El cártel de HollyCIAwood (3). Cine de propaganda al servicio de la CIA y el Pentágono (y III)
10. La Entrevista (2014)
Esta, dicen, es una película-sátira basada en uno de esos enemigos políticos de EEUU sobre el que ha intensificado su campaña demonizadora en los últimos años, esto es, la Corea del Norte de Kim Jong Un. La Entrevista es un panfleto cinematográfico que ha gozado de un recorrido cómico-grotesco ciertamente notable, mucho más, si cabe, que la escasa o nula gracia que contiene. Y es que el mosaico circense montado contra el “gordito norcoreano” ya lo tenían configurado de antemano los «yankees». De ser una producción marginal sin repercusión mediática y a nivel de público, destinada a pasar por Youtube (antiguamente se decía que por los “videoclubs”) antes que por las salas de cine, los promotores de La Entrevista lograron que alcanzara difusión internacional gracias a uno de esos bulos que, a menudo, se suelen inventar algunas de las múltiples agencias policiales o de seguridad de EEUU, en este caso, el FBI, con el objeto de señalar enemigos internos o externos.
Y es que para dar algo de vidilla a esta comedia sin gracia, los del FBI se sacaron de la manga que los norcoreanos habían estado, nada menos, que detrás de un ciberataque a la productora del film, SONY (como si no tuvieran más que hacer en la RPDC que tocar los cojones al imperio y meterse en fregados internacionales). Lo de los ciberataques a EEUU no es nada más que un timo pillado por los pelos que, de vez cuando, largan desde Washington contra países “no amistosos” (léase, China) inventándose fábulas conspiranoicas a la carta para consumo del rebaño; en el caso que nos ocupa, aprovechando la propia temática anti-norcoreana de la película. Evidentemente, el “affaire norcoreano” previo (la falsa bandera o montaje del FBI) perseguía demonizar (una vez más) a la RPDC utilizando un pasquín cinematográfico de poca monta.
De tal modo que, una vez iniciado el sainete-conjura malévola de Kim Jong Un, las exhibidoras de USA comenzaron a hacer teatro “negándose” a estrenar la supuesta “parodia” del Gran Líder ante (no se rían) “las amenazas de otro 11-s”. Sí, como lo oyen, Kim Jong Un-Laden estaba dispuesto a enviar un comando juche a Jolivú para no dejar títeres con bótox y demás rellenos faciales (según las malas lenguas, Tom Cruise demoró ponerse su cara de sapo actual por si acaso). En fin, que todos los tontos inútiles del Tío Sam salieron a la palestra, desde la achacosa y olvidada pseudoactriz Mia Farrow al “progre” Michael Moore, pasando por el sionista de turno (Aaron Sorkin; el sionismo es pieza clave en el control del cine hollywoodiense), con altisonantes declaraciones a cada cual más ridículas y estrafalarias (“han ganado los malos”, “se han cumplido los deseos de los terroristas”). Oficialnoicos del American conspiracy en estado puro.
Lo cierto es que la cuestión mollar de este film se les ha escapado a muchos críticos, esos que sólo son capaces de atisbar buen o mal cine en los libelos propagandísticos del Pentágono, el gran John Wayne u otros fascistas al uso, pero sí ver panfletismo en el ruso Eisenstein (que tampoco es que me entusiasme excesivamente). Veamos. El “argumento” de la cosa llamada La Entrevista consiste en lo siguiente: “dos periodistas estadounidenses -que trabajan para la CIA (nada novedoso)- viajan a Corea del Norte, se reúnen con su líder, Kim Jong-Un, y luego, después de humillarlo en todas las televisiones del mundo lo asesinan con un misil”. La “ingeniosidad” americana, aquí, es matar a un presidente extranjero, real, demonizado previamente por los políticos estadounidenses, sin tan siquiera disimularlo en un guión de ficción. Pero, tal vez, a esos avispados guionistas no les haría tanta gracia redactar una historia que tuviera como protagonistas, final y justamente ejecutados, a criminales de guerra como Obama, Cameron, Aznar, Blair, Sarkozy o Netanyahu, todos ellos con decenas de miles de crímenes a sus espaldas.
Es más, sin llegar a tanto (el asesinato de un líder político occidental), vamos a suponer que se hiciera una comedia burlona y corrosiva sobre, por ejemplo, el ex Rey español (el de Franco) con sus tramoyas golpistas, sus corruptelas, sus líos puteros de faldas y sinfín de robos reales con los que se ha enriquecido delictivamente, con o sin jeques golfos de por medio, y por los que debería ser procesado, condenado y enjaulado. No sólo esa película no hubiera salido a la luz (eso que tanto demandan de libertad de expresión estaría en el cubil de la democraCIA) sino que sus autores probablemente serían perseguidos penalmente por el tribunal político español de turno (la Audiencia Nacional). Más al contrario, aquí se hacen bochornosas desvergüenzas televisivas de adulación y cortesanía a la monarquía española o, bien, se dejan caer inofensivas críticas (extremadamente suaves), casi diría que campechanas… ¿verdad Wyoming?
Dice Jon Reynolds, el autor de esta serie de 11 entregas cinematográficas imperialistas, que Después de sacrificar 112 minutos de mi precioso tiempo para ver esta película, la parte más ridícula llegó al final, cuando, después de ser asesinado Kim Jong-Un, vemos en los canales de noticias de Corea del Norte anunciando felizmente que van a celebrarse «elecciones democráticas» en todo el país. Como todos bien sabemos, dice ácidamente Reynolds, cuando la CIA elimina o asesina al líder de un país extranjero la «democracia» es lo que sigue, añadiendo, a continuación, con igual sarcasmo que es evidente que esto ocurrió después del golpe de 1953 respaldado por Estados Unidos en Irán, que dio lugar a la entrega del poder a un dictador brutal (el Sha Rezha Pahlevi). […] Y por supuesto que vimos resultados similares después que el líder libio Muammar Gaddafi fuese derrocado y golpeado hasta la muerte por los «rebeldes» apoyados por Estados Unidos; basta con ver cómo está Libia ahora. Incluso Irak donde, después desalojar del poder a Sadam Hussein, el terrorismo (fomentado por los norteamericanos, Israel y la OTAN) y la inestabilidad política son moneda de curso común.
Pero así es como el imperio modela su discurso propagandístico. Con montajes vodevilescos como este donde el chabacano mensaje político que quiere vender EEUU enmascara todo lo demás.
11. American Sniper (2014)
Clint Eastwood con esta última película (y otras previas anteriores) está más de capa caída que nunca y encima retomando el viejo lenguaje fascista que tan afín le fue en producciones como Harry el Sucio, El Sargento de Hierro o Mystic River. Un retiro a tiempo es siempre una victoria, pero el anciano Eastwood prefiere “morir matando”, nunca mejor dicho. Esta nueva apología del crimen propagandístico estadounidense cuenta con la novedad de un relato y un personaje real, el de un asesino en serie (Chris Kyle, fallecido en 2013, en los infiernos esté), aquí denominado “francotirador”, que cuenta en primera persona como en la Irak arrasada por su “glorioso” ejército invasor iba eliminando iraquíes (civiles en su mayoría) como si fuesen una colección de cromos, en una sucesión de «locura» asesina por ver quien ostentaba mayores niveles de crueldad y sadismo. Chris Kyle, un psicópata de manual, se divertía, él y sus compinches, jugando a asesinar a la desarmada población civil iraquí o a los pocos resistentes que por aquel país quedaban. Kyle jamás escondió sus propósitos asesinos y el viejo retrógrado Eastwood, a pesar de toda la aberrante carga inmoral que conlleva el personaje, se ha dedicado a hacerle un homenaje laudatorio durante toda la película.
Jon Reynolds deja bien claro que Kyle se dedicaba a disparar balas en la cabeza de los iraquíes cuyo crimen más imperdonable fue el de defenderse de una invasión injusta. Y no sólo eso sino, que este sujeto de Kyle, fascista y racista, escribió un libro contando sus «hazañas» en Irak (y que dio origen a esta película) señalando despectivamente a los iraquíes como “salvajes” y con un “ójala hubiera matado a más”. La lástima es que no se hubiera disparado a él mismo (o le hubieran alcanzado mortalmente). Nos hubiéramos ahorrado esta crítica y Eastwood estaría disfrutando de una vejez menos dada a glorificar a maleantes.
La tan mentada satanización del enemigo, por parte de las potencias imperialistas, conlleva, indisolublemente, a justificar su eliminación física (donde siempre sus víctimas son convierten en simples “estadísticas” o en esa invención criminal llamada «daños colaterales») y, en último término, a afianzar la política militarista exterior de EEUU como la única posible que defiende (con bombas de fragmentación y tiros en la cabeza) los derechos (“amenazados”) de los americanos y del resto del mundo “libre”. American Sniper no podría ser más conveniente en términos de entregar a un público cansado de la guerra una película con fuerte dosis de propaganda, eso sí de calidad dice Jon Reynolds. Yo diría que ni eso (calidad, que no es tal), ya que ésta queda totalmente emborronada por un discurso que es abyectamente reaccionario en favor del asesinato masivo.
American Sniper me ha parecido un panegírico racista similar a la propaganda nazi que hacía la cineasta favorita de la Alemania hitleriana, Leni Riefensthal, para ensalzar a las SS, a la Gestapo y a la política de tierra quemada del III Reich, con una estética, en este último caso, eso sí, bien lograda. La cinta de Eastwood muestra a los “inferiores” iraquíes, una vez más, como sádicos y crueles con el invasor y a un engendro psicópata del ejército norteamericano como el prototipo de héroe de su país…que ya le vale al añoso carcamal de Eastwood. Un “héroe”, no podía faltar, matando con la Biblia bajo el brazo (Kyle era un devoto de este «libro sagrado»), junto a Dios, la CIA, los fascistas y el Pentágono, asesinando en serie y (supuestamente, dijeron algunos) a los “saqueadores” del huracán Katrina en la ciudad de Nueva Orleans.
Aunque no todo está perdido. Los hay, pocos, en el imperio, que no se dejan engatusar por esta nueva oda al inacabable crimen internacional de EEUU. Un usuario de la página IMDB (la base de datos que engloba todo el cine mundial), ciudadano USA, señala, muy enfadado, a propósito de esta abominación cinematográfica: En verdad, después de haber visto esta película, me da vergüenza ser estadounidense. Si Chris Kyle es el americano por excelencia que el señor Eastwood quiere para todos y cada uno de nosotros me estremece el hecho de pensar que algo así sea a lo que cualquiera, en este país, pueda aspirar a ser. En definitiva, que esta basura deplorable pueda ser vista como algo que nos representa a los estadounidenses.
Pero también hay quien incide en el carácter demente del personaje idealizado y hasta casi «poetizado» de Eastwood. Chris Kyle, dice otro asqueado cinéfilo de los USA, era una máquina de matar, patológicamente psicótico, con cero remordimientos y que fabricó historias acerca de cómo había matado a ciudadanos estadounidenses en Nueva Orleans, durante el huracán Katrina. Fue juzgado en un tribunal estadounidense por mentiroso, diciendo falsedades para beneficiarse de las ventas de su libro. Mientras que otro norteamericano, de los que no se dejan manipular fácilmente, se pregunta escandalizado ¿Cómo es posible que el personaje principal de American Sniper, un asesino de masas, sea retratado como un héroe nacional?
Tal vez Kyle haya sido “endiosado”, después de muerto, porque probó de su propia medicina en un país enfermo de armas y de violencia, siendo (casualidades de la vida) ejecutado a tiros por otro veterano de la guerra de Irak, en el año 2013. En cierta forma, con la muerte de Kyle se hizo algo de justicia para las centenares de sus víctimas y las cientos de miles que ocasionó la invasión de Irak por EEUU. Aunque Eastwood le haya rehabilitado (y rentabilizado monetariamente) en su deplorable American Sniper.