El cártel de Holly-CIA-wood (2): el espionaje norteamericano se emplea a fondo en la “Meca” del cine

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Dice John Rizzo, ex asesor legal de la CIA, que la agencia de espías de Langley (Virginia), la sede la inteligencia norteamericana, «siempre ha tenido una relación especial con la industria del entretenimiento, dedicando considerable atención al fomento de las relaciones con Hollywood, sus ejecutivos, productores, directores y actores de renombre». En el pasado se sabe que la CIA ya había contado con la flor y nata de la extrema derecha cinematográfica de EEUU. John Ford, John Wayne y productores como Cecil B. de Mille, Walt Disney o Darryl Zanuck estuvieron “asesorados” por la CIA. Esto lo cuenta la historiadora Tricia Jenkins en su libro The CIA in Hollywood: How the Agency Shapes Film and Television (La CIA en Hollywood, cómo la Agencia moldeó el cine y la televisión). La guerra fría fue el escenario idóneo para abrir una agenda cultural, literaria y audiovisual al margen de las operaciones clandestinas que la CIA estaba ejecutando contra la URSS y el resto de los países socialistas y, también, en el marco de una guerra más “caliente”, actuando con el Gladio anticomunista de la OTAN.

Dentro de ese frente, la CIA llegó incluso a subvencionar directamente algunas películas adaptadas de obras literarias, como fue el caso de la inglesa Rebelión en la granja, de George Orwell, un intelectual troskista que le vino como agua de mayo al imperio para sacar partido de su conspiranoia anticomunista. Orwell había fallecido recientemente pero la CIA se puso en contacto con su viuda para dar forma final a su sátira sobre el “totalitarismo”, de manera que pareciese un panegírico enteramente anticomunista (aunque ya lo era en origen, la obra de Orwell pretendía hacer equilibrismos ideológicos entre el nazismo y el comunismo). Incluso otra escritora, como la inglesa Frances Stonor Saunders, en su libro La CIA y la guerra fría cultural, describe como la CIA, en su delirio anticomunista, incluso financió algunas de las “primeras exposiciones de pintura expresionista abstracta fuera de los Estados Unidos para contrarrestar las obras del Realismo Socialista de Moscú”.

El expansionismo de la CIA en Hollywood se  “oficializó” a mediados de los años noventa cuando la Agencia decidió colaborar abiertamente en las películas de Hollywood. Los investigadores Matthew Alford y Robbie Graham ya citaban un informe de la propia CIA, de 1991, en el que señalaban que la Agencia se movía muy bien entre los medios de aborregamiento masivos de Yankilandia (Washington Post, New York Times, CNN, NBC, ABC) ya que tenía en nómina a periodistas de, prácticamente, todos los principales oligopolios mediáticos norteamericanos, tanto escritos como audiovisuales, para monitorear que tipo de información tenían que subrayar, favorable, por supuesto, a las tesis belicistas del imperio. Habría que decir que aquí, en España, no hace falta ser muy perspicaz para afirmar que ha ocurrido exactamente lo mismo. Los tentáculos de la inteligencia española y el Ministerio del Interior están en los principales medios de  propaganda, con sus respectivos agentes mediáticos a sueldo (ElPaís, ABC, LaRazón, El Mundo, etc), quienes moldean una “opinión” favorable para según qué intereses le convenga al Estado.

Se ha hecho, pues, más que evidente que “Hollywood es realmente la otra cara de la CIA” o, más bien, habría que decir que es una de sus múltiples caras. No hay que olvidar que desde el fin de la guerra fría la visión estadounidense del mundo sigue siendo la misma, con el mismo calendario imperialista y el mismo maniqueísmo manipulador: antes, la satanización correspondía a los pérfidos comunistas. Ahora es Rusia y Putin, los chinos, los norcoreanos, los iraníes y, cómo no, los terribles árabes musulmanes del Estado Islámico, licenciados en terrorismo por las universidades de EEUU e Israel. Con la particularidad, eso sí, de que ahora es la propia CIA la que supervisa las producciones cinematográficas que pueden ser más afines a los intereses y la propaganda de Washington.

En los últimos años se ha realizado en HollyCIAwood cine basado en hechos reales o de ficción (con guiones de contenido bélico o predominantemente de espionaje)  el cual ha sido premiado generosamente en esa ceremonia fatua, previsible y estúpida como son los Oscar. Como hace años lo fueron deplorables alegatos a favor de la guerra (Vietnam) como El Cazador de Michael Cimino o esa otra apología militarista disfrazada de existencialismo de perra gorda, llamada Apocalypse Now, de Coppola, los medios materiales con los que han contado las modernas películas de guerra han corrido a cargo del Pentágono. Por otro lado, el guión no ha sido escrito en una habitación cualquiera de un hotel o un estudio, sino en el cuartel general de la CIA, en Langley. Y es que según Robert Baer, ex agente de la Agencia americana, “existe una simbiosis total entre la CIA y Hollywood». Para que luego digan algunos que se recurre a la “conspiranoia” (las palabras de Baer están recogidas en el libro de Jenkins, arriba citado). Fuentes de primera mano para los fans de las mentiras oficiales.

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JOHN RIZZO

¿Qué papel juegan, en el engranaje orquestado por la CIA en Hollywood, actores, cantantes, guionistas, productores o directores? Según John Rizzo muchas celebridades de la industria del entretenimiento, sobre todo de Hollywood, llevan a cabo actividades de inteligencia mientras están en el extranjero. Rizzo lo deja bien claro, “las personalidades de Hollywood son glamurosas, por lo que tienen acceso a personas en el extranjero a las cuales el Gobierno de EEUU no podría acceder. Algunas de estas celebridades, incluso, ofrecen sus servicios gratuitamente movidos por impulsos patrióticos”. Verdaderamente enternecedor (o estremecedor) si no fuera porque esos “artistillas” de pacotilla, ídolos de barro y chivatos con glamour (los del período clásico al menos si tenían “glamour” de verdad), que idolatran las mentes simples de medio mundo, están sufragando operaciones de eliminación de opositores políticos, grupos terroristas creados por la CIA o golpes de Estado cruentos en terceros países. Este es el patrioterismo que muestran unos tipos que dicen ser, en algunos casos, “liberales” (en el sentido americano “liberal” es ser progresista, lo cual tiene su gracia) pero que no deja de ser una fachada que esconde un pensamiento reaccionario y, por tanto, fascista muy al estilo de lo que gente como Gary Cooper o Elia Kazan hacían en la “caza de brujas” anticomunista de sesenta años atrás (delatar a sus colegas de profesión).

La hegemonía ideológica dominante en la industria de Hollywood es, por otra parte, la que lidera el lobby judío-sionista, quien controla de forma masiva el negocio del cine y la televisión y donde cualquier mínima discrepancia hacia las políticas etnicistas del Estado de Israel o el injerencismo político-militar exterior de USA supone poner en riesgo la carrera profesional del discrepante, tanto el que haga declaraciones públicas como el que se atreva a plasmar obras cinematográficas críticas con los hijos de Sión. El “despistado” Javier Bardem, que tuvo el poco “tacto” de cuestionar la operación militar-terrorista de Israel en Gaza hace un año, ejecutada después de una falsa bandera sionista con el supuesto asesinato de tres estudiantes judíos, ya sabe como se las gastan en Judenwood. El actor español fue “reprimido” verbalmente de forma muy dura por el conglomerado de sicarios “hollywoodienses” del sionismo (como fue el caso del ultra Jon Voigt, el padre de la morros de pato Angelina Jolie, entre otros), por lo que Bardem tuvo que “rectificar” sobre la marcha o muy probablemente se iba a quedar con lo puesto, sin pedigrí hollywoodiense y de vuelta a España a trabajar con Almodóvar (y quien sabe sin también con McNamara).

Eduardo Solórzano señala que la obsesión estadounidense por crear en sus ciudadanos la existencia de enemigos ha descompuesto todo lo que ha tocado y Hollywood es su cómplice. El primer objetivo ha sido construir generaciones de ciudadanos jóvenes y niños, temerosos de que su país sea invadido por otros, justificando desde siempre todo acto de saqueo. Una obsesión, diría que premeditada, con el ánimo de construir su particular dictadura totalitaria del miedo y ahogar bajo la bota imperial cualquier voz disidente. Y Holly-CIA-wood ha sido una oportuna correa de transmisión de todo ello. Tanto que Solórzano incluso deja caer, con ácida ironía, una serie de recomendaciones para cualquier aspirante a actor-fetiche en la “meca del cine” americano:

Si usted alguna vez busca trabajar en Hollywood debe tomar en cuenta lo siguiente:

  1. Demostrar que el régimen estadounidense siempre triunfa en  toda operación militar, de espionaje o virtual inclusive.
  2. Demostrar que sus elementos operativos son los mejores del mundo y nadie supera su inteligencia, fuerza, sabiduría y valentía.
  3. Demostrar que las guerras pueden ser duras, aunque siempre el desenlace es favorable a quienes intervinieron a favor del “mundo libre”.
  4. Demostrar que la realidad no puede ser superada por la ficción, pues lo que hacen sus agentes es real y superior a la ficción misma.
  5. Demostrar que Hollywood es “imparcial”, sin vínculos políticos, sino objetivo y que muestra la verdad como producto de la creatividad artística.

El «progre» Bardem ya se está haciendo una idea de ello  

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