Las atrocidades de la OTAN, la CIA y el Mossad: cincuenta años de falsas banderas (2). De Madrid a Noruega pasando por Berlin, Lockerbie y Londres (III)
7 de Julio de 2005, Londres: falsa bandera terrorista del Mossad, continuación del 11-m de Madrid
Es un hecho constatado (si se ha estudiado con detenimiento la génesis y desarrollo del Gladio de la OTAN) que, a lo largo de décadas, agencias de inteligencia occidentales como la CIA, el MI5, el Mossad y sus espías aliados repartidos por el planeta tienen el dudoso «honor» de ser sospechosos de haber estado detrás de multitud de atentados terroristas, tanto en el corazón de Europa como también del terrorismo indiscriminado que se ha producido en otras muchas partes del mundo (Kenia, Bombay, Pakistán, Turquía..). El 7 de julio de 2005, en Londres, se produjo otra matanza masiva, como continuación de la masacre terrorista de Madrid. Una vez más, el “islamismo” era la pieza angular utilizada para ejecutar un crimen de falsa bandera cuyo objetivo no era otro que seguir señalando a un enemigo común, el islam, azuzando de nuevo la islamofobia con el señalamiento de chivos expiatorios y el consecuente intervencionismo militar otaniano en el mundo como excusa moral para combatir a los supuestos “cruzados del terror”.
Nunca creció tanto y tan exponencialmente el llamado “terrorismo islámico” en el mundo como en este siglo y su capacidad para dar supuestos golpes mortíferos en Europa y EEUU, a pesar de estar conformada esa “yihad” por un grupúsculo de analfabetos sin conocimientos tácticos, teóricos y logísticos. Aplicando solamente un mínimo sentido práctico de la lógica y secuenciando hechos y antecedentes históricos al final ves que nada cuadra: o bien los “terroristas” del 11-s/11m/7j eran chorizos de poca monta, trileros, juerguistas y confidentes policiales reclutados por las cloacas del Estado (nada parecido, pues, a peligrosos “yihadistas”), o bien, se trataba de cabezas de turco elegidos por esas cloacas para dar forma a la trama criminal de Estado, eso sí, radicalizados todos ellos, oportunamente, como crueles “islamistas”. Para las fechorías cometidas hasta ahora en Occidente se han reservado a estos pringados musulmanes, mientras que para las zonas calientes de conflicto en el Mundo (Oriente Medio, en particular), lugares donde hay que descabezar gobiernos “no amigos” de Occidente, han introducido el horror terrorista por ellos apadrinado, léase, ISIL, Estado Islámico, Boko Haram, etc.
Una de las consecuencias (diseñada, lógicamente, de antemano) de toda esa cadena masiva de atentados-autoatentados terroristas de falsa bandera (sobre todo, a partir de Nueva York) fue el poner en práctica una política represiva generalizada de seguridad global a través de más y más leyes restrictivas y totalitarias (la Patriot Act, en EEUU) mediante el establecimiento de controles cada vez más humillantes sobre los ciudadanos, ya sea en los aeropuertos o en estaciones de trenes, ya sea la implementación paulatina del monitoreo policíaco en las calles o en instalaciones públicas y edificios privados, con el uso y abuso de la videovigilancia que, curiosamente, en los grandes centros estratégicos suele estar en manos de empresas israelíes. En definitiva, se trata de controlar a la disidencia y, por otra parte, tener domesticada y miedosa a una masa de borregos acríticos que saben los perpetradores que van a dar por buena esta dinámica o espiral de terror psicólogico sobre sus (o nuestras) rutinarias vidas.
En Londres, en la mañana del 7 de julio de 2005, los londinenses comenzaron el día desayunándose con pánico y muerte en las calles (un bus) y en el Metro. Varias explosiones se produjeron en el sistema de transporte público de la ciudad de Londres que ocasionaron la muerte de 56 personas, incluidos, nos dijeron, los propios atacantes. Con la misma celeridad impostada de episodios criminales anteriores (Nueva York o Madrid) el Gobierno británico, la Policía Metropolitana, las agencias de inteligencia y sus correligionarios mediáticos comenzaron a propagar las habituales fábulas de corte “yihadista” que no se sostenían en pie, ni tampoco sentadas.
El oficialismo inglés señaló a cuatro, supuestos, islamistas radicales como autores de los atentados: Mohammed Siddique Khan de 30 años, acusado de la explosión en Edgware Road. Shehzad Tanweer 22 años de edad, acusado de la explosión en Liverpool Aldgate, mientras que el jamaicano Germaine Lindsay supuestamente detonó la bomba en la estación de Russell Square y Hasib Hussain el más joven, de tan sólo 18 años, dicen que se inmoló en el autobús de la línea 30 de Tavistock Square, al igual que sus “colegas islámicos” lo hicieron en las estaciones de Metro. Así de sencillo, pueril y previsible se propagó al público el engaño masivo criminal londinense, construyendo un perfil-tipo de “islamista-radical” que se nos antojaba ya visto en otras ocasiones. Lo que ocurre es que a veces las cosas no son tan pedestres como nos las pintan. A los tontos o desinformados se les puede engañar fácilmente dándoles gato por liebre, pero hay otros que se dedican a pensar, investigar y analizar, con herramientas lógicas y sobrado juicio crítico. Por ejemplo, hay algunos hechos que fueron dejados en evidencia por varios expertos:
- Uno de los presuntos “terroristas”, Mohammed Sidique Khan, se sabe que había viajado de Londres a Israel en febrero de 2003. La pregunta es: ¿qué hacía un furibundo terrorista islamista en un país enemigo del Islam (radical) como es Israel sin que éste país sospechase nada, con el eficientísimo Mossad a la cabeza? ¿Iba Khan al Muro de las Lamentaciones a convertirse al judaísmo? ¿o tal vez fue a vender ejemplares del Corán al entonces carnicero Ariel Sharon? Parece ser que no, que el objeto del viaje de Khan era entrevistarse con miembros de la inteligencia judía, ya que se tienen fundadas sospechas de que Sidique Khan trabajaba, o bien para el Mossad, o bien para el servicio de espionaje británico MI6.
- La compañía de seguridad que tenía adjudicado el contrato para el Metro de Londres, Verint Systems, es una conocida tapadera tecnológica del Mossad. Las cámaras de seguridad del Metro londinense fallaron misteriosamente el día de los atentados. Algunos sospechan, con toda lógica, que eso permitió al Mossad colocar las bombas debajo de los trenes. Testigos oculares afirmaron ver explotar las mismas justo debajo de las unidades del tren subterráneo. Hombre…EXACTAMENTE IGUAL QUE SUCEDIÓ CON LOS TRENES DE ATOCHA, EN MADRID, donde los asesinos sólo pudieron colocar las bombas que causaron la matanza de una única manera posible: debajo de la plataforma de los trenes y al amparo de la oscuridad, esto es, en la noche inmediatamente anterior a la explosión de las bombas. Esta teoría no es baladí ya que incluso algún testigo español que viajaba en los coches de tren, durante el 11-m, admitió haber visto explosionar bombas «en las vías». La teoría de las mochilas-bomba fue la versión fraudulenta que propagaron para engañar a la opinión pública, en Madrid y también en Londres.
- El entonces ministro de Finanzas israelí, hoy genocida Benjamin Netanyahu, tenía programada una conferencia económica en Londres, pero nunca salió del hotel. Un alto funcionario judío afirmó que, previamente, había puesto sobre aviso a la delegación israelí sobre ataques “terroristas”, algo que fue confirmado por el ex jefe del Mossad Meir Dogan al diario alemán Bild am Sonntag.
- Un periodista del Jerusalem Post, Efraim Halevi, escribió, el mismo día de los atentados que “las explosiones múltiples y simultáneas que tuvieron lugar hoy en el sistema de transporte público de Londres fueron obra de alguien que tenía una capacidad operativa considerable». Un hábil sentido de la perspicacia del plumífero judío, puesto que las autoridades británicas no confirmaron estos extremos (la simultaneidad de las explosiones) hasta dos días después. Por otra parte, ¿quién iba a tener esa “capacidad operativa considerable” sino servicios de inteligencia occidentales y no tres analfabetos y un imberbe sin conocimiento alguno de explosivos y de la logística necesaria para la ejecución del atentado?
- Como toda buena falsa bandera que se precie de serlo, esa misma mañana se estaban realizando unos ejercicios antiterroristas que implicaban (sic) “colocación de bombas en el Metro londinense”, en un ejercicio a gran escala que coincidió (vaya por dios, qué mala suerte) con las “explosiones reales”. El oficial a cargo del operativo era Peter Power, de la división metropolitana de la policía. Este sucio personaje fue el encargado de montar la opereta siniestra en Londres mediante declaraciones teatreras y justificaciones absurdas acerca de aquellos hechos.
- ICTS, otra compañía de seguridad israelí, fundada por ex militares de la inteligencia judía, a través de una subsidiaria llamada ICTS UK Ltd, era la encargada de proporcionar la “seguridad” en el transporte urbano de viajeros de la capital británica. Como se pudo ver, en la explosión del bus ocurrida en Tavistock Square, con excelentes resultados.
- El hecho, precisamente, de que las tres bombas estallaran de forma y manera simultánea es garantía para apoyar la teoría de que fueron activadas mediante temporizadores, descartando totalmente la posibilidad de que se tratase de terroristas “suicidas» y menos que unos tipos llevasen a cuestas pesadas mochilas-bomba, el idéntico timo que nos vendieron con el atentado de Atocha. La mascarada de Madrid estaba servida de nuevo en Londres: unos extravagantes terroristas-mártires se habían desplazado con unos voluminosos fardos-mochila repletos de explosivos, “extrañamente” no adosados al cuerpo como suelen hacer los “cruzados islámicos”. Y no sólo eso, sino que prácticamente, como en Atocha, esos “terroristas” no guardaron la compostura de pasar desapercibidos y montar su operativo con la mayor seguridad posible sino que se “dejaron” ver como hablaban y sonreían distendidamente. Esos terroristas, más ficticios que reales, no fueron otra cosa que marionetas fabricadas por los servicios de inteligencia, con todas las trazas de haber sido “elegidos” al azar y montados en serie en la factoría del Gladio B, “islámico”, de la OTAN.
En definitiva, las trágicas conexiones, en hechos objetivos, circunstancias y complicidades mutuas en la proyección y ejecución de los atentados, de Madrid, el 11 de marzo de 2004 y Londres, el 7 de julio de 2005 (tomando las referencias del Gladio anticomunista europeo –Milan, Bolonia, Munich, etc-, los atentados en Berlín Occidental, el atentado contra el avión de la Pan Am y la puesta en marcha del Gladio B islámico –atentados WTC Nueva York 1993 y del 11-s) inducen a pensar y sospechar que los ejecutores-asesinos fueron elementos pertenecientes a servicios de espionaje extranjeros como el Mossad y la CIA, con la necesaria cooperación-colaboración interna de los aparatos del Estado de los países que fueron objeto de los atentados, en el caso de Londres, el MI5. Todos ellos al servicio de una estrategia común, precisa, detallada, sucia y criminal, orquestada desde EE.UU y sus aliados más cercanos (Reino Unido e Israel) para seguir señalando-demonizando enemigos, conquistar territorios y expandir su idea de control totalitario mundial, bajo la batuta de EEUU.