La épica post-romántica de Glazunov

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La música del compositor ruso Alexander Glazunov (1865-1936) no es especialmente conocida o, para ser más exactos, escuchada, entre el melómano medio, salvo alguna sinfonía aislada, algún ballet como Raymonda o el inevitable concierto para violín. Y de programarse en las salas de concierto…ni hablar. Algo que resulta incomprensible, tratándose de un autor del siglo XIX y que no resulta, precisamente, difícil su audición (aunque a algunos les parezca cargante). Lo cierto es que la obra de este compositor, que desarrolló su más fructífera producción musical en el siglo XIX, se vió relegada en su tiempo a un segundo plano por «culpa» de otros compatriotas suyos (el inevitable Tchaikovsky, Rimsky-Korsakov, el mismo Scriabin o Balakirev). Glazunov fue un conservador en sus planteamientos musicales, encorsetándose de lleno en los estilos y métodos compositivos de contemporáneos suyos como los mencionados anteriormente, siendo alérgico, por norma, a recibir influencias de los músicos centroeuropeos. En sus obras se pueden encontrar momentos de impetuoso romanticismo y construcción orquestal realmente apabullante. Alguna sinfonía no me ha convencido en su totalidad (particularmente la Séptima) y algunos movimientos les he encontrado un tanto pataleantes y excesivamente tchaikovskianos (Allegro-Maestoso, de la Quinta), pero en cambio sinfonías como la intensa Octava,  Tercera, Cuarta o Sexta están dotadas de un marco sonoro, melódico y rítmico, realmente inspirado. La inconclusa Novena, de la que Glazunov hizo un esbozo (primer movimiento) que finalmente fue redactado por el director Gavril Yudin en 1947, apenas se ha grabado en los estudios. Otras piezas, como el ballet Lady Soubrette, me han parecido una verdadera delicia, así como las breves Serenatas 1 y 2. Las Estaciones, otro ballet de Glazunov, siguió la estela programática de Vivaldi y Haydn para canonizar musicalmente los períodos climáticos que acontecen a lo largo del año, pero ésta, en cambio, me ha resultado una composición poco atrayente, más bien pesante.

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EVGENY SVETLANOV

 

Existen varias integrales en el mercado del ciclo sinfónico de Alexander Glazunov (a cargo de directores como Neeme Järvi, Tadaaki Otaka, Alexander Anissimov, Gennady Rozhdestvensky o la de Evgeny Svetlanov…). La que ha caído en mis manos ha sido la de Evgeny Svetlanov y la orquesta que le acompañó durante cuarenta años: la Sinfónica de la URSS. Las ocho sinfonías fueron grabadas a finales de los años ochenta y principios de 1990. Conociendo solamente otra integral (la de Alexander Anissimov y la Sinfónica de Moscú, en el sello Naxos) se puede decir que las ocho sinfonías de Svetlanov superan ampliamente las dirigidas por Anissimov, cuyo discreto y poco sugerente ciclo sinfónico adolece del nervio y lucimiento tímbrico (a veces demasiado contundente, pero así eran las orquestas soviéticas de entonces) de su colega ruso. Otra referencia discográfica, al parecer inexcusable, la de Gennady Rozhdestvensky y la Orquesta del Ministerio de Cultura de la URSS, también figura en lo más alto de la crítica especializada, es decir, los que saben de verdad sobre esto (Arturo Reverter, en Diverdi). Pero vayamos a Evgeni Svetlanov que fue, sin dudarlo, el mejor director de la Unión Soviética, por delante incluso del mítico Evgeny Mravinsky (al menos para mí).

 

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Svetlanov impartió cátedra en prácticamente todos los compositores rusos del siglo XIX y XX. Y Glazunov no fue una excepción. Lo podemos comprobar en todas y cada una de sus piezas sinfónicas (y en los ballets antes señalados). Tanto en la juvenil y un tanto desestructurada Primera Sinfonía (compuesta con sólo dieciséis años) hasta la última (dramática, sensacional y fatalista Octava, por la que tengo especial «devoción»), el director ruso recrea con claridad, colorido orquestal y visión unitaria el discurso sonoro de Glazunov, desplegando  todo el potencial expresivo y a veces clasicista de estas obras. Estas virtudes, por citar algunas, las podemos encontrar en la grandeza de la Segunda sinfonía (con un inigualable sentido del ritmo en el Scherzo), en los pasajes envolventemente ensoñadores de la Tercera (Allegro y Andante), en el solemne comienzo de la Sexta y su exquisito segundo movimiento, Tema con Variazioni, o en la ya mencionada pesimista Octava. La orquesta soviética suena transparente y apasionada en la sección de cuerda y maderas y, para no variar, a machamartillo, con soberana contundencia, en los fortísimos, es decir, con exceso de rusticidad en metales y percusión, pero a pesar de ello el conjunto es coherente y razonablemente equilibrado. Es que quizás, piensa uno, esta sea la forma de interpretar a un ruso….por un ruso, frente, a veces, a tanta melosidad y despersonalización del repertorio de aquellos compositores a manos de las orquestas del Oeste. Unas versiones, pues, del universo sinfónico de Glazunov, totalmente recomendables y de altura a cargo de un maestro inolvidable.

 

Fragmentos de algunas obras de A. Glazunov, por Evgeny Svetlanov y la Orquesta Sinfónica de la URSS

BALLET LADY SOUBRETTE (14. Danza del novio y la novia)

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SINFONÍA Nº 3 EN RE MAYOR (1. ALLEGRO)

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SINFONÍA Nº 8 EN MI BEMOL MAYOR (4. FINALE. MODERATO SOSTENUTO. ALLEGRO)

 

  1. plared

    Sabes que disto mucho de ser un melómano, ni tan siquiera me podría considerar aficionado. Pero la música de Alexander Glazunov, s la conozco y me parece fascinante. Sumamente lírica y romántica, en especial cuando suenan los violines.

    Sin ser un experto y arriesgandome a que me tiren piedras. La suelo usar para escribir y cuando voy en el coche…Cuidate y joer, en esto si que te sales, un placer leer tus comentarios de música. Igual hasta aprendo algo. Abrazos

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    • uraniaenberlin

      Jaja…vale plared..pues ya sabes a toda pastilla Glazunov en el coche…Hombre a mi Glazunov no es que me entusiasme especialmente dentro de los compositores de la Rusia pre-soviética. Me gusta el desarrollo que hace de ciertos temas…los momentos más líricos..aunque hay otros que me gustan menos. De todas formas, compositores rusos más «escuchables» -no digo que Glazunov no lo sea- me vienen a la memoria, por ejemplo, Rimski-Korsakov que me parece superior en cuanto a orquestación y sensualidad sonora (sus tres sinfonías, Sheherezade, etc.. )…Incluso Balakirev o Arensky..algo menos Glinka. Y quizás metería en el lote a Taneyev (no necesariamente por sus dos sinfonías que son un poco aparatosas, pero sí por cantatas como S. Juan de Damasco) . Por supuesto Tchaikovsky, pero éste ya sabemos que es universal….

      Un abrazo y seguimos entre claves de sol..corcheas y…lo que haga falta

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