países del Oriente Medio, para contrarrestar, básicamente, la influencia de la Unión Soviética y la expansión del comunismo como ideología. El papel de estas unidades paramilitares, financiadas, dirigidas, adiestradas y armadas por la CIA y la OTAN fue, durante los años que actuaron en Europa y en otras partes, crear eventos terroristas para luego echar la culpa de ello a organizaciones comunistas.
¿Qué ocurrió cuando la URSS se disolvió en 1990-1991? Se podría pensar, dice Edmonds, que con el fin de la Unión Soviética (y el “fin del comunismo”) Gladio iba a darse por zanjado. Pero no fue así ya que como afirma, con acierto, la americana, la lucha, en realidad, no era contra la ideología comunista sino la lucha por el dominio global. El comunismo era un espantapájaros que había sido utilizado y manipulado por el imperialismo a conveniencia (falsificando hasta lo infalsificable de, sobre todo, la URSS), como soporte justificativo de los planes hegemónicos de los emperadores del Nuevo Orden diseñado tras el fin de la II Guerra Mundial. Ahora, el islamismo, el terror con marca musulmana, ha reforzado esa tesis y es la “excusa” terrorista moderna de Occidente para continuar expandiendo el agresivo neocolonialismo grancapitalista de Wall Street, el FMI, la Trilateral, Bilderberg, los Rothschild, Soros o Rockefeller. Esta sería, a grandes rasgos, la esencia imperialista del crimen organizado por Gladio B a nivel mundial.
Por todo lo anterior cambiaron la denominación de Gladio a Gladio B (término acuñado, según Edmonds, en el propio FBI). Así pues, terminada la guerra fría, prosigue Sibel Edmonds, la nueva Operación Gladio se convirtió en una operación diferente (a partir de mediados de los años noventa) pero con el mismo modus operandi de la anterior, como era promover (por la Alianza Atlántica, la CIA y sus filiales de inteligencia euro-sionistas) eventos terroristas de falsa bandera, mediante la creación de unidades de fanáticos islámicos que se encargarían de llevar a cabo esos actos de terror, por lo que una vez organizado el caos asociado a las acciones de esa yihad, estaría justificada la intervención militar de la OTAN / CIA / Estados Unidos en países del Oriente Medio.
Pero no sólo de intervenciones militares directas vivían (y viven) los criminales anglosionistas, sino también de desestabilizar geopolíticamente a otros países, como es el caso de Rusia. El Cáucaso, territorio adyacente a Rusia fue uno de los objetivos primarios del Gladio B en los años 90, algo que ya señaló hace tiempo Edmonds, ya fuese mediante la utilización por la CIA del terrorismo checheno como, también, promover revoluciones de “colores” a través de ONG’s de la Agencia Central de inteligencia y las fundaciones golpistas de George Soros (en Ucrania, Georgia, la antigua Yugoslavia, etc). La expansión imperialista de la OTAN hacia países como Georgia o Azerbaiyan, lindantes con Rusia, es una estrategia para cercar al máximo al Kremlin. No hay que olvidar que una vez que los territorios del antiguo Pacto de Varsovia se convirtieron en vasallos de la OTAN, el botín de Moscú estaba mucho más cerca que nunca para los conquistadores globalistas.
FUENTE SIBEL EDMONDS: Globalresearch.ca
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