Resucitando la opereta bufa del 23-F: el golpe 'zarzuelero' y los golpistas que vestían de civiles
Pilar Urbano ha escandalizado a base de bien a la ultraderecha monárquica y a los socialgalosos del Psoe con su último libro, esta vez a cuenta del 23-F, titulado La Gran Desmemoria (Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar), donde la numeraria del Opus Dei pone de manifiesto lo que muchos sospecharon con mucha más antelación que la Urbano: esto es, que el Rey de Franco, el cazador de elefantes borrachos (y no «blancos», precisamente), el mujeriego y protegido por la casta mafiosa política bipartidista (o tripartidista) estuvo al frente del golpe de Estado del 23-F, más exactamente, del que debería llamarse con más precisión «autogolpe». No lo explicita directamente (de motu propio) la Urbano, sino que habla en boca de Suárez y otros testigos que participaron de aquella fábula golpista de brocha gorda, ya que la periodista, escurriendo el bulto y en un tono claramente elusivo dice que ella «no tiene por qué creer que el Rey estuvo al frente del 23-f», aunque luego recula sospechosamente «El Rey nos salvó in extremis de un golpe que él mismo había puesto en marcha», dice Urbano.
Lo novedoso del libro de Pilar Urbano reside, sobre todo, en las «explosivas» conversaciones que, supuestamente, se realizaron en las cloacas de la Zarzuela y Moncloa entre Juan Carlos y Suárez en los días previos al autogolpe, además de otros hechos aparentemente enjundiosos. Nada nuevo, por otra parte, que no se supiera en la cuestión mollar del 23-F y del propio Adolfo Suárez ya contada por otros. Suárez, ex falangista colocado como el timonel de la «transición», era solamente un peón que había que cambiar, a medio plazo, por las buenas o por las malas. Un peón nada complaciente, ya que Suárez al menos tuvo los arrestos de encararse con Su Majestad franquista y muchos de los que hoy le adulan y ayer le «traicionaron» o le pusieron una oportuna zancadilla. Urbano idealiza a Suárez. Pero Suárez no era un idealista de una democracia cocinada al gusto norteamericano, sino un político mediocre con la fecha de caducidad en el bolsillo; un personaje que se ensañó con especial virulencia contra los resistentes antifascistas en las calles durante la «transacción».
El 23-F fue una operación golpista «blanda» de marcado carácter civil, dirigida por la monarquía y tutelada oportunamente por EEUU destinada, supuestamente, a evitar otro golpe «duro» a cargo del fascismo militar franquista, sector que estaba atrincherado fuertemente en los cuarteles españoles. Sucedió que un grotesco fascista con tricornio arruinó el sarao golpista del Rey de Franco y la trama civil que habían orquestado conjuntamente, entre otros, el siniestro CESID (hoy CNI), el general Armada y él mismo, por lo que hubo que urdir una pantomima por televisión mediante la cual el Rey habría «salvado» a los españoles de un terrible golpe de Estado perpetrado contra la «democracia». Demasiado tragicómico para ser creíble ese sainete real, aunque entonces muchos nos lo tragamos enterito. El pueblo español fue engañado masivamente por la clase política reinante y unos medios de manipulación participaron activamente en la patraña poniendo en marcha una falsificación histórica tan enorme como lo fue la propia «transición» española.
Décadas de engañifas durante todos estos años por parte de los medios de desinformación no han evitado una cascada de disidentes denunciando cómo se gestó aquella burda recreación cuartelera de Tejeringo y sus secuaces, el elefante «blanco» y buena parte de la clase política, empresarial y periodística de este país. Amadeo Martínez Inglés, ex coronel de Inteligencia, con motivos sobrados para conocer los entresijos golpistas de entonces ya que estaba destinado en el Estado Mayor del Ejército en 1981, ha afirmado, sin dudarlo, que el rey Juan Carlos I fue el máximo responsable de la planificación, coordinación, preparación y ejecución del 23-F. Martínez Inglés ha sido uno de los fustigadores más sobresalientes de la figura del rey español, no sólo por la participación directa del monarca en la pseudo-asonada golpista de 1981, sino por otros escándalos y responsabilidades directas del rey «campechano» a lo largo de su oscura trayectoria de príncipe a reyezuelo (Martínez Inglés le implica directamente en el conocimiento y aprobación de la banda terrorista GAL, cuya gestación se produjo en las cloacas del CESID; el sospechoso enriquecimiento de la familia real española; sus líos de faldas con una «vedette» donde mediaron chantajes y sobornos; la muerte de su hermano D. Alfonso ocurrida en extrañas circunstancias en 1956, aunque oficialmente fue atribuida a un trágico error de Juan Carlos al disparársele, supuestamente, la escopeta de caza que portaba, etc)
Martínez Inglés ya había señalado en su censurado libro «La Transición Vigilada» que según le contó en la cárcel el golpista Jaime Milans del Bosch (teniente general de la Región Militar Valenciana): “El rey quiso dar un golpe de timón institucional, enderezar el proceso que se le escapaba de las manos y, en esta ocasión, con el peligro que se cernía sobre su corona y con el temor de que todo saltara por los aires, me autorizó actuar de acuerdo con las instrucciones que recibiera de Armada (Alfonso)”. El golpe de opereta de Milans en Valencia se redujo a un paripé donde, Martínez Inglés señala con acierto que, los tanques (de Miláns) salieron en plan de desfile, sin munición, respetando los semáforos. Un golpe de Estado no se monta así. En un verdadero golpe hubieran salido en Madrid y hubieran ido al palacio del rey, no en Valencia».
Pero lo sustantivo no fueron las fanfarronadas ni fantochadas de Tejero, Miláns o sus comilitones golpistas de metralleta y tricornio, sino la famosa lista de los «provisionales», es decir, el gobierno de concentración nacional golpista que habían promovido el general Alfonso Armada (el ojito derecho del rey) y el miembro del Psoe Enrique Múgica Herzog, a la sazón un destacado militante del sionismo, maniobrero, conspirador y (sic) ex Defensor del Pueblo con el PP, con el visto bueno de Felipe González. El «totum revolutum» golpista no lo era tanto…Cinco «padres» putativos de la Constitución estaban en la famosa lista de los 19 («padres constitucionales» de los que Pilar Urbano dice que durante los acontecimientos del 23-F en el Congreso estuvieron relativamente tranquilos en sus escaños, leyendo o prestando sus abrigos a los rehenes de oro. Leían tranquilamente Gregorio Peces-Barba, Miguel Herrero, Gabi Cisneros, Jordi Solé Tura y Fraga). También «comunistas» de sainete como Tamames, ex franquistas confesos como Pio Cabanillas, el criminal de guerra Javier Solana, el periodista Luis María Ansón, empresarios como Ferrer Salat, banqueros como López de Letona o un militar en la cartera represiva de Interior estuvieron en la «lista de la asonada». Estos personajes eran la cara más conocida del golpe, pero quedarían por dilucidar otros tantos empresarios, banqueros, políticos y periodistas que estuvieron en el fuego cruzado del golpismo cívico-militar del 23-f. Luego llegaría la operación de desmemoria de la que habla Pilar Urbano.
Floren Aoiz (Gara) afirma que los servicios secretos españoles y otros poderes fácticos tuvieron un protagonismo decisivo en la generación del ambiente de inestabilidad que antecedió al numerito de Tejero, alimentaron la sensación de caos, acosaron a Adolfo Suárez desde todos los frentes y fabricaron y utilizaron hábilmente la amenaza de un golpe militar cuyo objetivo sería poner fin a la transición. Pero no sólo eso, tuvieron que ver con la preparación del autogolpe, su ejecución, su reconducción y su posterior encubrimiento. Había que modelar la «transición» para convertirla en «transacción» franquista sin que se notase demasiado con la ejecución de un golpe a la «española», en contraposición al sector más fascista del Ejército, que propugnaba un golpe «a la turca». Contrataron al peor payaso posible (Tejero) y les arruinó inmisericordemente el tinglado. Pero, como dijo Franco (el verdadero mentor de la mayoría de los golpistas «blandos») «no hay mal que por bien no venga» y no les salió tan mal del todo la jugada porque, en una carambola inesperada, la figura del Rey salió reforzada (engañosamente, por supuesto) de cara a la opinión pública (a pesar de la sospechosa «tardanza» de Su Majestad en «parar el golpe») y los verdaderos actores políticos de un golpe de clara inspiración militar salieron por la puerta de atrás sin hacer ruido….tanto que volvieron, inmediatamente, por la puerta principal a ocupar sus escaños en el Congreso.
Sepultado mediáticamente el 23-F la desmemoria colectiva y el falseamiento y tergiversación de los hechos impulsada por la clase política heredera del golpe y sus rastreros plumíferos (esos cuyo único y prodigioso argumento es tildar de «conspiraciones» o «conspiranoicos» a los que cantan las miserias del estercolero de Estado), fue pasto del ciudadano medio de este país.
Muy bueno.
Tanto follón para que nada cambie en Hezpaña. Los cuatro mamones de siempre están practicando la eugenesia de clase y nosotros seguimos de extras en El Silencia de los Corderos ¿lo mereceremos acaso? quien sabe..
Saludos!
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Ya te digo Sekhmet…lo peor de todo es que el lobotomizado medio de este país se sigue tragando las mentiras oficiales sin rechistar, sin contrastar otra cosa que no sean los telediarreos de la 1, la Secta, Telecirco, A3….Y en el 23-f dieron por bueno el pastel que hicieron a medias la clase política y los falsimedios
Salud
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